José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


Barbie Parabellum

08/03/2024

Con lo fácil que sería, estimados tres lectores, dedicar mi columna hoy al Día Internacional de la Mujer, siempre socorrido tema cuando falla la musa. Tan políticamente correcto y tan polémico hace cuatro años, ¿recuerdan el debate sobre sus celebraciones en prepandemia? U optar por lo local, por esos presupuestos con solo cuarto y mitad de subvenciones, pero en los que no se vislumbran los «gestos políticos» –bello eufemismo– que exigen los vecinos.
Pero no. En mi cabeza resuena desde hace días solo lo mismo. Si tienen una edad, supongo que les vendrá inmediatamente a la cabeza su complemento, «nueve milímetros»; hay expresiones que no se imaginan si no conjugan sus dos términos uno junto a otro, como «pertinaz sequía» o «antiguas pesetas». No, no hablo de la munición de la infame banda terrorista –espero que se la pueda seguir llamando así–, ni siquiera de las pistolas homónimas diseñadas por el austriaco Luger a principios de siglo XX, que se hicieron tristemente famosas por ser usadas por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Me refiero a eso último, a la guerra, al latinismo «si vis pacem para bellum»: si quieres la paz, prepárate para la guerra. No recuerdo en mi medio siglo largo de vida a un político hablando de una gran guerra en Europa como una realidad posible. Y ahora todos parecen apuntarse al carro; los futuros distópicos empiezan a ser presentes terroríficos. No sé si estamos preparados para algo así o preferimos pensar que el mundo de Barbieland en el que habitamos existirá para siempre.
Seguro que Barbie, la película, rascará alguna estatuilla este domingo, con todo mérito. Es una de las historias que mejor han sabido tratar el tema de la mujer, el feminismo y esa lucha entre sexos que no sé si vivimos o que se empeñan algunos en que vivamos. Margot Robbie, valiente y firme, enseña que las guerras las ganan aquellos de verdad dispuestos a pelearlas, aunque luego tengan la grandeza de firmar la paz. Cosas, las dos, que no creo que ni los cuatrocientos millones de adocenados europeos ni los desnortados concejales de la oposición sepan cómo hacer.