La figura de las dehesas boyales se remonta al reinado de Alfonso X quien ya hiciera concesiones de tierras a los habitantes de las aldeas de Ávila, con el propósito de proporcionar unos enclaves donde pudieran sembrar pan para las familias y mitigar el hambre de los bueyes. Pero, aunque el origen de las dehesas boyales nace con Alfonso X sería más tarde, entre 1273 y 1275, cuando estas concesiones se consolidan. Pasarán a ser "heredamientos para labrar la tierra para pan y grandes dehesas de pastos para bueyes". En las cartas recibidas en el Reino refiriéndose a San Bartolomé de Pinares, El Hoyo de Pinares y Burgohondo, consta en los archivos que "los Caballeros abulenses vivían en lugar esquivo de muy grandes peñascales e montañas que no avian de suyo heredamientos en que pudiesen sembrar pan Nin por visquision".
Con el paso del tiempo la figura de tales concesiones fue evolucionado y adaptándose a las épocas, pero sin variaciones en el concepto y la función elemental para el que fueran otorgadas, aunque sí habría ligeras adaptaciones, pero siempre fieles al concepto primitivo.
Ya no se conceden sólo para los bueyes como principal aprovechamiento pastoril, sino que se amplía en general al ganado vacuno y caballar y los puercos para matanzas domésticas. La adhesión del caprino sería mucho más tardía. El caprino se añade como anexo al aprovechamiento de las bardas, monte bajo y matorral. El porcino, las montaneras de encinas y robles rebollos y el ovino para los bordes de las vías de acceso y el pastoreo tras la siega de los trigos cebadas y centenos. Estas concesiones evolucionan a lo largo de la historia hasta convertirse en entes que gozan de jurisprudencia propia, como sucediera con muchas comunidades de regantes, siendo gobernadas por las llamadas Juntas de la Dehesa y 'Juntas de los Cauces' cuyo cometido no es sino la gestión y administración de sus bienes y su patrimonio, y el repartimiento justo y proporcionado de los recursos. Se amplían en muchos casos sus competencias y ya no se limitan a la gestión del pastoreo, sino que asumen también la explotación forestal, leñas, el aprovechamiento de sotobosque de jara y estepa como combustible en los hornos de pan y las fraguas e incluso es necesaria su aprobación y conformidad para la actividad cinegética. Durante un largo periodo el sistema por excelencia de explotación de los pastos es un régimen de aprovechamiento común regido por la Comunidad de Ávila y su Tierra (posteriormente Asocio de Ávila).
Ante la evidente sobreexplotación de los pastos, por el auge de la ganadería y el aumento en la demografía, se hace necesario un plan de regulación que fije plazos y épocas hábiles para el pastoreo y un plazo de veda y guarda para la recuperación de recursos, que garantice la sostenibilidad del propósito inicial con que las dehesas boyales fueron concebidas.
Aparecen entonces los más arcaicos procedimientos de marcaje y señalización de los terrenos que por diversas razones están "acotados al pasto". Un fragmento de retama o barda bien visible pillado entre dos piedras en el lomo de la cortina de las paredes, en los vértices de las lindes y en los tallares, serán las "tablillas" que definen los límites del coto, y su quebrantamiento será severamente castigado por la ley. De igual manera entre las normas no escritas, pero de obligado cumplimiento, las bestias de tiro en las callejas, veredas y majadales que dan acceso a terrenos de propietarios diversos y que serán por tanto pastos de todos y de nadie, irán siempre durante las labores de siega, trasiego y recolección, provistas de bozal que impida el pasto accidental y carranca, tarangallo, cepo o tanganillo, que a modo de traba o lastre impida el libre deambular de las bestias.
Los diferentes concejos y villas comienzan a reclamar derechos usurpados por los señores de la nobleza y se constatan los primeros pleitos entre campesinos y señores, así como diversos litigios entre villas colindantes.
El 'Concejo de Hombres Buenos' de la Tierra del Burgo al que pertenecía Navaluenga con San Millán y Valdebruna, gestionan desde el siglo XII las dehesas boyales.
En la penúltima década del siglo XIV se celebra juicio en Navaluenga contra los abusos cometidos por Pedro Dávila y Bracamonte 'El Viejo'. Los hechos en litigio son los linares en San Millán usurpados por el noble. Sancho Fernández deja testimonio escrito en su testamento de su voluntad de que ni los hijos ni los nietos del su linaje no osen aceptar del noble ni su casta pago alguno por las tierras ocupadas.
Se habla ya de Ordenanzas de la Caza y La Pesca en los Libros de Acuerdos conservados en el archivo municipal que abarcan casi la totalidad del siglo XVI. En dichas Ordenanzas se insta a abstenerse de utilizar "trasmayos", esparavel y redes de arrastre en los frezaderos del río, así como a la conveniencia de señalar las zonas donde se hayan envenenado los lobos y a retirar durante el día los cepos dispuestos para lobos y zorras por el peligro que suponen para animales y personas.
En el alto y medio Alberche se reclaman derechos al Señor de Las Navas Pedro Dávila elevando los requerimientos al Procurador de la Tierra de Ávila quedando en las sentencias escritas las declaraciones de testigos de Navaluenga, Navalosa y Naval Vado.
"Juan López de Navalvado se atrevió a narrar los abusos de Pedro Dávila en la zona de Burgohondo, esta demanda non la pusiera agora nin la osara poner salvó porque cree quel rrey e la rreyna, nuestros señores, e su justicia quieren defender sus vasallos".
"Los nietos de Sancho Fernández que vivían en Navaluenga se han atrevido a contar como fuere despojado de sus bienes su abuelo porque en visto lo que aquel señor corregidor haze en esta tierra e creyan que les harían justicia y les defendería de cualquier daño".
También se trata en este juicio los intereses dolosos sobre joven viuda para pagar un carro y dos bueyes que quiere el Señor de Villafranca y Las Navas, quien haciendo uso de malas artes usurpa tierras de labor a la viuda para liquidar la deuda.
"Juan López de Navalvado, por cazar con su ballesta en los montes de comunales de la comarca de Yruelas, el Alcalde Cogollos le habría embargado hacia tiempo su ballesta y dos Venados que quiso vender en Navaluenga".
¡¡Coño!! Aquellos que defienden que los ciervos en nuestras sierras nunca existieron y son un capricho moderno... Pues resulta que ya, antes de que los tatarabuelos de nuestros abuelos pusieran los pies en estas tierras, saltaban de los encames en estos montes los venados...