Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


Progresismo

17/10/2023

El que la política actual me de alergia, y prefiero no tocarla, no quita para que esté informado de lo que hay en política por ahí. Y ésta es mi particular visión de un tema de actualidad. Las palabras progresía y progresistas, en política, tienen un significado mas allá del lingüístico, y a todas horas las oímos en la radio, la tele, o en periódicos, y no digamos en discursos o peroratas de políticos, hasta el punto de llegar casi a cansarnos, pero este machaqueo de la palabra es un arma política para el que la sabe manejar. Pero ¿que es el progresismo político? Como es costumbre en mí, lo primero que hago es echar mano al diccionario, que es como el libro de cabecera para el ignorante del significado de las palabras. Busco "progresar", verbo del que se derivan todas las demás; y dice: «Avanzar, mejorar, hacer adelantos en determinada materia». Como se ve, esto no es exclusivo de la política, y se puede aplicar a muchas cosas. Progreso: «Acción de ir hacia adelante». Tampoco aquí se ve ninguna relación exclusiva con la política. Progresista: «1.-Dicho de una persona o de una colectividad de ideas y actitudes avanzadas. 3.-Dicho de un liberal español, del sector mas radical del liberalismo, que se constituyó en partido político». Bueno, aquí sí que hay una implicación muy directa con la política, aunque creo que esta acepción 3 podría ir mejor al diccionario de la historia. Y el coloquial «progre», mas bien peyorativo de progresista, que alguno conocemos.
La palabra progreso, y ese derivado político de progresista, son palabras que han acaparado la izquierda, las han secuestrado a los demás, y no hay mas progresismo que de izquierdas. Para la derecha, incluso para el centro, solo queda la antítesis, todo lo contrario, ser conservador, retrogrado, viejuco, sin ideas, carca y facha. Es una forma de hablar, pero que la izquierda lo utiliza muy bien, para denigrar al contrario, y que solamente los progresistas, de izquierda por supuesto, son los únicos que pueden hacer transformaciones sociales y culturales. Su base fundamental es el pragmatismo, vulgarmente lo práctico, que asumiendo el principio amoral maquiavélico de «el fin justifica los medios», es capaz de aliarse hasta con el diablo, para conseguir un fin concreto; decir hoy una cosa y mañana la contraria, porque así convenga, sin mover una ceja; y también modificar la historia verdadera y documentada, por otra de su exclusiva visión e interés, pues todo vale para el progresismo de izquierdas, que algo quedará, aunque algún día pudiera rectificarse.
  Algunas de sus características en la actualidad son, Antirracista, buscando la igualdad incluso con minorías étnicas. Feminista, contrario a todo lo que degrade las condiciones de la mujer; igualdad con el hombre en todo, algo imposible entre géneros distintos, pues el unisexo no existe, y representación social por cuotas, no por valores, impuesto aunque solo fuera por avanzar en feminismo; que estas puedan decidir sobre su cuerpo, por lo que se puede legalizar el aborto, liberarse de otro ser que no se quiere. Liberalismo sexual, según el cual pueden aceptar todo, la homosexualidad, la bisexualidad, los métodos anticonceptivos, las relaciones prematrimoniales, y otras incluidas en la educación, incluso infantil, asumiendo la bandera de LGTB. Laicista: todas las confesiones religiosas son aceptadas por igual, en cuanto no intervengan en asuntos políticos. Ecologista, protector de los animales, a los que se les da derechos, especialmente a las mascotas; protección extrema de la naturaleza, incluso revertir situaciones ya consolidadas; tendencia a lo vegano o vegetariano. Reformista, en casi todo, en lo social, lo institucional, lo económico y por supuesto, lo político, con inclinación a lo republicano, y si hay que cambiar leyes fundamentales o constitucionales, pues se cambian. Financiamiento público, en casi todo y totalmente, en el sistema sanitario y en el sistema educativo, principalmente.
El término progresista viene ya del siglo XIX. En España existió un partido progresista, bajo el gobierno del general Espartero (el Bienio Progresista, de 1854-6), y en s. XX competía con el partido socialista, que ahora ha asumido el progresismo; solo hace falta un líder con buenos modales y buena labia para arrastrar a los seguidores, como un poderoso flautista de Hamelin. ¿Quién no quiere progresar? Y todo esto regado con un montón de subvenciones, ayudas, derechos que todo el mundo reclama, unos con razón, otros discutible y otros sin ninguna. ¿será por dinero? Si no lo hay, se suben los impuestos o no se rebajan los que ya existen y así engordar las arcas del Estado, con tendencia a un poder omnímodo: y si aquel es insuficiente, se pide prestado, se emite Deuda Pública, que ya la pagarán otros. Un estado del bienestar que en justicia llegue a todos teóricamente, pero bajo el paraguas de una ideología, sin mas límites que los que imponga la naturaleza o la humanidad, que sabemos son impredecibles. Todos los partidos políticos tienen ideas de progreso y de reformas; pero el término progresista, según ha calado en la mente de muchos, y muy bien utilizado en exclusividad, solamente es de izquierdas.