La tienda que corta el bacalao

M.E
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Alimentación María Teresa de Santos ofrece productos de calidad y buena atención desde hace más de 130 años en la plaza del Arrabal de Arévalo. Al frente está Ángel, la tercera generación

La tienda que corta el bacalao - Foto: David Castro

Ángel López Santos corta el bacalao en Arévalo. No piensen que hablamos en sentido figurado, sino que es literal. Desde Alimentación María Teresa de Santos, la tienda que regenta en el centro de Arévalo, todavía parte el balacao a la antigua usanza, con una máquina que acumula de más de 80 años y a la que quiere seguir dando uso hasta que se jubile. Todavía le quedan unos años –no se alarmen– para seguir ofreciendo productos de calidad y una atención exquisita en la plaza del Arrabal de la ciudad de la Moraña, en una tienda de esas de toda la vida, de las que casi ya no quedan y de las que suele hacer las delicias de los visitantes y resolver el día a día a muchos arevalenses.
Embutidos de primera al corte, conservas, pastas de la zona, congelados, quesos.... la oferta es tan amplia como la trayectoria que atesora este establecimiento, la friolera de más de 130 años. Ángel López es la tercera generación de una familia que hizo de Arévalo su hogar. Su abuelo, Isidoro de Santos, llegó a la localidad para trabajar desde Santiuste de San Juan Bautista (Segovia) y entró en un almacén de alimentación del que salió para casarse con su primera mujer, que tenía una tienda. Con el tiempo compraron el local de la plaza del Arrabal que les serviría de vivienda y negocio y arrancaron con el establecimiento que pervive hoy, entonces con el hombre de 'La Esperanza'. Pero Isidoro enviudó y se volvió a casar con la que fue la abuela de nuestro protagonista, una ayudante de telégrafos con quien hace poco más de cien años tuvo una niña, María Teresa de Santos, que es de donde procede el nombre actual del comercio. 
Ella y su marido fueron la segunda generación y su hijo Ángel, la tercera. «Éramos cuatro hermanos, vivíamos arriba y cuando había mucho jaleo bajábamos a ayudar», cuenta un comerciante que, al echar la vista atrás, reconoce que «ha sido muy feliz» atendiendo al público, aunque no esconde la dureza de una profesión a la que hay que dedicar «muchas horas y mucho cariño, solo así funciona».

 

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