"Lo peor que nos podía pasar está sucediendo"

María Albilla (SPC)
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"Lo peor que nos podía pasar está sucediendo"

La última novela del escritor y periodista Fermín Bocos es un thriller; pura ficción, tal y como se encarga de resaltar él a lo largo de toda la entrevista, pero es una ficción que lleva al lector a fantasear porque tiene mucho de verdad. Y esto no es que esté cuajada de hechos reales, sino que cualquiera de las tramas que se desarrollan en Algo va mal son tan verosímiles, que podrían formar parte de las titulares que cada día manchan negro sobre blanco los periódicos.

Porque si de algo sabe Bocos, es de periodismo. Tras una dilatada trayectoria que le ha llevado por medios de todo color y signo, conoce bien y desde dentro la política y los contrapesos del poder, que ahora lleva a la ficción de una manera trepidante y reflexiva haciendo de la novela un espejo en el que se reflejan algunos de los rincones más oscuros de los poderes políticos y económicos globales que nos gobiernan en la actualidad.

«A mí no me preocupa la sangre, me preocupa la tinta», dice uno de los personajes de esta novela negra que no deja indiferente. 

Es un veterano del periodismo y conoce más que de sobra cómo funciona este mundillo y sus alianzas. Su última novela está basada, precisamente, en estos movimientos de poder. Asegura que todo es ficción, pero ¿toda esa experiencia no está volcada en Algo va mal?

Como toda obra de ficción, si tiene un mínimo de perspectiva y una base asentada en la realidad, es una realidad aplazada. Puede ser la crónica que publicarán los periódicos dentro de equis tiempo... Ahora bien, esta es, de verdad, una obra de ficción resultado de mi experiencia personal. Es un thriller sobre el poder, la política y los medios con el telón de fondo, en algunos casos, de la corrupción. 

Una de las ideas que se desprenden de la lectura es que los ciudadanos son títeres del poder. Cualquier otra cosa es una prioridad antes que ellos. ¿Me equivoco?

Diana en el centro. Por su propia naturaleza, el poder tiene tendencia a acaparar más poder y, en la novela, quien se siente amenazado está dispuesto a recurrir a cualquier medio para defenderse, incluido el crimen, y quien aspira al mismo poder también lo hace con idénticos medios... El poder no suele compartir espacio, de ahí la tensión que se deriva. 

Yo pensaba que los medios de comunicación, al menos los públicos, y ya no le digo la política, tenía que estar al servicio de ciudadano, no del poder...

Todo er mundo debería ser bueno, como dice la expresión popular, pero, amiga mía, desde los griegos clásicos se desconfiaba ya de los hombres en sociedad. Esto no significa que no hayan existido a lo largo de la Historia hombres buenos, pero una vez organizados en sociedad surge el poder. La falta de virtud es la que llevó a este pueblo a crear un sistema en el que los contrapoderes garantizaran que ninguno hegemonizara sobre otro. De ahí que cuando cae la democracia se llega a la dictadura, que es la eliminación de todo poder de contrapeso.

¿En una sociedad como la nuestra se le puede poner precio a todo?

Sí, claro. Lo que pasa es que no todos tenemos el mismo precio. Pero hay varios tipos de precio. El del dinero, el que compra el poder, y el de la vanidad.

El marco temporal de la novela es el año 2003, justo antes de la invasión de Irak. En el Club Bilderberg se informa de que la decisión está tomada y habrá guerra. ¿Es peor quien miente para justificar el conflicto o quien traga con la necesidad del conflicto?

Quien de buena fe creyó que Irak y Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva fue engañado abusando, precisamente, de su credibilidad. En otras ocasiones el engaño cursó a través de medios cuya credibilidad anterior avalaba lo que se decía entonces, como ocurrió con The New York Times.

Otros, entre los que me incluyo, desconfiamos en todo momento de lo que luego se demostró que era una pura y dura patraña, entre otras cosas porque como periodista había estado en la Primera Guerra del Golfo en la que Sadam invadió Kuwait y de aquella experiencia yo recordaba que nos habían contado que en el conflicto entre Irak e Irán los primeros sí que habían tenido armas de destrucción masiva que les vendieron los propios norteamericanos, pero una generación después no las tenían. 

Lo que es reprochable es que el ciudadano no haga algo por alimentar su información y su opinión a través del consumo de más de un medio de información. 

La mafia rusa, la Stasi de la RDA, el tráfico de obras de arte falsas y otros business bastante poco legales aparecen en Todo va mal. Es la trastienda de los titulares de la prensa...

A nadie le sorprende ya que un constructor a través de sobornos haya conseguido ventajas respecto a sus competidores, o que en el mercado clandestino del arte se vendan obras falsificadas, ni asesinatos con bárbaras torturas como la que sufrió Jamal Kashogui en el consulado de Arabia Saudí en Estambul (Turquía). Estos tres vectores pueden funcionar perfectamente en la ficción y son parte de la realidad.

