Con la Flor de Lis por bandera

M.M.G.
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El Grupo Scout de San Antonio cumple 30 años. Por sus filas han pasado en este tiempo más de 400 niños y jóvenes de Ávila, pequeños seguidores de Baden-Powell que han hecho de sus leyes toda una forma de vida

Con la Flor de Lis por bandera

Flor de Lis. Promesa. Sentimiento. Pañoleta. Compromiso. Respeto. Naturaleza. Dios. Amistad. Desarrollo. Son diez términos que si todos, de manera independiente, encierran un significado profundo, combinados entre sí alcanzan una dimensión que sólo los que son o han sido scouts alcanzan a entender.

Ser scout es mucho más que reunirse con un grupo de amigos el sábado y hacer alguna salida al campo. Ser scout es una forma de vida que se cuida y de la que en Ávila pueden presumir los más de 400 niños y jóvenes que durante los últimos 30 años han pasado por  el el Grupo Scout de San Antonio.

Porque el grupo que en el año 1991 pusiera en marcha el sacerdote Juan Gomendio cumple sus 30 primeros años de vida. Cifra importante y redonda que nos sirve para echar un vistazo atrás hacia aquellos comienzos que hoy comparte con nosotros precisamente el actual párroco de la sagrada familia y entonces, fraile franciscano en San Antonio.

Es él el que nos cuenta cómo llegó en 1989 a la parroquia de San Antonio y cómo cayó en sus manos el tema de los jóvenes. Y él, que conocía de primera mano el escultismo porque su madre había sido scout pensó que quizá podría trabajar con los chicos en esa línea.

«El barrio de San José era en aquella época el final de Ávila. Era un barrio con muchísimos chavales», recuerda Juan. Chicos a los que costaba encontrar una opción de ocio completa y que, como se vio después dada la buena acogida que dieron al grupo, realmente necesitaban algo como los scouts.

Cuenta Juan que en un principio encontró pegas en la parroquia. Lo que él pretendía montar no era un grupo de Jofra (Jóvenes Franciscanos). Ni de Acción Católica. Pero el hecho de que decidiese montar el grupo dentro del Movimiento Scout Católico (MSC) gustó en la parroquia, que finalmente dio el visto bueno.

Así que Juan, que confiesa que estaba «empapado de escultismo» gracias a su madre, se puso manos a la obra y en la primavera del año 90 montó en La Torre un primer campamento en clave scout con los chicos de catequesis. Hicieron juegos, cantaron, hablaron de los valores propios de Baden- Powell. «Les encantó y dije, vamos a ponerlo en marcha», recuerda con cariño el sacerdote, que nos cuenta también cómo fue entonces cuando diseñaron la pañoleta del grupo y una camiseta, y cómo contó la importante labor de Isa y Diego, los dos jóvenes a los que él considera principales impulsores del grupo.

Y tras una nueva salida a Riofrío a finales de verano, en la que se sentaron las bases definitivas del grupo, nació el Grupo Scout de San Antonio. «Lo constituimos desde el primer momento como Asociación Juvenil y un mes después del campamento de Riofrío contábamos con 120 chavales, fue impresionante. Vimos que el barrio tenía urgencia de ello», apunta Juan.

metodología por escrito. Fue él el que vio claro que era necesario tener las metodologías del grupo por escrito. «Vi que era urgente que hubiese una metodología pedagógica escrita para que el que viniese detrás pudiese seguir con el proyecto», asegura. Porque Juan era consciente de que en cualquier momento a él podían trasladarle. Y lo que quería es que, si eso ocurriese, el grupo no parara.

Metodología a la que, por cierto, se ha mantenido siempre fiel el grupo de San Antonio. Lo que les ha hecho, incluso, tener confrontaciones con otros grupos del MSC que han ido cambiando o añadiendo cosas. «Pero nosotros hemos sido fieles en todo momento a la metodología de Baden-Powell. Este grupo tiene unas bases muy sólidas», presume Juan.

Consciente de que en algún momento él tendría que dar un paso atrás, Gomendio fue buscando gente para que fuera jefe de las distintas ramas del grupo (Lobatos, Rangers, Pioneros). Y menciona a Fran o Juan Luis como dos de los que entonces le dijeron sí y afrontaron buena parte de la responsabilidad del grupo. «El grupo siguió funcionando solo y eso era lo que yo quería», prosigue Juan hilvanando recuerdos.

Recuerdos que, inevitablemente están unidos también a su vida personal. Durante unos años, Juan ejerció su profesión en distintos pueblos de la provincia. Pero los scouts seguían viento en popa. Y a su regreso, el grupo se trasladó en un primer momento a la parroquia de San Vicente y años después, en torno al 2005, a la de la Sagrada Familia, la que es desde entonces su casa.

Este año, las restricciones covid impiden a los chicos usar los salones parroquiales. Por lo que sus actividades se celebran en su mayoría en los alrededores del tempo, como el jardín de La Viña.

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