Gabriela Torregrosa Benavent

Cosas veredes

Gabriela Torregrosa Benavent


Casa con 18 puertas, mala es de guardar

10/07/2023

Imaginemos que un suntuoso y codiciado tesoro se halla en la habitación principal de una casa que cuenta hasta con 18 accesos diferentes, cada uno con características dispares entre sí: mientras uno está custodiado por un perro guardián, otro franqueado por una verja, otro más situado a considerable distancia del objetivo y aún otro es angosto o está deficientemente iluminado; por el contrario, existen otras puertas que son expeditas, se ubican muy próximas a la meta, o son anchas y luminosas. Si a los aspirantes a lograr hacerse con la preciada fortuna les viniera determinada de antemano la entrada por la que pueden ingresar, sin caber elección, a nadie se le escapa que, más allá de su valía personal y su preparación para el reto, verían aumentar o disminuir sus posibilidades de alzarse victoriosos en función del acceso que les hubiera sido impuesto.
Esta especie de parábola presenta una situación tan palmariamente injusta para los rivales como la que dibujan los 18 tipos de pruebas de acceso a la universidad con los que cuenta nuestro país, uno por Comunidad Autónoma, además de Ceuta y Melilla, convirtiéndose en las diversas puertas de entrada a la anhelada plaza universitaria con la que se sueña o a la que llama la vocación: EBAU, EvAU, ABAU, PAU…
Si el distrito es único para todo el país, no tiene sentido competir por idénticos puestos a través de procesos diferentes. Sólo podrían entenderse pruebas distintas si cada una fuera exclusivamente la llave para el respectivo distrito universitario. Los principios de igualdad, mérito y capacidad deben inspirar todo procedimiento de concurrencia competitiva ante una administración pública. Cualquier elemento que altere esta garantía de neutralidad es directamente inaceptable. Y el rendimiento académico debe ser premiado por igual en todo el Estado.
Si el examen MIR es único para todo el territorio nacional, ¿por qué 18 exámenes diferentes de acceso a las Facultades de Medicina? Todos los años son miles los jóvenes que despiertan a una realidad claramente abusiva con el jarro de agua fría del agravio comparativo en las carreras con notas de corte. Ven cómo sus calificaciones resultan bajas en el listado general de admitidos, con las primeras líneas copadas por estudiantes de CCAA donde la Selectividad arroja notas medias objetivamente más altas que la propia, y deben conformarse con cursar otro Grado desde el que, en el mejor de los casos y con mucho esfuerzo, al término del primer año realizar un traslado de expediente al Grado deseado mediante las necesarias convalidaciones. Incluso una vez llegados allí tras el largo recorrido, los afortunados que hayan podido culminar el objetivo se han dejado "pelos en la gatera" en forma de tiempo y dinero invertidos o ilusiones perdidas. 
Cada curso académico, el alumnado que debe enfrentarse a la EBAU vuelve a suscitar la reclamación de una prueba única y denuncia las desigualdades inherentes al actual modelo. Pero el número de jóvenes estudiantes que se enfrentan a la Selectividad cada año no es lo bastante elevado como para convertirlos, junto con sus familias, en un grupo representativo capaz de ejercer la presión suficiente para influir en el legislador. Al año siguiente, pasarán el testigo a otros, y ellos dejarán de preocuparse directamente por el tema. Esta falta de corporativismo es, sin duda, uno de los factores que subyace en la prolongación de este perjuicio no resuelto durante años, a pesar de que países de nuestro entorno como Italia, Alemania, Francia o el Reino Unido cuentan con una prueba única de acceso a los estudios universitarios para todo su territorio nacional.  
Urge que el Gobierno que surja de las urnas el próximo 23-J ponga fin a esta flagrante discriminación que genera tantas distorsiones en el sistema, homogeneizando los niveles de exigencia e impulsando una EBAU única con los mismos criterios de corrección, para erradicar esta dispersión actual que vulnera peligrosamente la igualdad de oportunidades. No podemos mandar a los jóvenes el mensaje de que los subterfugios funcionan y que la sociedad consiente que se perpetúe la falta de equidad. Les estaríamos haciendo un daño de difícil reparación.