Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


El sentir de la calle

22/04/2023

Hace apenas unos días un periodista pronunciaba, en un acto sin políticos, pero a voz en grito, aquello de «cómo se echa de menos el bipartidismo». Creo que, inconscientemente, hizo con esa afirmación esa labor que deberíamos proteger los que en teoría nos ocupamos de asentar la correa de transmisión entre las fuentes informativas y la opinión pública, que es trasladar con mimo de bisturí lo que se palpa en el ambiente. Aunque la reflexión venía motivada por otras cuestiones, referidas a los aires de exigencia de esas «nuevas» formaciones. Estamos a unas semanas de que el 15-M, aquel movimiento que iba a revolucionar el mundo, sople doce velas. Trece días después se decidirá el futuro de muchas ciudades en unas elecciones que a un porcentaje relevante de la población ocasiona urticaria o al menos alta indiferencia. 
Desde el 15-M ha llovido mucho. Doce años, se dice pronto. El calcetín ya casi se ha dado la vuelta. Muchos recordamos aquellas tiendas de campaña, en plena Puerta del Sol, aquellos megáfonos que escupían proclamas barnizadas con un hastío que se traducía en ilusión. Ay, la ilusión (del latín illusio, illusionis que viene a significar engaño), qué puñetera es.
Acercando el ascua a nuestra sardina, desde mediados de la pasada década las Cortes autonómicas, la casa de todos los castellanos y leoneses –como se empeñaba en calificarlas el arenense Fernández Santiago–, ha ido basculando asientos de los partidos que durante tres décadas dirigieron en exclusiva e itinerancia esa institución y las de corte autonómico en nuestra Comunidad, PP y PSOE, a otras formaciones. Y en la mayoría de las ocasiones ha ocurrido como esas veces en que llega alguien nuevo a un puesto, asegurando que todo se hacía mal. De pena. Y en demasiadas ocasiones, a los pocos días, afirman aquello de: ah, pues no era así. La cuestión es que todo implica unos procedimientos, hay que seguir el Reglamento, y si tardaban tanto era porque pretendían acometer su tarea de acorde con la norma. Me he equivocado, no volverá a ocurrir. En otras, no. Como se ha visto en estos días. No pocos próceres de la política castellano y leonesa se la han tenido que envainar y remar en un contexto complejo, porque las cosas son como son. Y no digo que no haya que aplaudir su empeño por cambiarlas, más aún sin medios y con las ideas por bandera, aunque éstas en ocasiones ciegan. A un servidor al menos, hay cuestiones que llaman poderosamente la atención: ni siquiera entre compañeros de brisca se respetan. De modo que si los propios actores políticos se tiran los trastos a la cabeza, se dicen de todo menos bonito, escarban lo indecible en la basura y aleccionan el odio que una parte no pequeña de la sociedad tiene hacia ellos, ¿qué harán los ciudadanos que tienen las uñas afiladas? Arañar. Les doy un titular: la animadversión hacia la clase política seguirá creciendo. La atención a los asuntos públicos cada vez tendrá unos gestores menos solventes y más interesados, formados en esa especie de academias que son los grupos juveniles de los partidos. ¿Que qué serán de los mejores? Pocos tendrán interés en saltar a la arena política para dilapidar su prestigio, su valía o, simplemente, su entusiasmo personal. Y más cuando hay ejemplos a porrillo de que, a quienes se dejan la piel en los partidos, en muchos casos, les pasa aquello de ni agradecido, ni pagado. ¡Qué ingrata es la política!
Durante la última década larga las cosas han cambiado, no precisamente a mejor. Por más que los nuevos actores se hayan empeñado en disparar con balas de fogueo a la mínima, por mucho que hayan emponzoñado a veces un ambiente de por sí tenso en ámbitos de decisión con bochornosas opiniones, y por ese casi enfermizo ímpetu por enchufar el tuit irreflexivo casi antes de que los hechos acontezcan... Y ese planteamiento inicial del compañero, viene a resumir un sentir amplio, que no general, que se reduce a un proverbio, «del dicho al hecho, hay un trecho». Ya se sabe que los periodistas somos unos vendidos y que los medios sólo le hacen la ola a quienes los demás decidan. Pero seguimos dando guerra, aunque no seamos el rubio cachas de las películas de instituto americano. El retroceso es palpable, la tarta se reparte entre más colores y hay que saber combinarlos. El 28 de mayo y los cuatro años que le siguen veremos, como cuando pintábamos con rotulador, si al mezclarla, la tinta deja o no borrón. Ya me entienden.

ARCHIVADO EN: Puerta del Sol, PSOE, PP