El bar Paticuelo de Bohoyo celebra sus 100 años de vida

I.Camarero Jiménez
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Pedro Merino y Aquilina Martín lo fundaron, pasó luego a uno de sus hijos, Antolín, y después a dos de sus nietos, 'hoy' lo llevan tres socios que saldrán a la calle con vecinos y clientes a festejarlo como merece la ocasión

El bar Paticuelo de Bohoyo celebra sus 100 años de vida

Los bares de pueblo han llegado al Congreso de los Diputados, Teruel Existe ha presentado una iniciativa para que sean protegidos, en principio los de los municipios más pequeños del país y como los bares, las tiendas y la venta ambulante. Por ello, precisamente ahora es el momento de salir en su defensa y lo vamos a hacer desde Bohoyo, que por poco sobrepasa los 200 vecinos censados y que hoy, justo hoy, celebra los 100 años de vida de su bar Paticuelo. 

Un lugar que por supuesto ha servido bebida y tapeo, pero que a lo largo de su historia también fue la centralita telefónica, ubicación del cuartel de la Guardia Civil, salón de baile -estancia que compartió protagonismo con el de Santiago Hernández 'Cacharela' y siempre al servicio de los jóvenes-... Sus dimensiones daban para eso y más y en este 22 de abril celebra un centenario en plenitud, aunque con menos metros a disposición de los clientes de los que tuvo en sus inicios y, desde que pasó la pandemia, con nueva dirección. En cualquier caso siendo testigo de un siglo de vida del precioso municipio que es Bohoyo.

Pero vamos con la historia que se ha encargado de detallarnos muy pormenorizadamente uno de los descendientes de los primeros dueños del Paticuelo, Diego Merino. Los fundadores fueron Pedro Merino Esteban y su esposa, Aquilina Martín Fernández-Nonidez, casados en 1912 quienes inauguraron el negocio. El matrimonio tuvo un buen número de hijos: Aurelia, Lucía, Andrés, Antonio, Antolín y Segundo.

El bar Paticuelo de Bohoyo celebra sus 100 años de vidaEl bar Paticuelo de Bohoyo celebra sus 100 años de vidaCuando Pedro llegó a Bohoyo (pues era de Tornavacas) y dado su carácter activo y emprendedor (heredado también por su sucesor al frente del negocio) ejerció en no pocas actividades, agricultor, ganadero, por supuesto tabernero, pescador, cazador, guía de la sierra de Gredos y también titular de aquel teléfono público del que hablábamos al principio además de dueño del salón de baile. 

De todo ello hay anécdotas que algún día reproduciremos pues el cronista de la villa y otros vecinos han empeñado tiempo, esfuerzo y entusiasmo en relatarlas a Diario de Ávila. 

Tras los fundadores, por herencia, fue Antolín quien tomó las riendas del negocio junto a su mujer, Patrocinio García, quien atendía el establecimiento con gran dedicación pues era mucho el tiempo que su marido estaba fuera ocupándose del ganado, la huerta o afanándose en la caza, la pesca. Era la década de los 70. 

El bar Paticuelo de Bohoyo celebra sus 100 años de vidaEl bar Paticuelo de Bohoyo celebra sus 100 años de vidaPara entonces, el servicio telefónico ya lo prestaba Lucía, hija de Pedro y Aquilina.

Las fiestas de los municipios, comienzan a ser organizadas por las peñas y asociaciones. En Bohoyo, se crea la 'La Peña los Serranos', «alma mater» de las mismas durante los siguientes veinte años, con grandes orquestas y festejos, impulsora también del folklore local.

Todos los eventos anteriores tienen su centro en la plaza del Juego de Pelota, donde la calleja de 'Paticuelo', sus poyos y pared, son el lugar de cita de los vecinos y visitantes.

Tras Antolín y Patrocinio cogieron el relevo sus hijos, Ángel y Pedro, con la implicación de Julia Hernández, esposa de Ángel y natural de la Aliseda de Tormes. Experta cocinera elaboró aperitivos que se hicieron famosos en la zona (esos torreznos y revolconas que tanto gustan y se degustan).

Desde entonces hasta ahora han pasado muchos años y llegada la jubilación llega nueva sangre al negocio. 

Desde que la pandemia se alejó lo regentan Jaime Sánchez, natural de Bohoyo y con él, Paloma Martínez y Diego Pérez (los tres ataviados con camisetas verdes aparecen en una de las fotos que ilustra este reportaje). 

Martínez y Pérez llegan desde Madrid y es que han visto en este negocio una oportunidad de volver al pueblo e iniciar un nuevo modo de vida. Hoy lo festejarán por todo lo alto.

Pero volvamos un poco más a aquel 'ayer', cuando la vivienda 'Casa Paticuelo' se dividía en tres plantas. La baja estaba dedicada a taberna, a despacho de vinos y a juegos de cartas (especialmente al del Cinco y Caballo tan propio de esta parte de la geografía abulense).Desde la taberna se entraba al salón de baile y al almacén, que en ocasiones también se convertía en sala de celebraciones. Tenía sótano, a modo de bodega pero en no pocas ocasiones llena de agua pues por debajo de la pared pasaba una regadera, relatan nuestras fuentes en este reportaje tan especial para el pueblo.

La segunda planta era el hogar de la familia y el que acogía la única centralita del pueblo.También allí estuvo el cuartelillo de la Guardia Civil durante unos años. 

Eran los tiempos de las cacerías que tanto prestigio dieron a Gredos (y que en algunos casos organizaron los fundadores del Paticuelo y sus descendientes) y que atraían a nada menos que a Alfonso XIII pero también al Conde de Villada, el Marqués de Valdueza, Hemingway o Manolo 'Caracol'. Eso, al menos, recuerdan los vecinos y la familia de este establecimiento.

Recuerdos que permanecen grabados casi a fuego, los de las fiestas del pueblo, pero también otros como aquellos tiempos cuando en los bares se servía la 'leche helada' en un momento en los que no había frigoríficos y, mucho menos, congeladores.Entonces, los mozos subían a la sierra con caballerías a por el hielo, a los neveros de lugares como 'la cocinilla' o el 'barranco de los lobos' para enfríar la bebida. Explican que en esos parajes se cortaba el hielo con segurones «en trozo de más de un metro y cuatrenta por cuartenta, para llevarlos metidos en sacos y rodeados de paja para procurar su mejor conservación.

Bohoyo lugar de tradición, de celebración, el bar fue testigo de las fiestas en la plaza en la que se ubica 'Juego de Pelota' pues allí se jubaba precisamente a ello, también se festejaban los carnavales, el 15 de agosto o el 2 de octubre. En ocasiones con la música de la dulzaina del tío Merendilla (1940-1955), un vecino de Navamojada que animana las fiestas tanto de Bohoyo como de sus anejos y en las que también se tocaba la trompetilla, el tamboril y el tambor. Son los recuerdos del Paticuelo, los del 'baile del vermut' acompasado con jotas serranas y pasodobles... 

Orgullo de pueblo, de un Bohoyo que quiere 'volver a los papeles' y que por eso se ha puesto en contacto con Diario de Ávila a través de Diego Merino descendiente de los fundadores de este bar y quien se ha asesorado por el cronista de la localidad, Alfonso Hernández Martín y por ilustres e ilustrados vecinos como Hipólito González 'Polín Quevedo' para reclamar la función de un bar que sigue y sigue, contra viento y marea, y siendo testigo del devenir de los tiempos. Desde aquí deseamos  larga vida al Paticuelo.