Sonsoles Sánchez-Reyes

A otra luz

Sonsoles Sánchez-Reyes


Sagasta y Ávila (I)

28/04/2024

Cuando el 5 de enero de 1903, con 77 años, se produjo el fallecimiento del riojano Práxedes Mateo Sagasta, líder del Partido Liberal español, que había ocupado carteras ministeriales (Gobernación y Estado) y la presidencia del Consejo de Ministros, el Ayuntamiento de Ávila acordó por unanimidad, en sesión de 7 de enero de 1903, enviar un telegrama de pésame a su hija Esperanza Sagasta y su yerno Fernando Merino, lo que de inmediato hizo el alcalde, Joaquín Carmelo Delgado Martín, sobrino de Martín Carramolino, oriundo de la población abulense de Velayos.

El texto elegido fue: "Este Ayuntamiento ha expresado en sesión pública su profunda pena por el fallecimiento del ilustre estadista Sr. Sagasta consignándolo en actas y acordó dar el más sentido pésame a sus hijos reiterándoles testimonio de la más viva simpatía."

Cierto es que la muerte de Sagasta en su domicilio madrileño de la Carrera de San Jerónimo causó sinceras manifestaciones de condolencia en todo el país, y su multitudinario entierro fue encabezado por el rey Alfonso XIII. Según el conde de Romanones, a Cánovas se le admiraba, pero a Sagasta se le quería. De Ávila asistió el diputado en Cortes, Ramón Castillo y García Soriano, jefe del Partido Liberal en la provincia.

Pero el Consistorio abulense tenía motivos de peso para acompañar en el sentimiento a la familia, pues Práxedes Mateo Sagasta era propietario de una casa en Ávila, en la que pasaba temporadas, especialmente estivales, y los hijos respondieron al Ayuntamiento con otro telegrama de agradecimiento.

En nuestra ciudad, Sagasta había pasado momentos muy agradables. La casa, diseñada por el gran arquitecto Enrique María Repullés y Vargas, restaurador de los monumentos más emblemáticos de Ávila, y levantada por el maestro de obras Miguel Cuadrillero, se ubicaba en pleno Mercado Grande. Aquí, tenía amigos con los que hacía tertulias, excursiones por los alrededores o paseos. Por las tardes, solía pasar tiempo en el balneario de Santa Teresa, en la carretera de Martiherrero, un lugar frecuentado por la colonia madrileña, al que accedía en su propio coche.