Francisco Javier Sancho Fermín

De bien en mejor

Francisco Javier Sancho Fermín


Si no quieres ser conducido por otros: ¡lee!

21/04/2023

La frase del enunciado no es mía, aunque tampoco sabría decir si pertenece a algún autor concreto. ¡Es parte de mi ignorancia! Simplemente tomo prestada esta frase que, últimamente me he encontrado en diversos lugares, aunque formulada de otras maneras. Es uno de esos pensamientos que, si uno lo toma con seriedad, te deja algo perplejo y dándole vueltas. Y más en el contexto actual en el que nos movemos. Por un lado, estamos a punto de celebrar el día del libro. Y, por otro lado, estamos ya metidos de lleno en el marketing electoral.
La fiesta del libro, acompañada por los mercados, la promoción, la oportunidad de «vender más» no deja de tener su valor e importancia. Siempre se ha dicho que, al menos en España, leemos poco y que es un común denominador bastante extendido el que dedicamos, por lo general, poco tiempo a la lectura. Y me viene a la mente lo que, en muchas ocasiones, he podido constatar en mis viajes por el mundo, especialmente por el centro de Europa. Resulta significativo el contraste cuando uno, por ejemplo, viaja en el tren. En Alemania frecuentemente se encuentra uno familias viajando juntos los fines de semana. Padres y madres con sus hijos, y todos entretenidos leyendo un libro. Aquí en España todavía hay personas que hacen uso del libro cuando viajan en tren, aunque la inmensa mayoría está entretenida, perdiendo el tiempo, con los móviles. En muchos casos para hacer un viaje alternativo por el mundo de las redes, o simplemente para jugar.
En principio no sería esto ningún problema. Al fin y al cabo, cada uno se entretiene como quiere o como puede. Pero sí que hay una gran diferencia en lo que una u otra elección puede aportar a la persona. El camino del entretenimiento acaba en sí mismo y permanece ahí como un reclamo permanente. El camino de la lectura (salvo lecturas banales o de simple entretenimiento), sin embargo, aporta un plus interesante a la persona. No sólo ofrece información, sino que enriquece el lenguaje, abre el panorama de comprensión de la realidad, ofrece bases ciertas de interpretación y potencia el pensamiento autónomo y crítico, más allá de los gustos o tendencias personales. En definitiva, la lectura va enriqueciendo a la persona culturalmente y la prepara para no ser tan fácilmente manipulable por las tendencias, las modas, las noticias o las fake news.
Y en situaciones pre-electorales, como la que nos acompaña ahora, la lectura es, posiblemente, la mejor defensa que tiene el ciudadano para no caer en la trampa de la manipulación. No sólo porque la tendencia propagandista apunta a hacer emerger la grandeza de uno y la miseria de los otros, sino porque –tras estudios bien organizados– el marketing político busca incidir allí donde la persona es más vulnerable, con el propósito de orientar su voluntad hacia el interés particular del partido que lo promueve.
 No es una cosa que se dé solo en el ámbito político. Porque, al fin y al cabo, la supervivencia y el éxito de todo el sistema consumista sobre el que se mueve nuestra sociedad necesita encontrar las vías para poder manipular y controlar a las personas; y, de este modo, conseguir satisfacer sus propios intereses. Es por ello que, la apelación a los sentimientos, al gusto y al disfrute, a la par que te garantizan «éxito y libertad», son instrumentos muy efectivos, especialmente en aquellos sectores donde prima una visión de la vida materialista y funcional.
Estas técnicas, tan metidas en el aparato propagandístico, son capaces de suscitar fidelidades «fanáticas», a la par que estigmatizan a los contrarios. Es cierto que forma parte del «juego político», pero, al fin y al cabo, son técnicas de manipulación que atentan contra la dignidad y contra el libre pensamiento de los ciudadanos. Pero el mayor problema es que favorecen y justifican el que cada uno permanezca feliz con su propia ceguera, sin darse cuenta de las limitaciones y condicionantes.
No todo vale, y no todo es verdad. Pero no parece importar. Quien se cree en posesión de la verdad absoluta, difícilmente se abre a nuevas perspectivas o a un diálogo fructífero. Su única meta es imponer su pensamiento, o eliminar a quien no lo acepta. Una solución puede ser la del libro: ¡lee!, si verdaderamente deseas ser libre y auténtico.