Como en toda novela negra, hay un asesino, en este caso un sicario muy bien pagado y elegante, que dispara el arma. ¿El culpable es quien aprieta el gatillo o quien carga la pistola? 

Hay otro personaje de la novela que en un momento dice, «a mí no me preocupa la sangre, lo que me preocupa es la tinta». Está claro que lo que le importa son las consecuencias no morales del crimen, del delito, sino las sociales del escándalo que supone el asesinato de un magnate de la comunicación, que es como arranca este libro.

Y también hay un mensajero que paga... 

En una subtrama de la obra hay un periodista que es el mensajero que paga por intentar acercarse a la verdad, un riesgo que corremos los periodistas desde el primer día que asumimos que lo nuestro no es más que un modesto oficio que si está bien llevado es para estar cerca de los débiles.

En el caso del magnate que muere en la novela, tenía fama de ser el dueño de un periódico destructor de famas, un tipo que se creía capaz de poner y quitar gobiernos. Se había creado muchos enemigos. Como usted y yo sabemos, nada que ver con la realidad... pero qué curioso, cómo se parece a ciertas personas y casos que hemos conocido... 

De la misma manera que a veces un político puede perder el sentido de la realidad porque el poder le lleva realmente a levitar, hay algunos magnates del mundo de los negocios que de verdad creen que su misión es ser un contrapoder y yo no estoy para nada de acuerdo. La tarea del periodista es la de contribuir a formar a la opinión pública, que es un pilar de la democracia, pero nunca como protagonista.

El periodismo ahora se ha convertido en una lucha de bloques. O estás en un lado o estás en el otro. ¿Desvirtúa esto su función social?

Yo he procurado mantenerme siempre en un plano de autonomía, con todas las limitaciones del criterio de cada uno. Mi vida profesional me ha llevado a la conclusión de que todo lo peor que nos podía pasar está pasando, que es inducir a la sociedad al frentismo, a la polarización. Un ejemplo de esto son las leyes de Educación que se aprueban cada vez que hay un nuevo Gobierno sin estar consensuada. No hace falta tener carné de profeta para conocer el pronóstico de que el próximo Ejecutivo la volverá a cambia si sale el centro derecha. Resumen: orden más contraorden igual a desorden. 

De hecho, el actual Gabinete nos tiene acostumbrados a esta rutina de orden y contraorden dentro del propio Ejecutivo...

Eso forma parte de las peculiaridades de este peculiar Gobierno de coalición nacido a su vez en un contexto muy peculiar, encabezado por un caballero que dos días antes de formalizar su acuerdo con Unidas Podemos decía que no podría conciliar el sueño pensando en aliarse con Pablo Iglesias.

El tema de la corrupción, como decía antes, está ahí, de telón de fondo en la novela porque forma parte... ¿del ADN de nuestro país o del ADN del ser humano?

La corrupción, por desgracia, forma parte de la condición humana. El bien y el mal forman parte del hombre desde Caín y Abel, el arquetipo de lo uno y de lo otro. La circunstancia en nuestro ámbito occidental es que para los buenos les reservamos, los que tenemos principios cristianos, el santoral y a los malos los historiadores les reservan lugares preeminentes en la Historia. Te emplazo ahora mismo a decirme quién precedió y quién sucedió a Atila. Sabemos que el rey de los Hunos era un bicho de mucho cuidado y ha cruzado los siglos la memoria del malo.

Retomamos el tema de la corrupción. Decía François Mitterrand, que era un sabio muy cínico, que las comisiones eran las que engrasaban la maquinaria que hacía funcionar al mundo. 

¿Forman pare de la corrupción los vínculos que se crean entre la prensa y los poderes políticos y la prensa y los poderes económicos?

Yo en algún punto de mi vida he llegado a una conclusión y ya estoy en edad de poder decir sin ofender a nadie lo que pienso. Cuando un medio de comunicación participa en un caso de corrupción, está participando a su vez en ella y créeme que en España, y en Francia y en el Reino Unido... hemos tenido casos y casos. Y ha pasado con el PSOE y con el PP en el poder.

Hay cajones secretos...

Hay muchas formas de corrupción. La más grosera es la mordida o las comisiones para tener un proyecto o hacer una campaña electoral, los ERES, los Granados y demás... pero hay formas mucho más sutiles como la publicidad institucional, que te la doy si te portas bien o te la restrinjo si te portas mal; las concesiones administrativas... 

El ideal nuestro sería mantenernos en los quioscos o en las emisoras o en la tele en función de las audiencias, pero ya no hay un periódico nacional que supere los 100.000 ejemplares. Esto es una tragedia. Es verdad que una parte se ha ido a internet, pero hay que enseñar al lector que ese producto también se tiene que pagar.

Porque el ciudadano es parte activa de esta rueda...

El ciudadano tiene que saber que tenemos una opinión sobre casi todo, pero que ese criterio que pensamos que es autónomo en realidad está inducido, por lo que leemos, por lo que escuchamos. Por eso yo le aconsejo acudir a más de un medio de información y, también, educación, cultura y, si puede, viajar.