Julio Collado

Sostiene Pereira

Julio Collado


La educación en el alero

23/10/2023

Sostiene Pereira que el mantra más repetido ante cualquier problema social es  este: «Falta educación». Pero, a la hora de la verdad, cuando hay que invertir en edificios y personal, siempre escasea el dinero y las prioridades son otras. Los niños y los adolescentes no votan y las familias y la sociedad valoran poco el saber. Lo que se valora generalmente es el triunfar y pronto. Por eso, los líderes populares no son la científica que descubrió las nuevas vacunas ARN contra la covid ni los biólogos que avisan del difícil estado del medio ni los filósofos ni los pacifistas que predican «otro mundo es posible» ni los maestros que se afanan cada día por comprender a los adolescentes ni los sanitarios que arreglan el cuerpo y el alma. No son esos los líderes de la sociedad sino los «influyentes» televisivos que ganan mucho dinero y se van a Andorra para pagar menos impuestos o los futbolistas millonarios cuyos nombres llevan los niños en sus camisetas y conocen de carrerilla sus nombres, o el último cantante de moda. Se aspira al éxito, que es fama y dinero. Hacerse rico  rápido. Como en los juegos online al que se están enganchando peligrosamente los muchachos. Un nuevo problema social que ha generado asociaciones para su cura. Primero, se crea el tóxico y luego se inventa el remedio. Buen negocio y pésima educación. 
¿Qué pueden hacer los Colegios e Institutos ante esta escala de valores que ha creado el sistema productivo-consumista? Cierto es que nunca debió ser fácil la tarea. Sócrates ya señalaba la dificultad que tenían padres y maestros en su relación con los jóvenes. Gentes sabias y buenas como A. Machado, dieron una importancia enorme a la tarea de hacer ciudadanos y ciudadanas responsables y pacíficos, que de eso va la educación. Y de ello, escribieron largo y tendido. Quizás, han cambiado algunas circunstancias como el consumo de internet, los móviles y las redes sociales que propagan bulos y mentiras, que deben ser materia fundamental de los programas escolares, a los que sobran muchos contenidos tradicionales sin enjundia. Pero,  aprender a convivir con los parecidos y con los diferentes, aspirar a una vida buena, aprender a resolver los conflictos con la palabra y no con el exabrupto y la violencia así como a estudiar con afición y alegría para devolver a la sociedad el beneficio del saber, que es lo fundamental, eso sigue vigente.  
Y sobre todo, hay que enseñar y aprender el arte de hacerse preguntas conversando con sus iguales en edad y con sus maestros un poco mayores y con más experiencia. Esto es lo que hacen Juan de Mairena y su maestro Abel Martín de la mano y de la pluma del poeta-filósofo Machado. Hacerse preguntas elementales en las familias, en los colegios, en los bares y en el Parlamento. Preguntas como éstas a las que ya Juan de Mairena, trasunto de don Antonio, contestó a su manera:
¿Acaso no abrumamos a los estudiantes con excesivas asignaturas, con innecesarios contenidos, con irracionales horarios por ese afán consumista que lo invade todo? «Aprendió tantas cosas que no tuvo tiempo para pensar en ninguna de ellas». ¿No es hora de enterrar el eterno e inútil debate entre creencia y ciencia y, ahora, el pin parental; osea, la censura parental? «Aprende a dudar, hijo, y acabarás dudando de tu propia duda. De este modo premia Dios al escéptico y confunde al creyente». ¿No será una solución simplista contra los males del aprendizaje el recetar más repeticiones, más mano dura y más esfuerzo en vez de potenciar la motivación y la alegría del saber? «Cuando los hombres acuden a las armas, la retórica ha terminado su misión. Porque ya no se trata de convencer sino de vencer al adversario». ¿No habrá que bajar el número de alumnos por aula para que, en el aula, florezca el diálogo pedagógico, el contagio del saber desde el maestro al alumno, de éste al maestro y entre los iguales?
– «Ayudadme a comprender lo que os digo y os lo explicaré más despacio».
En fin, la escuela debe educar, informar e instruir. Por eso, son fundamentales la Educación para la convivencia y la educación afectivosexual. Los problemas de acoso escolar y la violencia machista en edades bien tempranas lo reclaman. Porque no conviene de ningún modo que enturbiemos con amenazas el ambiente benévolo, fuera del cual no hay manera de aprender nada que valga la pena de ser sabido. Meditad sobre lo que esto querrá decir».