Sonsoles Sánchez-Reyes

A otra luz

Sonsoles Sánchez-Reyes


Sánchez Mejías y Teresa

29/01/2024

El elemento que consagró al torero sevillano Ignacio Sánchez Mejías (1891- 1934) como un mito popular en todo el mundo es el poema que Federico García Lorca escribió a su muerte. Pero Sánchez Mejías fue un torero tan atípico como fascinante que, incluso sin la existencia de la elegía de García Lorca, merecería ser recordado por méritos propios como figura de la cultura en sentido amplio.

El 20 de febrero de 1930, Sánchez Mejías pronunció en Nueva York, para la Universidad de Columbia, la conferencia "La Tauromaquia" o "El pase de la muerte". La escribió en una noche en hojas de papel del hotel, sin apoyo de documentación, de memoria. Incluyó una mención a Teresa de Jesús relacionada con su amigo, insigne teresianista abulense:

"Cuenta el Marqués de San Juan de Piedras Albas, en su reciente libro sobre Santa Teresa y los toros, que encontrándose la santa en Medina del Campo, ocupada en los preparativos de una de sus fundaciones, se le ocurrió poner en cultivo un huerto (…) no sabía con qué labrar la tierra y se le ocurrió pedir a un hacendado rico del pueblo un par de bueyes para el trabajo de la tierra. El hacendado, hombre incrédulo y de mala condición atendió con hipocresía el deseo de Santa Teresa, diciéndole que estaba conforme en regalarle dos bueyes con la única condición de ser ella misma quien fuera a recogerlos y quien los unciera al yugo del arado. Teresa de Jesús no puso inconveniente en aceptar y fue a la hacienda acompañada de un servidor del hacendado al que su jefe había advertido que le diera un toro bravo que se hallaba entre los bueyes mansos. La santa llamó al toro por su nombre, Berrendo, y puso su mano sobre el testuz de la fiera. Ante el asombro de todos los criados presentes lo unció dulcemente al yugo como si se tratara de un corderillo".

Sánchez Mejías mezcla los dos milagros de Teresa de Jesús a los que alude el marqués, de sometimiento de toros bravos: el 15 de agosto de 1567, durante la segunda fundación teresiana, la de Medina, como aparece en sus Fundaciones; y a finales del verano de 1568 en una localidad de Ávila, Duruelo de Blascomillán.