La vida en blanco y negro

Ana Agustín
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Ramón Martín González o Martín La Ruina, como es conocido en los ámbitos fotográficos, acaba de ser seleccionado para llevar su personal imagen de la sociedad de Ávila por el mundo

La vida en blanco y negro

De ojos claros y mirada un tanto  soñadora, Ramón Martín González o R. Martín La Ruina, como le gusta prodigarse en los ámbitos fotográficos, un hombre veterano y curtido en mil ‘batallas’, a juzgar por su forma de presentarse al mundo; ha sido seleccionado por la Fundación Antonio Saura y la Fundación de Ciudades Patrimonio de la Humanidad para representar a Ávila con una serie de fotografías de la ciudad que le acoge, en la que vive y que le sirve de inspiración para numerosas de sus imágenes. ‘15 fotógrafos, 15 ciudades únicas’ es el título de la muestra en la que Ramón va a participar, un exposición  que se divide en dos y que recorrerá, por una parte, algunas de las ciudades más importantes del  mundo y, por otra, las quince ciudades Patrimonio de la Humanidad españolas, incluida la amurallada Ávila, musa de sus creaciones en blanco y negro. Sí, elige el blanco y negro como medio de expresión fotográfica y duda cuando le preguntamos si también ve la vida en esos dos colores o ‘no colores’. Duda y se sonríe. «A veces la veo morada», añade.

De formación autodidacta,  Martín La Ruina se inició en  el arte de captar el entorno más próximo en una instantánea allá por el año 1965, cuando un tío emigrado a América le regaló una Zeiss Contina, cámara de fotos que aún conserva, como conserva la pasión  por la imagen. «Soy fotógrafo de calle», confiesa mientras muestra a esta redacción algunas de sus obras con cierto recelo. Son las que ha realizado para la ocasión tan especial  que nos ha llevado a contactar con él. Ocho imágenes, ocho impactos, ocho razones cotidianas, ocho detenidas observaciones, ocho obras de arte. Cuatro de ellas formarán parte de la exposición mundial y las otras cuatro recorrerán, desde el próximo día 31 de octubre, fecha en la que se inaugura la muestra en Alcalá de Henares, todas las ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Médico de familia de profesión, ejerce en la localidad de Piedrahíta donde la luz rebosa. Pero Ramón se ha sentido siempre, de manera casi inexplicable e innata, atraído por la imagen. Posa su mirada reflexiva en las cosas y en la figura humana en todas sus condiciones con tal naturalidad que el espectador de sus obras parece integrarse en la fotografía casi sin darse cuenta. Los laboratorios han formado parte de su vida. «En mi casa siempre había algún laboratorio químico. He tenido siete casas y en cada casa ha habido uno». Se reconoce como fotógrafo sin grandes pretensiones, que trabajaba para sí mismo. Nunca le han interesado los premios, confiesa, aunque ha ganado unos cuantos, ni darse a conocer en los círculos artísticos, pero ahora es el fotógrafo escogido para representar Ávila en el mundo, nada menos.

En su página web (martinlaruina.com) ofrece pinceladas (como  las de un pintor ante su lienzo) de lo que hace y fue precisamente esa ventana virtual la que les sirvió a los organizadores de estas exposiciones para decidir que querían  sus fotos en la muestra en la que estarán representados, a través de sus obras, fotógrafos con un más que reconocido prestigio a nivel mundial.

Tuvo tan sólo diez días para poder realizar el trabajo que le pedían tanto la Fundación Saura como la de Ciudades Patrimonio de la Humanidad. La ‘Puerta del trasiego’ (puerta del Alcázar o arco del grande, como vulgarmente es conocido por los abulenses), el mercado de los viernes, el ‘Banco grande’ (imagen de la plaza de Santa Teresa) o una curiosa instantánea del pórtico de San Vicente en la que los contrastes de la vida son más que evidentes, forman parte de la colección de ocho fotografías de Martín La Ruina que se incluirán en estas muestras. Su interés por el individuo es profundo y cercano. Su pasión por la fotografía social le delata como hombre sensible al género humano y la pátina especial del tiempo conseguida en sus imágenes a través del uso de ópticas antiguas en sus trabajos, revela el contrapunto que parece regir la vida de Ramón.