Ávila: en el camino de la trashumancia

Marta Martín Gil
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Paco Morgado atraviesa la provincia con sus 1.200 ovejas merinas. Mantiene viva así una tradición de siglos que en el XXI se enfrenta a problemas como el calor o la falta de pastos

Ávila: en el camino de la trashumancia

Ya se van los pastores, a la Extremadura; ya se queda la sierra, triste y oscura...' Los versos del cancionero popular español nos sirven hoy para presentarles a nuestro protagonista, pastor que, como aquellos, transita estos días hacia la Extremadura, su tierra, en una peregrinación que arrancó  el pasado 17 de septiembre en el norte de Palencia y que espera poder concluir el 25 de octubre en su pueblo, Torremocha (Cáceres).

Paco Morgado no viaja solo. Ni mucho menos. Junto a su hijo Pedro, cuatro pastores más y sus fieles mastines, Pedro lleva a su rebaño de más de 1.200 ovejas merinas de vuelta a casa después de haber huido del calor extremeño durante los meses más duros del año.

Hablamos con Paco en su día 23 de marcha. Este martes tenía pensado llegar a Gallegos de Altamiros, dentro de las siete etapas en las que, nos decía, espera poder cruzar la provincia de Ávila. «Entramos a Ávila por Arévalo desde Medina delCampo, y pasamos por Papatrigo, San Pedro delArroyo, Gallegos de Altamiros, el Puerto de Menga, el del Pico y Ramacastañas. Desde allí, y ya pasando el río Tiétar, entramos a a Toledo», describe con sabiduría una ruta que conoce bien pero que este año está encontrando algo más dura, por el intenso calor que está viviendo el centro peninsular.

Y eso que si algo pretende la trashumancia es huir del calor veraniego, trasladando en junio a los rebaños al norte de España donde las temperaturas deberían ser más benignas y el pasto tendría que ser más abundante y más barato.

Porque si de algo se queja Paco, curtido en mil batallas, es de la tremenda escalada de precios que ha sufrido el sustento de sus animales. «Ahora estamos rezando para que llueva», se confiesa el pastor con nosotros. Sabe que la falta de lluvia unida a las altísimas temperaturas de este comienzo de otoño son dos ingredientes que, unidos, cocinan una receta llamada inevitablemente 'subida de precios'.

Paco y sus colegas de profesión, nos cuenta el pastor extremeño, se sienten abandonados por las administraciones públicas. «Nuestra labor no está nada reconocida», se queja abiertamente. Y aunque agradece el cariño que reciben en los pueblos por los que pasa, se entristece al decir que a ellos «nadie (los ministerios) les tienen en cuenta».

Y eso que sus ovejas trashumantes cumplen con una importantísima labor de cuidado medioambiental. «Las ovejas van desbrozando y abonando los campos», dice, y aporta un dato: cada oveja genera cada día dos kilos del abono que tanta falta le hace a las tierras por las que pasan. «Y van repartiendo semillas, tanto en sus lanas como en el rumen», continúa hablando de los muchos beneficios que genera una tradición que se mantiene viva gracias a heroicidades como las que realizan Paco y sus colegas.

El día a día trashumante. Le preguntamos por su día a día durante la trashumancia. «Es duro, sí», reconoce para empezar Paco, que habla también de días aburridos y de otros más agradables, pero siempre pendiente de los animales, de su seguridad y de la de aquellos con los que se cruzan.

Paco y su grupo caminan cada día una media de 18 kilómetros («depende del calor que haga, este año estamos andando menos», explica).Ellos mismos, «con la casa ambulante», se preparan su comida a diario, se lavan donde pueden y montan su tienda de campaña allá donde encuentran agua para las ovejas.

A la mañana siguiente, vuelta a empezar. Y así hasta llegar a casa. ¿Estará deseando, no?, le preguntamos. «Pues sí, la verdad. Pero vamos temblando, porque por aquí al menos van comiendo. No sabemos lo que nos vamos a encontrar allí», se despide de nosotros.