Rolando Uríos, uno de los mejores pivotes de la historia del balonmano moderno, te mataba por acción u omisión. Los movimientos del 'raya', en muy poco espacio y casi siempre con vigilancia doble, buscan crear superioridades y generar espacios: si los defensores intentaban evitar que este recibiera, los lanzadores exteriores te machacaban; si salías, te machacaba el propio Uríos. Le recuerdo al leer tanta crítica al juego de Haaland en el Bernabéu, porque tipos metódicos como Guardiola no regalan 90 minutos así como así. «El futbolista que menos balones tocó». «Rudiger devoró al noruego». «Haaland, un fantasma en el Bernabéu». ¿Y si precisamente su presencia, la del goleador más letal del fútbol moderno, es la que hundió la defensa… para que los 'lanzadores exteriores' machacasen al Madrid? Tres goles encajados en su estadio, los tres desde fuera del área. ¿Y si los movimientos del 'cyborg' precisamente buscaban eso, fijando a los centrales?
La clave de este 'neofútbol' en la que el físico está muy equilibrado está en lo táctico: cómo generar superioridades, cómo encontrar el espacio. Atraer a tantos defensores como sea posible… para que, necesariamente, haya compañeros libres. Sucedió con el noruego en el Bernabéu, pero también en París -en los peores minutos del Barça-, en los que Fabián o Paquetá recibían con espacio en el borde del área porque Mbappé, incluso en un partido discreto, genera pánico y atrae mucho esfuerzo defensivo. Y sucedió en el gol definitivo del Arsenal-Bayern, el de Trossard: Gabriel Jesús tiene el balón en el área y aguanta… aguanta… aguanta… atrayendo futbolistas y soltándolo cuando sabe que ya nadie llegará a ese pase ni a incomodar al belga.
A veces pensamos que el jugador 'equis' no hace nada, cuando realmente está haciendo mucho.