En el punto de mira

Agencias - SPC
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Podemos rechaza que Pablo Iglesias sea el culpable del batacazo en Galicia o de los malos resultados en el País Vasco, pero varios exdirigentes cargan con dureza contra el líder morado

En el punto de mira - Foto: J.J. Guillén

Pablo Iglesias afrontó el pasado domingo sus primeras elecciones como vicepresidente del Gobierno, situación que para nada le ha permitido revertir la tendencia electoral a la debacle de su partido, ahora desaparecido en Galicia, donde era segunda fuerza, y hundido con solo seis escaños en el País Vasco. El líder morado, además, llegaba a los comicios con el control absoluto de Podemos incluso a nivel territorial, donde logró situar a todos sus afines, con lo que con toda probabilidad ninguna voz interna reclamará responsabilidades por un resultado sobre el que Iglesias, por ahora, solo ha dicho que habrá que hacer «autocrítica». 

Son las mismas palabras con las que el número tres del Ejecutivo despachó en mayo del año pasado los resultados de las autonómicas y municipales en las que se borró del mapa de las Alcaldías -solo retuvo Cádiz el anticapitalista José María González, Kichi- y redujo de forma notable su presencia institucional en los parlamentos regionales e incluso desapareció en Castilla-La Mancha y Cantabria. Un mapa de ausencias al que ahora se suma Galicia, la tierra de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, donde Podemos ha perdido toda su fuerza que logró cuatro años atrás con el empuje de las mareas, ahora desintegradas.

De momento, la dirección estatal no ha convocado a la Ejecutiva para analizar y hacer la debida autocrítica de unos resultados que el propio Iglesias calificó  de «derrota sin paliativos». Eso sí, en las filas moradas, de momento, descartan que la derrota tenga que ver con el liderazgo de Iglesias y su equipo de dirección, ya que, tal y como subrayó ayer la portavoz Isa Serra, este fue «revalidado» en la Tercera Asamblea Ciudadana Estatal de mayo, en la que el vicepresidente segundo del Gobierno y sus más próximos colaboradores fueron reelegidos, con una de las participaciones más bajas de la historia del partido.

«Sectarismo y endogamia». Mientras la dirección se mantiene en posición de repliegue, y sin dar detalles, crecen las críticas por parte de algunos exdirigentes, como el exsecretario general de Podemos en Madrid, Ramón Espinar, quien culpó a Iglesias del batacazo, por haber convertido el partido «en un solar sin nadie que les moleste», con su «sectarismo» y su «endogamia»; y por hacer una campaña «teledirigida desde Madrid», con una «agresividad indiscriminada» hacia los medios de comunicación.

Por su parte, el exlíder en Aragón, Nacho Escartín, que sigue formando parte de la dirección autonómica, defendió que, además de hacer autocrítica, es preciso «asumir responsabilidades»». En esta línea, remarcó que «los liderazgos y el poder deben compartirse y distribuirse para favorecer la organización popular en todas partes». 

Ya desde fuera, exdirigentes destacados como el cofundador Íñigo Errejón señaló como posible causa la estrategia seguida por Iglesias y los suyos de conformar las confluencias en base a alianzas de las fuerzas de izquierdas, en lugar de profundizar en el carácter populista y transversal que el exnúmero dos de Podemos siempre defendió, y que le enfrentó al secretario general.

El sector de los Anticapitalistas, que en marzo se escindieron de la fuerza morada por no compartir, entre otras cosas, su alianza con el PSOE en el Gobierno central, señalaron como causa del batacazo ese papel de «subalterno» de los socialistas que fue alentado y firmado por Pablo Iglesias.