Gonzalo M. González de Vega y Pomar

En mi azotea

Gonzalo M. González de Vega y Pomar


Comenzar la casa por el tejado

01/04/2023

Aunque todavía quedan doce años para que se haga efectiva en 2035 prohibición de la Unión Europea de vender coches de combustión, gasolina, diésel e híbridos, en su plan de lucha contra el cambio climático, la preocupación, tanto de los fabricantes de automóviles como de los conductores, comienza a sentirse. Quieren fomentar en exclusiva la venta de turismos y furgonetas «cero emisiones», es decir eléctricos, de hidrógeno o de combustibles de nueva generación. 
El propósito de esta futura medida es acelerar la adopción del vehículo eléctrico y estimular la renovación del parque automovilístico en Europa, para que sea una región neutra en emisiones de dióxido de carbono. Prohibición que no afectará a la compraventa de coches usados de combustión a partir de ese 2035. Quien sabe qué intereses, además de luchar por el cambio climático, tiene esta futura restricción. 
Estamos mal acostumbrados a que los políticos defiendan esta o aquella medida por un tiempo para luego decirnos que ya no sirve. Por ejemplo, hace unos años, nos quisieron convencer de que era mejor utilizar vehículos diésel a los de gasolina, a la vez que más económico.  Desde meses atrás está «condenada» su utilización, gravando el precio de este hasta ser superior –ha vuelto a bajar unos céntimos– al de la gasolina. A ver si ahora nos quieren convencer de lo muy buenos que son los coches eléctricos para luchar contra el cambio climático y años después esas mentes preclaras, que se sientan en el Parlamento europeo, sentencian que la solución para desplazarnos en turismos o furgonetas será otra.
Estoy de acuerdo en que los coches eléctricos tienen ciertas ventajas sobre los de combustión como poder circular con ellos por las nuevas áreas de bajas emisiones que hay y habrá en las ciudades. Igualmente, si el Gobierno central y las autoridades autonómicas y locales continúan o lanzan programas de ayuda a su compra. Tienen más prestaciones y eficiencia de trabajo que los automóviles de combustión, menos averías e inferior coste de movilidad, ya que su mantenimiento es más bajo como también el coste por aparcarlo en la zona ORA.
Todo parece maravilloso viéndolo así, pero a la hora de adquirir uno hay que tener muy presentes los importantes inconvenientes de estos vehículos eléctricos. El primero su precio pues, en la actualidad, son bastantes más caros que los coches térmicos, a pesar de la subvención que nos ofrezcan. Quizás, en un futuro su precio pueda bajar en algo, pero poco. Utilizan baterías de litio y el precio de este componente se ha triplicado en el pasado año y con el frio del invierno su consumo es mayor por lo que hay que repostar con más frecuencia.
Segundo y fundamental la infraestructura de carga. Por ahora, son pocos los puntos donde puedan recargarse y en ellos hay que invertir un tiempo considerable para hacerlo, que van entre los 13 minutos de los puntos ultra rápidos, unos 40 minutos los rápidos y cerca de dos horas los semirápidos. El precio de estos puntos de carga en «electrolineras» varía entre los 0,15 y 0,79 € el kilovatio hora y en las plazas públicas de las ciudades entre los 0,20 y 0,50 €.
La autonomía es otro problema, pues si, por ejemplo, en un trayecto Ávila-Alicante, tenemos más que suficiente con el depósito de un coche de combustión con los eléctricos es imposible. Estamos obligados a parar en el trayecto y hacer cola en cualquier «electrolinera», que tenga varios cargadores, para esperar nos toque el turno y podamos repostar. Ello aumenta en mucho el tiempo del viaje.
Inconveniente y grave es el instalar cargadores en las plazas particulares de los garajes del domicilio. No disponen de la potencia suficiente para dar este servicio a todos y como no se aumente, algo costoso y no realizable a corto plazo, tendrán que abastecerse de generadores si no quieren verse cada dos por tres con cortes de luz en todo el edificio.
Otra pega que actualmente ofrecen los coches eléctricos es la escasez de talleres especializados en ellos. Los tradicionales, por lo general, no son capaces de reparar uno eléctrico, por lo que si nuestro vehículo sufre cualquier avería hemos de recurrir a los servicios oficiales, que son más costosos.
Si a estos varios inconvenientes, que casi superan a las ventajas, no se les busca una pronta y buena solución, vamos a encontrarnos con dificultades para aumentar el parque automovilístico eléctrico y que en 2035 solo puedan venderse este tipo de coches.
Todo fruto de, una vez más, comenzar la casa por el tejado.