Quién dice que los héroes han de llevar capa? Del que hoy les hablamos viste de azul marino, se llama José Hortigüela y es Policía Nacional. Él, junto a otros tres compañeros, personificó la noche del martes el lado más tierno, humanitario y empático del que hacen gala los agentes de este cuerpo. Y lo hizo convirtiéndose en protagonista inesperado del servicio que se llevó a cabo en el Hospital de Nuestra Señora de Sonsoles.
«Nos avisaron de que estaban teniendo problemas con una paciente de psiquiatría que tenía con ella a un bebé», comienza José su relato. Y nos aclara que si bien es habitual que los servicios de emergencia soliciten la presencia de la Policía Nacional cuando tratan con pacientes de psiquiatría por cuestión de protocolo, no lo es tanto hacerlo en el mismo hospital.
Cuenta José que cuando él y sus tres compañeros (hasta el hospital se desplazaron dos patrullas) llegaron al hospital, de madrugada, la paciente había abandonadoel centro médico sin autorización. «La localizamos en la zona del aparcamiento de las Urgencias, con el bebé en brazos», relata el agente.
El pequeño, de 17 meses, apenas llevaba puesto un pantalón corto e iba cubierto por una sábado del hospital. «Pero eran las cuatro de la mañana, hacía frío, y era un bebé», recuerda José, que cuenta que el primer objetivo de sus compañeros y de él mismo pasaba entonces por poder coger al pequeño de los brazos de su madre que, comenta, estaba muy alterada ante la posibilidad de que le quitaran al niño.
«Ése era todo su afán, que no le quitáramos al niño, pero conseguimos tranquilizarla. Y con la excusa de arropar al pequeño le dije que me lo dejara», prosigue José con su relato. Fue entonces, ya con el niño a salvo, cuando madre e hijo volvieron al hospital. El segundo, para ser ingresado en Pediatría. «Estaba sucio y muy frío», continúa hablando el agente, «y se lo entregué a las enfermeras».
Pero el pequeño no dejaba de llorar. «En cambio conmigo había estado muy tranquilo», expone.
Así que, cuando José comprobó que todo estaba bien con la madre del bebé, volvió a ver a éste. El niño seguía llorando. «Se ve que yo le caí en gracia, así que le cogí, le di el biberón y se quedó calmado», hilvana José los últimos retazos de una noche muy intensa.
«Lo más gratificante es que todo salga bien. Porque aunque se intenta controlar codo, hay factores que siempre se quedan fuera de nuestro alcance», comparte. Se refiere, sobre todo, al delicado momento de retirar el bebé a una mujer muy alterada y con claros síntomas de embriaguez. «En ese momento ella no razonaba», asegura,«así que cuando pudimos coger al niño vimos que esa parte del trabajo estaba hecha».
José, que no tiene hijos pero sí sobrinos, nos cuenta que tratará de interesarse por madre e hijo. Le gustará, seguro, comprobar que ambos están bien.