Sonsoles Sánchez-Reyes

A otra luz

Sonsoles Sánchez-Reyes


La losa perdida

01/04/2024

En 1945, el dominico R. P. Pedro Lumbreras, director del Centro Cultural Abulense, enterado de que en la carbonera del Ayuntamiento se almacenaba una losa de mármol, arrancada casi siglo y medio antes al sepulcro del príncipe Juan en el monasterio de Santo Tomás, se dirigió al alcalde, José Tomé Bustillo, para rogar su reintegro al lugar original. La Corporación no solo accedió, sino que también costeó su restauración previa. 
En 1812, el mausoleo había sido despojado de la lápida para ser utilizada como soporte sobre el que grabar el rótulo de Plaza de la Constitución, que se fijó en su día en la fachada del Ayuntamiento.
El 8 de noviembre de 1945, aniversario del sepelio del príncipe en Santo Tomás, ante las autoridades se procedió a descubrir la losa ya repuesta al pie del sepulcro, que para la ocasión estaba flanqueado por los cuatro candelabros de bronce regalo de Isabel la Católica, dos de ellos con su inicial y escudo de armas, para alumbrar en grandes solemnidades la tumba de su hijo, y se cantó un responso. El cronista de la ciudad, José Mayoral Fernández, y el director de la Escuela de Artes y Oficios y presidente de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos, Antonio Veredas Rodríguez, disertaron sobre el sepulcro. El prior y la comunidad de dominicos invitaron a todos los abulenses al acto, que empezó a las cuatro y media de la tarde.
Mayoral recordaba que la noticia de esta "gran desgracia venida a España", como la definió el corregidor Francisco Pérez de Vergas, la supieron los abulenses cuando se hallaban congregados en la catedral ese día de 1497 en una misa de rogativa por la salud del Príncipe. Entonces, le fue entregada al corregidor una carta de Fernán Gómez Dávila, señor de Villatoro y Navamorcuende, a su esposa Doña Brianda (hija de Beltrán de la Cueva), en la que le participaba el fallecimiento del príncipe. 
El Concejo de inmediato dictó disposiciones para que nadie llevara joyas ni seda, ni ningún sastre cortase ropa de color alegre, prohibiendo tocar instrumentos, cantar o bailar. Lo que no se les ocurrió fue proscribir arrancar losas.