Julio Collado

Sostiene Pereira

Julio Collado


Contra el pasotismo (electoral)

22/05/2023

Sostiene Pereira que le cuesta seguir las campañas electorales por su nivel de banalidad y de pobreza lingüística así como por el abuso de descalificaciones entre los contrincantes. Basta escuchar un día a muchos de las candidatas o candidatos y ya sabe uno lo que van decir al día siguiente y al siguiente y al siguiente. Por eso, sus frases suenan huecas. Dicen los expertos que la pobreza de vocabulario y de sintaxis denota la pobreza mental; que quien no es capaz de ordenar unas cuantas palabras que expresen algo concreto, algo tangible, algo propio, algún problema que preocupe a la gente del común es porque no tiene ninguna respuesta en su magín y tiene que rellenar su discurso con muletillas y mantras como si embutiera la morcilla del cagalar. 
Este modo de hacer política es, más bien, la antipolítica, un atajo para crear ciudadanos apáticos y hastiados, que terminan repitiendo machaconamente el latiguillo fatalista de «todos los partidos son iguales». Un modo peligroso de provocar cada día más abstención en las Elecciones y más deserción en el compromiso político. O sea, más individualismo. Un individualismo que no solo contamina a cada ciudadano por separado sino a algunos grupos que montan sus chiringuitos localistas y provincialistas como si, en un mundo globalizado, los problemas pudieran analizarse y atajarse en pequeñas parcelas. «Divide y vencerás» fue siempre el lema del poder. Ciertamente, hay muchas formas de mirar el mundo y de organizarlo pero quizás estén todas inventadas. Por eso,  hay que tomar partido y  comprometerse con el programa que más se acerque al ideal de sociedad que cada cual tenga. En ese empeño, no sobra nadie y, si alguien se aparta, además de no colaborar con el común, es muy posible que se perjudique a sí mismo. Antonio Machado se lo dijo a los jóvenes segovianos desde el balcón del Ayuntamiento: «Haced política, porque si no la hacéis, alguien la hará por vosotros y probablemente contra vosotros».
De esas decisiones colectivas, dependen las leyes que rigen el día a día de los ciudadanos del Mundo, de  Europa, de España, de Castilla y León y del Ayuntamiento más minúsculo. No hay islas; todo está interconectado. Por eso, es tan importante votar para elegir los representantes en los diferentes órganos legislativos y votar poniendo en ello no solo corazón sino, sobre todo, razón utópica y pragmática porque los programas de los partidos y su historia como gobernantes u oposición son muy distintos. Hay que leerlos como se leen los prospectos de las medicinas y no quedarse en las traducciones hueras y demagógicas de los candidatos para consumo rápido de los oyentes. Antes de votar y de hacerlo con ilusión, es inexcusable el analizar los posibles efectos secundarios que puede acarrear tal decisión. No es cierto que da igual votar que no votar. Que  pregunten a los jóvenes ingleses por «pasar» de votar y tener que salirse de Europa.   
Sostiene Pereira que ya ha escrito ocho artículos en este Diario al hilo de las Elecciones y sigue pensando que hay que seguir reflexionando sobre ello. Precisamente, hace unos días, en una corta tertulia de la tele abulense en la que participa, se planteó un tema preocupante: el desencanto y la abstención de mucha gente en los procesos electorales, sobre todo jóvenes. Salieron algunas razones y habrían salido más de no agotarse el tiempo, que siempre se queda corto. Algunas ya se han dicho en las líneas anteriores aunque no pasaría nada por incidir en ellas. Si el meollo de la política es el preocuparse de la «cosa pública», del bienestar de la polis, de la ciudad, de lo común y no solo de uno mismo, una causa principal del pasotismo cívico es el individualismo que se predica desde muchos ángulos. Hasta desde algunos partidos políticos. 
También es causa de desafección, la mala prensa que tiene la palabra política y, por arrimo, los políticos. No hay colectivo más denigrado. Hasta por algunos líderes que, hipócritas, han vivido y siguen viviendo de la política. Otro motivo, es la escasa importancia que se da en los programas escolares al hecho fundamental de aprender a ser ciudadano y comportarse como tal; a comprender que el sistema democrático «es a forma menos mala de regular la convivencia»  y que necesita ser defendida y mejorada permanentemente. Desgraciadamente, en todas las escalas de la vida y, por ende en la escuela, prevalece la competitividad sobre la solidaridad y la colaboración; el enfrentamiento sobre el pacto; la desigualdad sobre el justo reparto de bienes; lo privado sobre lo público. Si a las causas señaladas, se añaden los ejemplos poco honrosos de algunos cargos electos, la vorágine vital a la que están sometidos muchos ciudadanos, la penuria en la que vive un tercio de la población y el mensaje pesimista que reciben permanentemente los jóvenes, el menú de la abstención está servido. Sin embargo, es de justicia agradecer a los candidatos su decisión de trabajar por mejorar lo de todos. Lo cortés no quita lo valiente. ¿Cuántos de los que están leyendo estas reflexiones aceptarían presentarse en alguna candidatura? Pues eso; por lo menos, hay que tirar de carro que pertenece a todos, votando. ¿Qué menos? Y que el dios de la lluvia reparta suerte el próximo domingo.