La mayoría de los pueblos serranos envejecen junto a sus habitantes. La falta de servicios básicos unidos al abandono de la población de los pequeños núcleos rurales forman un círculo vicioso que se retroalimenta constantemente. Si exceptuamos los más cercanos a la capital abulense en los que el desplazamiento por carretera no supere los veinte minutos, el éxodo de la población más joven salvo muy pocas excepciones, es evidente.
Los decesos de los más ancianos y la migración de los autóctonos de mediana edad hacia grandes ciudades con mayores oportunidades, y sobre todo en busca de empleo, hace que estos diminutos municipios queden cada vez más aislados y con menos personas para mantener los escasos servicios e infraestructuras de los mismos, disminuyendo por tanto la calidad de vida de aquellos que deciden quedarse, y convirtiendo a esas zonas en vulnerables ante especulaciones urbanísticas o mineras que tratan de aprovechar la teórica falta de respuesta ante agresiones de este tipo; aunque como ha quedado demostrado, la jugada les está saliendo mal ante la imponente movilización de los hijos y descendientes de estos pueblecitos que saben arroparse sin fisuras en defensa de su tierra y orígenes.
Muy unidos han estado también los serranos ante la triste noticia de que "las monjas" las hermanas Reparadoras dejan (o más bien "les hacen abandonar") Chamartín. Algunos comentan eso de "la obediencia debida" o la falta de democracia de algunas instituciones, e incluso otros algo más enfadados se preguntan si las cúpulas superiores que han tomado esta decisión no conocían la enorme labor que realizaban aquí.
¿La iglesia o algunas congregaciones también despueblan la serranía y abandonan a sus mayores?
Bueno, según parece esto no es tan simple, sino bastante más complejo; sobre todo ante una falta de vocaciones que según comentan no permite el mantener esas casas abiertas con tan pocas hermanas. Y no les falta razón en semejante argumento aunque para muchos habitantes de la sierra de Ávila no les convence mucho y les suena a la misma cantinela que algunos políticos aluden para cerrar consultorios médicos o centros de salud rurales.
Las hermanas mencionadas llevan más de 40 años ejerciendo una labor inmensa, no sólo pastoral, sino de integración rural uniendo a estos pequeños pueblos, dinamizando las fiestas, alegrando con su canto las iglesias los fines de semana para que no parezcan tan vacías, y ayudando al párroco de la sierra abulense a preparar y organizar los oficios. Además durante la última época han fusionado los pueblos en navidad promoviendo y animando a la participación en el festival de villancicos de la sierra de Ávila con un esfuerzo casi de bilocación para poder llegar a todos los rincones con una energía admirable a pesar de su edad.
Aunque las nuevas generaciones no reconozcan la importancia de su extraordinaria labor, por no haberla vivido directamente, la sierra de Ávila no sería la misma sin las hermanas y muestra de ello son las despedidas y el cariño que han mostrado sus habitantes hacia ellas: primero en Chamartín, posteriormente en Rihondo, e incluso también en la capital abulense hace sólo un par de días, en una tercera despedida que como suele decirse "ahora ya es la definitiva".
La serranía se queda ahora más huérfana, más triste, más silenciosa, sin un importante e imprescindible nexo de unión y una insustituible ayuda hacia los más mayores que al fin y al cabo suelen ser los más necesitados.
Las campanas de las iglesias y ermitas serranas ya no van a tañer igual. Los tonos agudos, a veces casi inalcanzables de las canciones entonadas por ellas en las misas ya no van a ser los mismos; incluso en algunos pequeños núcleos rurales estas celebraciones corren el peligro de desaparecer a pesar de los esfuerzos de los feligreses que sin ninguna duda intentarán mantener.
Complicado parece; o más bien imposible que "las monjas" vuelvan o sean sustituidas según lo que se oye, se teme y se argumenta.
Dejan un hueco enorme y un sentimiento por ahora intenso e imborrable, pero que probablemente se diluya en el tiempo y en la memoria de los que apenas las han conocido, desvaneciéndose como también lo hacen, por desgracia, algunos pequeños núcleos de nuestra serranía. :-(