Leyendas abulenses con rigor, humor y mucha ternura

David Casillas
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El dibujante José Luis Serna, demostrando su excelente calidad y su capacidad para destilar ingenio y humanidad, convierte en dibujos con cuidados textos un puñado de relatos del pasado de la provincia

Leyendas abulenses con rigor, humor y mucha ternura

José Luis Serna, excelente dibujante, responsable de la tira cómica de Diario de Ávila durante muchos años y buen conocedor de todo lo abulense, acaba de publicar un nuevo y precioso libro dedicado a esta provincia con el que da un nuevo paso, iniciado hace cuatro décadas con el inolvidable Ávila a vista de pájaro, en su afán de contarnos pluma en mano lo mejor de lo que somos y de lo que tenemos, desde una perspectiva amable definida por unos dibujos llenos de ternura que saben tocar el alma.

Ávila a vista de leyendas es el título de este nuevo libro, en el cual ha reunido, interpretándolas con el necesario rigor, bastante humor y el encanto que deben tener estos relatos mitad ficción mitad realidad, un puñado de historias del pasado que nos han llegado al presente cargadas de simbolismo y que de alguna manera han definido la identidad de lo que podemos definir como 'abulense': Manqueospese, Sonsoles, El lagarto de Sonsoles, El barco de Sonsoles, Mercado Chico, Nalvillos Blázquez, Doña Jimena, Sancho Zurraquín.

No puede entenderse el libro como un cómic al uso, en el sentido de que los textos toman la forma de 'bocadillos' que nacen de la boca de los protagonistas, aunque sí hay páginas en que ese es el formato, pero sí en el de que las ilustraciones son las principales protagonistas, acompañadas por textos en lo que su autor sabe conectar con el lector añadiendo a los detalles históricos no pocas divertidas aproximaciones de plena actualidad que ayudan a entender mejor la esencia del mensaje.

Reconoce Serna que «me lo he pasado muy bien haciendo este libro, ha sido muy divertido para mí y espero que también lo sea para los lectores», un trabajo que explica que se planteó hacer «como una manera de desintoxicarme de tanto rigor histórico como tuve que tener en mi anterior libro, Historia de los que hicieron la Historia de España. (De los Reyes Católicos a Felipe VI), haciendo algo más divertido».

Quizás el mayor dilema que le planteó este nuevo libro fue la selección de las leyendas que iba a desplegar, puesto que son muchos esos tesoros inmateriales abulenses y unos pocos los que había que escoger, pero una vez realizada esa tarea de criba la excelente mano del artista y su sentido del humor, basado todo ello en un trabajo concienzudo, construyeron este estupendo mirador a un pasado abulense lleno de metáforas y realidades.

Todo ello, añade, lo he hecho «con una cierta ingenuidad, con una cierta ternura, con humor, sin herir a nadie, porque creo que si haces algo es para favorecer un poco a la sociedad en la que vives, para aportar algo positivo».

En esa labor, reconocía, una de las cosas que «me ha divertido mucho hacer es poner cara a la gente que no la tiene para nosotros porque no nos llegó ningún retrato, como por ejemplo Doña Jimena», una tarea que es un reto porque «tienes que partir de blanco» pero a la que se enfrenta «primero documentándome y luego haciendo bocetos, porque de alguna manera lo que quieres es adecuar la personalidad del personaje a su cara, porque de alguna manera, tal y como dice el refrán, la cara es el espejo del alma». Y en el caso de Doña Jimena «he querido reflejar ese ímpetu que tenía, ese empoderamiento de una mujer en un tiempo muy difícil para ellas en el que se planteó que aunque no estaban los hombres estaban las mujeres para defender Ávila, y lo consiguieron».

Algo parecido ha ocurrido con Nalvillos Blázquez, «que para mí es una especie de Cid abulense; llegó a tener altos cargos y tenía competencias en Segovia y en Arévalo. Creo que era el típico héroe medieval y también me apetecía mucho ponerle cara, y le he puesto más o menos guapo porque, como con Doña Jimena, no hay ninguna imagen de él en la que apoyarse».

También como «un héroe abulense» ha creado Serna a Sancho Zurraquín, último protagonista de este conjunto de leyendas cuyo capítulo se cierra con una reivindicación de la alta fama que consiguieron los caballeros abulenses por su honor y su habilidad en cualquier lid en la que participasen, en forma de un caballero con la mano en la espada y en actitud belicosa sobre su montura pronunciado la célebre frase «¡Por Ávila, caballeros», bajo un texto que recuerda la frase que se hizo muy popular de «Avilés es el que hábil es para la guerra».

En el libro, en buena lógica siendo obra de un dibujante, pesa más la imagen que la palabra escrita (en ésta reconoce que «he tenido que condensar mucho la información porque había mucho que contar»), y también, añade Serna, porque «yo siempre pienso en imágenes, y creo además que el lector no necesita decodificación para entenderlas, es información directa, es un poco como la música».

Y aunque pese más la imagen, a veces en formato de cómic al uso, a veces no, reconoce también Serna que «el texto es imprescindible en el conjunto para entender las leyendas», siendo la del Mercado Chico aquella en la que las palabras pesan más, debido a que «tiene muchas cosas que contar, algunas de ellas recuerdos que viví de pequeño, el olor de los productos, el barquillero, el cura de pueblo que pasaba por allí, los cantares de ciegos...».

En esa recreación de los muchos personajes que pueblan las páginas, cada uno de ellos con una personalidad propia que les singulariza, los buenos tienen un rostro de rasgos normales, en ocasiones son hasta «muy guapos», y los malos son casi caricaturas por sus rasgos exagerados, algo que responde a que «en esto la cuestión es un poco maniqueísta, el bueno tiene que ser bueno y guapo y el malo, malísimo y feo, pero todo ello con un maniqueísmo bueno, sin manipular nada».

Y fruto de toda esa información muy bien asimilada, de una calidad extraordinaria que denota tanto oficio como trabajo y de una dosis de ternura y de piedad que todo lo enriquece, es este libro precioso que se regala una mirada al pasado abulense cargada de significación y también de un poco de romanticismo.

A ver si ahora, tal y como desea su autor, este libro llega a todos los abulenses, especialmente a los escolares, porque «creo que sería estupendo que los niños conozcan estas leyendas, que son preciosas y muy ricas en significados, y también que tomen conciencia de que son abulenses, que son castellanos, porque en Castilla nos falta aún ese sentimiento de identidad que estaría muy bien tenerlo».