Mientras otros como Ederson lucen tatuajes en los tatuajes, Grealish festeja como si llegase una nueva 'ley seca' y terceros presumen de músculos, zapatillas de 1.000 libras o cortes de pelo donde no hay un milímetro para la improvisación, el chico de la final sonríe orgulloso en un discreto segundo plano. Tranquilo. Silencioso. Ya saltó todo lo que tenía que saltar en el vestuario del City, mientras le cantaban «Rodri is on fire, your defense is terrified!», como al norirlandés Will Grigg. Ya explotó todo lo que tenía que explotar a los 67 minutos y 30 segundos de la final, cuando se encontró un balón en la defensa del Inter, le metió un interior sólido e hizo historia. Inmensamente feliz, pero sosegado y sereno como el encargado de conducir en una noche de juerga, Rodrigo Hernández dejó las celebraciones en Mánchester y viajó hacia Rotterdam en busca de un nuevo título, ahora con España.
Si es o no, el mejor mediocentro del mundo es un debate estéril. Indudablemente, es el mediocentro del momento. El mejor en el año del triplete. El 'número uno' en la Liga de Campeones, aunque el algoritmo que emplea la UEFA en su web oficial le den el tercer peldaño por detrás de Haaland y Vinícius. Ha sido el sexto de la competición con más minutos (996), tercero de su equipo tras Ruben Días y Gündogan; ha sido el que más pases ha dado, el que más balones ha recuperado (72) junto a Otamendi y el futbolista decisivo en la fase final: goleando ante el Bayern con un zurdazo a la escuadra, robando dos pelotas decisivas en la exhibición de semifinales ante el Real Madrid y sentenciando al Inter de Milán en la gran final.
Si no fuera por sus 191 centímetros y sus 82 kilos, ni siquiera llamaría la atención sobre el césped. El rival buscaría dónde se le ha escapado el partido y, posiblemente, revisando el vídeo determinaría que el '16' detuvo primero y originó después casi todo lo que sucedió en el choque. Desde pequeño, en el Rayo Majadahonda, tuvo el extraño sentido posicional de quien ya es jugador de élite sin saberlo. «Nunca pierde el sitio y siempre elige la mejor opción», se escribió en el informe que manejó el Atlético de Madrid para ficharle (llegó al club a la vez que los hermanos Hernández, Theo y Lucas).
Viaje fugaz
Los ojeadores del Villarreal intentaron (y lograron) pescar en los grandes ríos revueltos que son las canteras de los 'grandes', y se fue libre hacia Castellón, donde acaparó todos los focos en la temporada 2017/18, cuando Bruno Soriano sufría una grave lesión y aquel muchacho larguirucho se convirtió en el mediocampista revelación de la temporada.
Equilibrado, serio y responsable, una 'rara avis' en el fútbol de alta competición, Rodri comenzó su meteórico ascenso, moviendo 90 millones en tan solo dos años (20 del 'Atleti', 70 del City: Guardiola encontró 'su' Busquets sin quitárselo al Barça) para asentarse en la élite.
«Jugar aquí es muy exigente», mantiene en esas entrevistas en las que comparece como un estudiante recién licenciado (cogía aviones de Mánchester a Castellón para hacer los exámenes de Administración y Dirección de Empresas). Se ha pegado al 'míster', consciente de que su técnico adora el fútbol en general y su posición en particular, y el propio técnico se lo dijo en el descanso de la final: «Eres un líder. Cambia la mentalidad». Y el chico de Villanueva de la Cañada, aquel central que se sacó de la manga Luis Enrique en el Mundial para sacar la pelota limpia, aparcó los nervios en la caseta y dirigió. El premio ya luce en su vitrina.