«A veces la primera mala compañía es la tuya propia»

D. Casillas
-

Curro Sillero, profesional del toreo, presentó ayer en Ávila el libro 'Epitafio del último tercio', una fusión de autobiografía y autoayuda en la que advierte de los peligros de «no saber decir que no a ciertas tentaciones»

«A veces la primera mala compañía es la tuya propia»

Curro Sillero, un sevillano profesional del toreo que ha encontrado en la localidad abulense de Múñez un lugar donde «vivir, ser feliz en la tranquilidad y poder estar al mismo tiempo a la distancia y a la cercanía que quiero de ciertas cosas», presentó este viernes en Ávila, de la mano de la Asociación Cultural Peña Taurina Abulense, el libro Epitafio del último tercio, en el cual se sirve del mundo de los toros como base para hablar de una serie de realidades duras que ha sufrido y que quiere que no sean sufridas por otras personas.

Desde la apuesta por hacer una «autobiografía digamos que muy entrecomillada», lo que hace Curro Sillero es «contar parte una parte de mi vida» de una forma que también podría «considerar el libro como de autoayuda, ya que todo lo que cuento lo baso en experiencias propias que son muy parecidas a las que han pasado otras miles de personas que han querido y pueden ser algo en la vida, algo que afecta a toreros, cantantes, futbolistas, boxeadores o a quien va todos los días a la oficina».

Desde la valentía de «reconocer que he cometido muchos errores, por los que he sufrido yo y por los que he hecho sufrir a personas cercanas», Curro Sillero cuenta en este libro el peligro que significa «perdernos en ciertas cosas cuando estamos empezando en algo», pero al mismo tiempo defiende que, con voluntad y conciencia de la realidad, «se puede salir de toda esta mierda en la que te metes tú solo, porque somos los únicos propietarios de nuestras vidas y somos nosotros los principales culpables, a veces, de estar donde estamos y no queremos estar, sólo por no saber decir que no a ciertas tentaciones».

En ese libro, con el mundo de los toros como símbolo, habla su autor de «un joven que empieza a querer ser torero, que igual podría ser un chaval que empieza a ser boxeador o futbolista, pero que en sus años más tiernos, cuando está empezando, se pierde en la noche y en las drogas, lo cual trae unas consecuencias muy trágicas por las cuales sufre mucho y también hace sufrir mucho».

Superada «afortunadamente esa mala época», añade, «llega un momento en tu vida en que tienes que reconocer todos esos errores, tienes que asumirlos y tienes que quitarte de toda esa mierda, algo que yo, afortunadamente, pude conseguir hace 20 años, cuando logré olvidarme de esa peligrosa historia y superarlo».

«El éxito puede ser peligroso, sí, pero a veces esos graves errores no te permiten ni siquiera llegar al éxito que quizás tenías a tu alcance porque hacen que te pierdas antes. Yo, por ejemplo, no es que tuviera malas cartas en su momento, lo que ocurrió es que no supe jugarlas. Hay gente que cuando llega al éxito no sabe asumirlo, no sabe asimilarlo, y se pierde en él, pero el caso del que yo hablo es que no llegas ni siquiera a tener éxito, sí empiezas a vivir sus mieles, pero por culpa de una serie de circunstancias todo se pierde».

«En esos momentos –siguió– no eres consciente de lo que estás dejándote atrás, lo mucho que te estás perdiendo por entrar en todo ese juego, en todas esas cosas fáciles de hacer, tentadoras pero muy peligrosas, que te hacen mucho daño a ti y también a la gente que te rodea». Desde esa posición, Curro Sillero saca en su libro la conclusión de que «siempre se está a tiempo de superar esa situación, con buena cabeza» y siempre sin perder la perspectiva, muy valiente, de que «no hay que culpar a las malas compañías porque la veces a primera mala compañía es la tuya, la propia. Tú, cada vez que te miras al espejo te tienes que echar la culpa de lo que estás haciendo; el resto del mundo no tiene culpa de nada de lo que tú hayas hecho mal».

«Los culpables de lo que nos pasa somos casi siempre nosotros, no podemos culpar al gato negro que se ha cruzado delante del coche, al vecino o caer en el 'y tú más'; no, hay que reconocer, y esta es una maravillosa palabra, que la mayor parte de la culpa está en ti. Si no lo reconoces, no eres nada; si no reconoces tus errores, no empiezas a curarte. Y el primer error está en no reconocer que tú eres el único culpable, que aunque siempre hay circunstancias y hay que matizar muchas cosas, el único responsable de la primera raya que te metes, de la primera juerga que te pegas, de estar donde no debes y cuando no debes porque lo que debes estar es descansando para estar preparado al día siguiente para entrenar, para torear, para jugar ese partido que tienes que jugar, el único responsable es uno mismo», finalizó.

ARCHIVADO EN: Ávila, Toros, Libros, Tauromaquia, Boxeo