Sostiene Pereira que los libros de autoayuda son una pingüe industria en el mundo desde que se publicó el primero en 1936. Prometen enseñar cómo mejorar la vida individual desde la felicidad hasta el éxito financiero. Pero, ¿son realmente útiles o simplemente son una forma de auto engaño? Desde su denominación juegan con la mentira. ¿Cómo va a ser Autoayuda si es un «alguien» el que enseña las reglas? En todo caso, serán de «heteroayuda» porque llega de fuera y no gratuitamente. Pero, «vende» más lo «auto»: «Hágalo usted mismo», «Elija usted mismo» y elija esto que, muy bien cocinado y casi masticado, le ofrezco. Es la misma mercadotecnia de los supermercados.
La mayoría de los libros de autoayuda ofrecen soluciones simplistas a problemas complejos. Prometen una vida mejor con sólo seguir sus consejos, pero la realidad es que no es tan sencillo. Es falso que «Querer es poder», su muletilla preferida y que «el pensamiento positivo» basta para tener los problemas resueltos. La verdad es que hay muchas situaciones en la vida que están fuera del control de las personas y que el destino de cada cual depende más de su código postal que de su esfuerzo personal. Lógicamente, con algunas excepciones que confirma la regla general. Culpar sólo a las personas por sus problemas es injusto porque la «igualdad de oportunidades es una milonga» y les lleva a la errónea creencia de que solo necesitan cambiar su actitud para mejorar su vida. Más aún; al fomentar el ideal neoliberal del «sálvese quien pueda» afianzan la desigualdad y hacen imposible el necesario cambio en las estructuras económicas, sociales y políticas, responsables principales de ese malestar individual que, en teoría, quieren solucionar. En fin, son el mejor aliado del sistema capitalista. Por eso, los apoya y sus escritores y promotores se llenan los bolsillos.
El ensayo 'El murmullo. La autoayuda como novela, un caso de confabulación', de Belén Gopegui, analiza esta cuestión con fina inteligencia y buen estilo literario. He aquí un fragmento (pág.187):
«Entraron en un café pequeño del barrio. Amaya preguntó a Jorge por el libro.
- He leído un par parecidos y me han servido bastante, dijo Jorge.
- ¿En serio? Otras veces hemos hablado y hemos coincido en que la autoayuda es el género de las falsas promesas, dijo Amaya.
- Ya, sí, a lo mejor depende del libro. En los que yo he leído hay consejos sobre cómo tomarte las cosas de otra manera; algunos pueden ser algo tontos; otros están bien.
- ¿Lo ves? Tomarte la vida de otra manera , como si la culpa de tus problemas la tuvieras tú y cómo te tomas la vida.
- Bueno, en parte…
- De acuerdo, en parte. Pero, ¿y todo lo que olvidan? Si quienes menos ganan, ganasen el doble, si quienes no tenéis trabajo, lo tuvierais y además os gustara, y si el nuestro no pendiera de un hilo, si ganarse la vida no estuviera en manos de los que se reparten los beneficios, si en el ambulatorio nos pudieran atender sin prisa, si nuestras casa fueran amplias y luminosas y no tuviéramos miedo de que nos suban el alquiler… No digo que no sea importante tomar nuestras propias riendas, tratar de comportarnos de la mejor manera posible. Pero, los que deciden que una clínica pueda funcionar con la cuarta parte del personal necesario no somos nosotros. Los que consiguen que la gente tenga miedo a tener que esperar y se haga un seguro privado y terminen yendo a clínicas que funcionan mal no somos nosotras. Los que crean clínicas de lujo con tratamientos carísimos y ponen frontera entre los que pueden curarse allí y quienes no, no somos nosotras…
- Déjalo, lo he captado.
- ¿Y?
- Todo eso no depende de mí, pero tomarme las cosas de otra forma…
-Tampoco depende de ti.
- A veces, sí.
- Vale, a veces. Y otras muchas, no. Cuando vuelva a pasar algo que no dependa de ti y te dé un bajón, los buenos propósitos, que te habías hecho leyendo el libro, se esfumarán. Buscarás otro libro. Si solucionaran algo, no habría millones y millones. SON ADICTIVOS».