Francisco Javier Sancho Fermín

De bien en mejor

Francisco Javier Sancho Fermín


¡Porque MADRE no hay más que una!

05/05/2023

Quizás suene a tópico, pero creo que todos sabemos o intuimos el valor de lo que tras esas palabras se esconde. En un par de días celebraremos, a pesar de los vientos recios que parecen ir en contra de ello, el día de la MADRE. Para mí, como supongo que también para muchos de los lectores, es un día que encierra algo muy especial. No sólo será ocasión de encuentro de muchas familias, al menos dónde todavía la madre ejerce ese papel de imán y de unión, ni será sólo un día para tener la oportunidad o la excusa de hacer un regalo a alguien sumamente importante; es un día, ante todo de acción de gracias. 
Hoy hay ciertas tendencias a suprimir el discurso sobre la maternidad, al igual que la paternidad; como si simplemente se tratase de un rol impuesto o de una realidad desfasada contra la que luchar. Y, sin embargo, tras esa palabra ligada inexorablemente a la condición natural, se esconde, posiblemente, uno de los milagros más grandes que, por suerte, no dejan de acontecer.
No se trata de una cuestión simplemente biológica la que esconde esa hermosa palabra llena de significado. Frecuentemente va ligada a toda una experiencia existencial que marca positivamente el rumbo de la vida. Aquí sobrarían las palabras y los epítetos, especialmente para aquellas que saben lo que es ser madre, pero también para todos los que hemos tenido la dicha de tener una MADRE. Y lo escribo con mayúsculas, porque es de esas palabras que brotan con su significado pleno desde el corazón.
Decir Madre, significa haber hecho la experiencia de contar con alguien que realmente ha prestado atención permanente a tu nacimiento y a toda la trayectoria de tu vida. Decir Madre, es redescubrir agradecido que en tu vida ha habido alguien que ha sabido amarte incondicionalmente, sin pretensiones ni intereses, buscando y desando en todo sólo tu bien y desarrollo. Decir Madre, es volver al hogar, a ese espacio de calor, de seguridad, de ternura, donde te sabes siempre acogido y amado, sin importar los errores o dificultades que hayas pasado. Decir Madre, es saber que tu vida tiene un gran valor y un sentido porque te has sabido amado como sólo una auténtica madre es capaz de hacer.
Y, porque la experiencia de una madre te ayuda a creer en el amor, a experimentar que es posible, a descubrir que el sacrificio y la entrega merecen la pena, porque con ello también tú puedes ayudar a otros a ser. ¡Que hermosa palabra y qué gran tarea! Ayudar a ser. En medio de una mentalidad en la que parece que lo importante es tener, triunfar, alcanzar el éxito. Cuando lo que en verdad nos construye como personas, como sociedades, como pueblo, es el amor que recibimos y compartimos.
Estoy convencido de que, no sólo cada hijo es deudor de lo recibido por su madre, sino toda la sociedad. Son ellas, en gran medida, las grandes constructoras del mundo: porque, junto con la vida, nos transmiten tantos valores necesarios para crecer y salir adelante, y seguir forjando una sociedad en la que todos tengan cabida, comenzando por los más débiles y desfavorecidos. ¿No se vuelca acaso el corazón de una madre (y de un padre, también) en la atención y cuidado de sus hijos, precisamente cuando están más necesitados? Una tarea en la que, por mucho que se lo propongan, los Estados nunca podrán suplir. Porque las instituciones, al fin y al cabo, prestan servicios, pero no son transmisoras de ese amor concreto, real y entregado que representa la madre. 
El anonimato social, al que algunas ideologías pretenden reducir el milagro de la maternidad, se autodestruirá a sí mismo. Y no se trata aquí de una cuestión biológica de asegurar la pervivencia de la especie, sino de aquello que constituye el valor fundamental y más necesario en la vida del ser humano: amar y ser amado, recibir gratuitamente, para luego dar gratuitamente. 
Decir ¡gracias, mamá!, adquiere un sentido todavía más urgente y necesario. Reconocer su importancia y su valor, al fin y al cabo, es rendir homenaje a la vida, al amor, a la generosidad, a la gratuidad. Permítanme desde aquí felicitar a mi Madre, y en ella a todas las madres del mundo. Y aunque la sociedad, a veces, esté tan ciega como para no reconocer vuestra labor, la vida os estará siempre infinitamente agradecida.  ¡Muchísimas felicidades!