Una caja árabe del XIII en la tumba de un canónigo

P.R.
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La sorpresa apareció en 2020 cuando unas obras pusieron al descubierto esta joya en el interior de la tumba del siglo XVII del canónigo Antonio de Honcala. Dos investigadores, entre ellos Javier Jiménez Gadea, profundizan en el hallazgo

Una caja árabe del XIII en la tumba de un canónigo

Los interiores de las tumbas suelen encerrar sorpresas. La última se ha producido en la Catedral de Ávila, justamente en la tumba de un canónigo que vivió en el siglo XVII, Antonio de Honcala. La sorpresa apareció en el año 2020 cuando, por unas obras que se realizaban, se vino abajo el revoco de una pared contigua a un nicho que contenía una caja mortuoria, situada detrás del altar de San Juan Bautista, depositada en un nicho abierto en un reducido hueco de la pared se depositaron en 1634 los restos óseos del canónigo y humanista Antonio de Honcala. La sorpresa no era otra cosa que una pequeña caja rectangular metálica, dorada y con incrustaciones de plata y esmalte negro, decorada íntegramente con motivos geométricos, vegetales, figurados y epigráficos árabes como recoge un artículo publicado en la revista Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, que ha dado a conocer este hallazgo y que esta firmado por  Javier Jiménez Gadea, director del Museo de Ávila y por Virgilio Martínez Enamorado, de la Universidad de Málaga. Se trata de una de las actividades paralelas de investigación que los trabajadores del Museo realizan en su relación con la sociedad, en este caso el propio director del Museo.

Esta pequeña caja, que no tiene más de 30 centímetros, y que había sido depositada en el nicho mortuorio, contenía un pergamino que explicaba a quien correspondían los restos que se habían depositado allí. La función originaria de la caja fue la de un estuche para el cálamo y escribanía portátil, como defienden los autores del estudio en el artículo mencionado.

El nicho mortuorio no era el original, pues los restos del canónico de la Catedral se depositaron en este lugar ya en el siglo XVII. El había fallecido a finales del siglo XVI y fueron depositados en un lugar diferente a su ubicación actual. Durante varios años el Cabildo trató de buscar un lugar que reuniera las condiciones. Lo encontró treinta años después de su muerte, como señala Javier Jiménez Gadea a este periódico. Junto a la caja mortuoria se depositó también esta cajita en cuyo interior se depositó un pergamino de papel que contenía el nombre de la persona cuyos restos se habían depositado en la pequeña caja mortuoria que se encontraba al lado.

Los estudios realizados por los investigadores ponen de manifiesto que la caja podría haber cumplido la función de un «estuche que utilizaban los escribas para llevar sus plumas,  un espacio donde metían el cálamo y junto a ello iba  el pocillo con la tinta, el trapo para secar la tinta o limpiarla». En el caso de esta caja la prueba de esta utilidad es que «si te fijas, la decoración llega sólo hasta aquí. Aquí no hay porque esto estaría tapado con los pocillos. Con lo cual, ya con eso tenemos la funcionalidad original de la pieza, era una caja de una escribanía portátil», señala Jiménez Gadea.

En cuanto al lugar de procedencia de la pieza los autores del estudio defienden que procede del Próximo Oriente, porque en la época andalusí, no había este tipo de piezas.

Estudiaron  a través de piezas paralelas una cronología para este tipo de cajas, que va desde el siglo XIII al XV y una procedencia de esa zona del Próximo Oriente y dos centros productores importantes, que son Mosul y Al Yazira.

A final, estableciendo comparaciones, encontraron una caja que es prácticamente idéntica a la de la Catedral de Ávila, que se llama la Escribanía de los Planetas y que está en el museo del Louvre.  Está fechada en el siglo XIII.

Jiménez Gadea defiende ante todo esto que se trata de una pieza única. «Es única en la Península Ibérica. Hay muchos paralelos en colecciones orientales, pero es muy singular y desde luego en el contexto hispano es única».

Para Javier Jiménez Gadea la clarificación del contenido de esta pieza es muy sólido en cuanto a lo que es la interpretación de la misma. En primer lugar se trata de una pieza especial, «una escribanía portátil procedente de Al-Yasira, en la Alta Mesopotamia, y concretamente con una cronología, que podría ir entre los  siglos XIII y XV, y probablemente sea el siglo XIII . Esto aparece en una tumba del siglo XVII». ¿Cómo puede haber llegado esta pieza hasta la tumba de este canónigo del siglo XVII?  El investigador defiende, por un lado, que la pieza fuera del propio Antonio de Honcala, porque «Antonio de Honcala había estudiado precisamente lenguas orientales en la Universidad de Salamanca. En un momento de su vida pudiera haberse cruzado esta pieza con él por lo que sea, no sabemos, y estaba entre sus objetos personales y a la hora de enterrarlo decidieron enterrarlo con él. Otra opción valorada por los investigadores es que  «muchas de estas piezas exóticas orientales o andalucíes aparecen en las catedrales, en los monasterios, en las iglesias cristianas del norte. Son piezas que están aquí fuera de contexto, porque han sido ofrecidas como ex votos por gente que participó en las guerras de la época y cuando llegaban a una ciudad, una cosa que se hacía era el saqueo y llevarse objetos como trofeos. Solían llevarse a sus lugares de origen este tipo de piezas exóticas para ellos y que luego ofrecían a sus lugares de culto. Por eso siempre aparecen en monasterios, en catedrales. Un ejemplo fue el bote de la Catedral de Zamora, un bote de marfil hecho en Medina Azahara que termina en Zamora. Que la pieza estuviera en la catedral y que en el momento de enterrar al canónigo Honcala lo hicieron porque que era una pieza singular. Aunque esta pieza no estaban en Al-Andalus, es posible que llegara en el comercio entre andalucíes y el Próximo Oriente y que caballeros abulenses que participaron en la guerra de la conquista la trajeran o incluso pudiera haberla traido algún peregrino que hubiera ido a Tierra Santa, que lo podría haber adquirido como recuerdo.

Y otra opción también barajada por los investigadores es que estuviera en la Catedral entregada por algún peregrino que hubiera ido a Tierra Santa, o también por algún cruzado. Pero también por algún peregrino de Ávila. «Aunque nos pudiera parecer increible, si que se producía esta relación con esa zona del próximo oriente». Como ejemplo el investigador pone el caso Omar Patun, un mudéjar de Ávila que peregrinó a la Meca y plasmó en unos escritos el viaje que realizó. 

Cualquiera de estas vías podría haberse producido para que esta pieza pudiera llegar a la Catedral de Ávila, sostiene Jiménez Gadea.