Vida después de un incendio

SPC-Agencias
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La regeneración natural y la selvicultura preventiva son claves para recuperar los terrenos tras el paso de unas voraces llamas que han quemado más de 84.300 hectáreas en España en lo que va de año

Vida después de un incendio - Foto: DIMITRIS ALEXOUDIS

Cada verano, la pesadilla se repite. Miles y miles de hectáreas de terreno sucumben al poder de los incendios forestales que, año tras año, convierten todo a su paso en un auténtico infierno: vegetación, fauna e, incluso, ecosistemas y poblaciones enteras. Pero, tras la muerte y la destrucción, la vida siempre intenta abrirse paso en las zonas calcinadas, donde resulta fundamental apostar por la regeneración natural y la selvicultura preventiva, claves para resucitar el terreno que ha sido pasto de unas llamas cada vez más incontrolables y destructivas en todo el mundo.

Prueba de ello son los fuegos que asolaron a principio de agosto Hawái, los más letales del último siglo en Estados Unidos al dejar más de un centenar de víctimas mortales. En Europa, Grecia se enfrenta estos días al incendio más grande registrado en el Viejo Continente desde principios de siglo. Allí han ardido casi 160.000 hectáreas (ha) en lo que va de año, aunque España tampoco se queda atrás.

Según el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS), se han calcinado más de 84.300 ha desde enero en el país, 15.000 en los focos que han devorado en las últimas semanas buena parte de Tenerife. Teniendo en cuenta los datos disponibles, la superficie quemada en los primeros ocho meses equivale a cerca de la mitad del terreno arrasado en el conjunto de la UE.

Además, de acuerdo con el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, los 18 grandes incendios forestales -de más de 500 hectáreas- que se han producido hasta el momento en el territorio nacional, la mayoría en una trágica primavera, suponen un 41 por ciento más que la media del decenio para ese período, exceptuando el año pasado, cuando se registraron 54 frentes de este tipo.

Precisamente, en 2022 ardieron en el país cerca de 307.000 ha, casi cuatro veces el terreno carbonizado de media desde 2013, cifra que ofrece una idea de la creciente virulencia, frecuencia y severidad de las llamas. «Son incendios casi imposibles de apagar y que pueden arder durante más de una semana», señala Víctor Resco de Dios, profesor de Incendios y Cambio Global en la Universidad de Lérida, que asevera que se está dando una nueva realidad.

¿Los factores? Sequías acuciantes de larga duración, una mala gestión del suelo y el incremento de las temperaturas, entre otros.

Varios años de reparación

Ante este escenario, son muchas las incógnitas sobre cómo recuperar los espacios calcinados y los procesos a seguir con el paso del tiempo, pues tardan entre uno y cinco años en repararse, según varios expertos.

Carlos Cortés Sánchez, ingeniero de montes especializado en incendios forestales y bombero del Consorcio de la Diputación de Alicante, sostiene que la regeneración natural es una de las medidas en las que confiar, porque «nuestras especies tienen una gran adaptación al paso de los incendios». Explica que «puede demostrar» que la regeneración natural es posible mediante las fotografías donde se observa cómo las plantas empiezan a brotar en ese suelo calcinado gracias a las labores de limpieza, con la retirada de restos de madera quemada. 

Además, advierte que «no emplear la biomasa disponible» es la causa para la generación de incendios de gran dimensión y que en muchas ocasiones sean «muy difíciles de extinguir»: «Se libera la energía de la biomasa que está acumulada durante mucho tiempo en el suelo, entonces es imposible que los bomberos puedan apagarlo».

Mejorar la gestión

Pero el monte y los bosques no dejan de aumentar, según Cortés, que detalla que actualmente y solo en la Comunidad Valenciana crecen «unas 3.300 hectáreas al año», lo que significa que «estamos creando verdaderas acumulaciones de combustible que no se mitigan porque se ha perdido la ganadería y la gestión forestal», por el abandono de las zonas rurales.

«Ver cortar un árbol está mal visto, sin embargo es bueno porque quitas competencia, los árboles más jóvenes pueden crecer con más vigorosidad y con más recursos», asegura el especialista.

Sergio Gómez, ingeniero técnico forestal que trabaja en el servicio de bomberos forestales de la Comunidad de Madrid, coincide con él y asegura que la selvicultura preventiva es algo que tiene que estar en conocimiento de la población. Observar como algo «negativo» la eliminación de árboles es una «visión muy urbanita», subraya, cuando la gente que se dedica al monte o ha crecido en él sabe que es «la mejor forma de evitar futuros incendios».