Ester Bueno

Las múltiples imágenes

Ester Bueno


De la igualdad

17/03/2023

Igualdad es un término que en los últimos tiempos se usa tanto, y a veces tan mal, que está perdiendo el significado primordial. Un vocablo que aunaba intereses de una forma incontestable, y que fue conquistado y enarbolado para liderar movimientos en pro de conseguir derechos y para reducir brechas insoportables en muchos ámbitos de la vida, se desvirtúa por una utilización artera desde muchos frentes, y se introduce en el debate, adornado de pros y de contras, depende de donde venga el aire y en que momento sople, dando lugar a que se solape su verdadera intención etimológica, la vedad de la palabra. 
Es urgente volver a los inicios, simplificar de nuevo esta voz hermosa y contundente, limpiar su honra, devolverle la pureza de lo que fue y renovar los votos del idilio imprescindible que mantiene el fondo de su significado y la aplicación práctica llevada con mimo a la realidad que la necesita urgentemente, sin artificios, sin adornos, sin usos estéticos partidistas, sin melodramas, solo con su acepción desnuda y mágica.
Inmersos en absurdas disquisiciones, que a veces sonrojarían a Simone de Beauvoir, hemos perdido de vista el objetivo, que no es otro que puramente ella, la igualdad. Y mientras se debaten aspectos pasados de vueltas, se olvida el construir. Desde hace decenas de años se ha ido edificando con cuidado extremo una torre de base firme, con un foso que ahogue a los que quisieran asaltarla, con unos muros sólidos, de contrafuertes que sostengan los vaivenes del viento, y en esa estructura se han ido sumando ladrillo a ladrillo las ilusiones, las esperanzas, las realidades, las expectativas, de tantas y tantas mujeres, que se miraban en el espejo de sus bisabuelas y podían ver que sí, que realmente se estaban tambaleando en muchos ámbitos los bastiones de la desigualdad y que, aún con mucho por hacer, daban lugar a la esperanza en un futuro mejor para las que vienen después. Con esa fuerza que da la razón también se abrían ventanas para el devenir de todas las que, en otras latitudes y continentes, están expectantes para que su torre se siga elevando, con nuestra ayuda, la de las sociedades que hemos plantado cara a lo injusto y a lo inexplicable, a lo incomprensible de diferencias basadas en siglos de desprecio simplemente por nuestra condición. 
La construcción de la igualdad no se puede dejar al albur de planteamientos pasajeros, debe ser tomada como una obra arquitectónica de larga duración que cada día necesita ser revisada en sus cimientos y en su evolución, para evitar que  el más mínimo fallo haga que caiga, o que se deteriore, porque hay muchos que están esperando que ocurran derrumbamientos, por mínimos que sean,  que les permitirían socavar la fortaleza de esa construcción que deberíamos mimar hasta el extremo, porque a veces no se puede dejar resquicio a la fragilidad, y en este caso más que en otros, porque nos jugamos el ser personas libres. 
Y es que la libertad no es posible sin la igualdad. Hablo de una libertad compartida por todos los actores implicados en este proceso de conquista de derechos: por los que quieren sumar,  por los que no se deciden a colaborar, precisamente por miedo a que esa libertad que lleva aparejada la igualdad les cambie los esquemas, y del  mismo modo por los que quieren restar, porque su pavor a que se ocupen espacios reservados a su ralea les traumatiza hasta lo más íntimo. 
Es obvio que quiénes apuestan sin ambages por la igualdad y la practican, y la llevan a su vida diaria, a su familia, a su trabajo, a su modo de vivir, son más libres, con menos barreras, más abiertos a los cambios, más receptivos a lo nuevo, y casi me atrevería a decir que más felices. Por el contrario aquellos que denostan la igualdad y buscan argumentos alambicados y absurdos para negarla o para denegarla, nunca podrán ser libres, porque ese miedo que les atenaza, esos sentimientos de envidia, de insolidaridad, de falta de empatía, y sobre todo de cobardía, les impide disfrutar de esa sensación de libertad que da ser parte de lo razonable, de lo justo. Apostemos por la igualdad para ser más libres.