Ilia Galán

LA OTRA MIRADA

Ilia Galán

Poeta y filósofo


Corazón o cabeza

20/04/2023

Las ruedas daban vueltas con una velocidad fiera, tres carriles en una dirección u otra en la Riviera, cerca de Niza, donde la circulación es intensa, incluso en primavera. Muchos automóviles corríamos a 130 kilómetros por hora sobre la bella autopista que ornamentan las palmeras, altos pinos, florecidas adelfas y enredaderas. Las altas cumbres de los cercanos Alpes vestidas de nieve, el mar a mi diestra, reverberando con alegría plena. Venía de Colliure, donde tenía que visitar, además de su palacio real y otras preciosidades de esa preciosa población, la sencilla tumba de Antonio Machado, rodeada de objetos que dejan los devotos, ramos, textos y banderas, muchas, pero de la España republicana. Un incendio había visto por el camino iniciándose, de apenas un campo de fútbol. Al día siguiente había pasado a España, quemando en su recorrido siniestro mil hectáreas de vida convertida en humo, como la nuestra a veces parece serlo en nuestros propósitos e intentos, a menudo ciegos.
De pronto, en esas frescas horas de la primera mañana, la floresta traspasada de belleza con un sol que comenzaba a elevarse, en medio de los carriles, un ánade maternal con sus pequeños patitos, cuatro... Uno de ellos, aplastado... Van caminando, sorteando de modo asombroso los bólidos. Parece imposible que no hayan todavía atropellado a todos. Mis ruedas frenan, mi mente se llena de alerta. No necesito cambiar de carril, quedan a un lado en su terrorífica situación. Detrás veo por el retrovisor cómo uno de los que me siguen hace peligrosa maniobra, cambia violento de carril, no choca el coche con los que a los laterales van veloces: providencial. Mi alma se conmueve... La pata metió la pata con los patitos al entrar no se sabe cómo en esos peligrosos asfaltos. Al ver cómo uno de sus preciosos polluelos era aplastado, quedó a su lado la trastornada mamá, mientras los motores circulaban en torno. Triste y pensativo me dejó esa escena, probablemente todos serían aplastados en breve. Ella podría volar, pero no abandonaba a su linda prole... Si un conductor actúa en esos momentos con tierno corazón y se desplaza a un lateral sin mirar puede provocar un accidente con los demás, golpeándoles... Heridos, muertos..., ¿aplastados los patitos? Quizás alguno salvo sin la madre, para morir de hambre... Terrible. En la conducción hay que mantener la cabeza fría y no dejarse llevar solo por el corazón. No se debe cambiar de carril al improviso, aunque se produzca el desastre animal...
Sin corazón no somos personas, los sentimientos y la compasión son fundamentales, pero sin la razón podemos hacernos un daño mucho mayor. Por eso las leyes que se hacen han de medirse bien por quienes saben y al votar en las elecciones mirar el recorrido de a quienes se elige.
Descorazonados o descabezados, la vida continúa.

ARCHIVADO EN: España, Antonio Machado