La cosa se está poniendo regular para el gobierno, tirando a mal. La huelga de transportes por carretera puede amargar la vida a Pedro Sánchez, pero sobre todo a los españoles que, como ocurrió hace meses, se encontrarán con problemas de desabastecimiento y las vías terrestres bloqueadas. Es cierto que ha sido convocada por un sindicato minoritario, el que acoge un número destacado de autónomas y pequeños y medianos empresarios, pero también fue así la vez anterior y gradualmente se fueron sumando los mayoritarios.
Llegaron entonces a un acuerdo, no se transportaría a pérdidas y además los camioneros no estaban obligados a cargar y descargar la mercancía. La protesta de ahora se centra en el incumplimiento de ese acuerdo, que hace inviable que un profesional del transporte pueda sobrevivir económicamente. Cuando más trabajo, más gasto. Y así no hay manera de salir adelante.
Es grave la huelga de camiones. Por sí misma, pero también y sobre todo porque el malestar generalizado empieza a calar en una parte importante de la población que ya no siente complejo para manifestarse contra un gobierno de izquierdas. La izquierda que siempre ha manejado a los sindicatos mejor que la derecha, aunque a Felipe Gonzáles le montó una huelga general Nicolás Redondo, amigo y compañero de muchos años, que fue una de las personas clave para que accediera a la secretaría general del Psoe y al gobierno, y encima lo hizo a través de UGT, el sindicato del partido.
La huelga de camioneros puede ser el principio de nuevos movimientos contra el gobierno, aunque nunca serán como los que montan los antisistema, ahora neutralizados porque los antisistema forman parte del gobierno y, aunque se han especializado en tirar piedras contra su propio tejado, parece fuerte que vayan a organizar algaradas contra Pedro Sánchez, Calviño, Yolanda Díaz, Montero y compañía. Aunque estén en alto las espadas entre Sánchez y Montero, y entre Montero y Yolanda Díaz. Un todos contra todos que no augura nada bueno por mucho que el CIS de Tezanos siga tranquilizando a Pedro Sánchez respecto a su futuro.
Además de las manifestaciones y huelgas -en plural, se preparan más- a Grande Marlaska le ha salido un problema monumental con el asalto a la valla de Melilla. Echará la culpa a la guardia civil, pero cualquiera que conozca cómo funciona ese cuerpo sabe que no da un paso si previamente no recibe la orden correspondiente. Por no mencionar que la guardia civil sigue siendo uno de los cuerpos con mayor prestigio, y si en alguna ocasión no cumple con éxito su trabajo suele ser por falta de medios o falta de las instrucciones precisas.
Y todo esto, con el Banco de España y el Banco Central Europeo advirtiendo a Pedro Sánchez que no va por el buen camino y, si no rectifica, puede recibir algún tipo de sanción vía fondos europeos.
Lo dicho: la cosa se está poniendo fea.