"Sin la música, el arte y la cultura no se puede vivir"

M.E
-

Extremeña de origen y licenciada en Ciencias Físicas, María José Paz ha desempeñado muchas responsabilidades en el campo de la informática y la educación en Ávila. La música siempre ha estado en su vida y hoy es la presidenta de Juventudes Musicales

"Sin la música, el arte y la cultura no se puede vivir" - Foto: David González

IBA para médico, pero en los últimos compases del instituto, esos que a veces deciden una vida, cambió de rumbo y optó por las Ciencias Físicas, en una época, a finales de los 70 y principios de los 80, en la que no era tan habitual encontrarse con mujeres en las aulas en las que se hablaba de números. Con una trayectoria profesional de esas que darían para muchísimo más que este artículo, María José Paz Sanz (Jaraíz de la Vera, 1962) ha tocado muchos de los campos que deja abierta su formación como física especializada en informática y, a juzgar por la confianza que han ido depositando en ella, con buen tino. Trabajó en la empresa privada, fue profesora, directora de departamento, asesora tecnológica en la educación rural y así hasta completar un amplio y variado currículum. Además ella ilustra a la perfección eso de que la ciencia no está reñida con el arte: la cultura en general y la música en particular siempre han formado parte de su vida y desde hace unos meses es la presidenta de Juventudes Musicales de Ávila, asociación con la que, junto a su equipo, busca inyectar en el ADN de los abulenses la necesidad de la cultura musical desde la infancia.
María José Paz pasó la suya entre la bella comarca de la Vera y la dehesa extremeña, en contacto con la naturaleza y aprovechando esa libertad que solo dan los pueblos. Se le daban bien las ciencias y, aunque ya hemos dicho que siempre quiso hacer medicina, seducida más por la parte de biología y de la investigación que por la clínica, un profesor del instituto de su pueblo que era de Salamanca le animó a seguir su instinto y hacer Físicas en la capital salmantina, a donde llegó con 17 años. Allí, entre otras cosas seguro, descubrió la inmensidad y la planicie de Castilla y encontró al que sería su compañero de vida, un abulense originario de la Moraña con el que se acabaría casando y con el que tuvo dos hijos. «Muchas veces abres una puerta y no sabes lo que va a pasar», nos cuenta esta mujer dicharachera y entusiasta de la cultura con la que un café sabe a poco. 

 

 

Lea la entrevista completa en la edición impresa de Diario de Ávila