"La música ha abierto todas las puertas de mi vida"

E.Carretero
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El que está considerado segundo mejor luthier de saxofón de nuestro país, cuya relación con la música empezó siendo muy pequeño tocando dulzaina y tambor, es también el impulsor de la asociación cultural Bandué Percusión

"La música ha abierto todas las puertas de mi vida" - Foto: David González

La música lo es todo en la vida de José Antonio Zazo Montero (Ávila, 1984), al que prácticamente todo el mundo conoce como Nano. La música es su profesión, su ocio, sus amigos, su evasión y también lo que le roba el sueño y le quita el tiempo. Todo. Y sin embargo la relación de este abulense con la música siempre ha sido fruto de la casualidad. De ese estar en el lugar adecuado en el momento adecuado y de encontrarse con esas personas que abren puertas. El primer contacto de nuestro protagonista con la música, de la que luego ya jamás se ha alejado, fue así, casual. Con 8 años, cuando su hermano, solo un año y medio mayor, asistía a la Escuela de Dulzaina y Tambor y el pequeño Nano se quedaba fuera escuchando cómo sonaban los instrumentos detrás de la puerta. Un día, recuerda, sin darse cuenta, sus nudillos trataron de repetir esas cadencias en la jamba de la puerta y el profesor paró la clase para ver qué es lo que sonaba fuera del aula. Lejos de regañarle por interrumpir sus explicaciones, le invitó a unirse al grupo, le sentó en sus piernas y le dio un cajón. «Me metió la percusión en las venas», asegura al recordar aquel momento, fundamental en su vida, y a Teófilo Sánchez, ese profesor de caja y tambor que descubrió el potencial musical de un niño que desde entonces vive por y para la música.  

La inquietud musical de Nano era tal que con apenas 14 años se animó también, además de con la caja y la dulzaina, con el bombo, el yembé o el cajón flamenco. «Me piqué al instrumento de mano», reconoce quien podía pasar horas haciendo percusión en cualquier plaza o calle de Ávila, en lo que convirtió en un hobbie y una forma de ocio. También por aquella época, junto con su hermano, su padre y su tío, nació el grupo de dulzaina Azor, que sigue en activo y con el que han animado las fiestas de prácticamente todos los pueblos de esta provincia y las de decenas de otros de fuera de Ávila. Pone como ejemplo Mijares, donde el grupo lleva actuando más de 20 años. 

Algún tiempo después, rememora, nació Yembalé, grupo que fusionaba la dulzaina y la percusión y que más tarde, y tras descubrir la percusión brasileña, evolucionó a Yembalé Brasilian Set, grupo al que se fueron incorporando primero familia y amigos y más tarde gente con ganas de tocar y de hacer música alegre y festiva. Las obligaciones familiares, el trabajo y, sobre todo, la pandemia pusieron el freno a esta formación que en el poco tiempo que estuvo activa se hizo un hueco destacado en el apartado de fiestas locales de esta provincia y de otras cercanas.  

A finales de 2022 y retomando todas esas experiencias Nano se embarcó en un nuevo proyecto musical mucho más ambicioso y abierto a la sociedad que las iniciativas anteriores. Así nació la asociación cultural y educativa Bandué Percusión,  dedicada a la práctica, promoción y difusión de los ritmos de percusión afrobrasileños. 

¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza sobre Ávila?

Hogar, familia, amigos y tranquilidad.

¿Qué es lo que más le gusta de Ávila?

Su cercanía y tranquilidad. Esa facilidad que aquí se tiene para poder juntarte con tu gente y estar cerca de las personas. El campo, también. Lo cerca que estamos del campo. Yo me crié en una finca en Narrillos de San Leonardo y allí viví hasta los 37 años. Me encanta.  

¿Y lo que menos?

Lógicamente tiene carencias sobre todo la falta de unión que existe. Me da la impresión de que cada uno mira por su lado, que va a lo suyo. También la falta de oportunidades que hay y que obliga a los jóvenes a irse fuera. Ávila se está despoblando, cada vez hay menos jóvenes porque no hay opciones para quedarse. 

Un lugar de la ciudad para perderse.

El campo en general y el Valle del Tiétar en particular. Es llegar al Puerto El Pico y... respiro. También me gustan los ríos, las charcas y las pozas; ahí soy feliz. Y soy muy setero. Me gusta perderme en los pinares. 

Un recuerdo de su infancia.

Las nevadas de verdad. En la finca nevaba muchísimo, tanto que no podíamos ir al colegio porque el autobús escolar no nos podía recoger.  

Un personaje abulense que le haya marcado.

Teófilo Sánchez, de Los Talaos, que aunque no es de Ávila sí estuvo vinculado a la ciudad. Era profesor en la Escuela de Dulzaina y Tambor y fue mi maestro de caja. Él fue el que me animó a tocar.  

El mayor cambio que necesita Ávila es…

Ávila necesita un cambio cultural, que haya más actividad y zonas que sean epicentros culturales. Más cultura en la calle. También que exista más unión. 

Y tiene que mantener…

Su esencia, sus tradiciones y el Mercado Medieval, que para mí es la gran fiesta de Ávila y que yo disfruto mucho. 

¿Qué le parece la ciudad hoy en día?

Un poco parada debido a esas dificultades en la comunicación y a esas carencias culturales. Concierto, por ejemplo, hay muy pocos y también pocos festivales...

¿Cómo ve la ciudad en el futuro?

Como la cosa no cambie.... la veo vacía. Tiene que salir de este aislamiento en el que se encuentra. No podemos ser los únicos tontos que tengamos que pagar 12 euros por ir en coche a Madrid. Perder el AVE supuso perder muchas oportunidades. Y, por otra parte, el que no haya industria hace que la gente se tenga que ir. 

¿Qué puede aportar a la ciudad?

Música, cultura, alegría que es lo que llevo muchos años aportando. Me gusta poder dar esa pequeña alternativa a esta ciudad.