Magia y tensión como protagonistas del día

M. Lumbreras
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La 'Gala Internacional de Magia' y la 'Magia Extrema' destacan sobre las demás actuaciones en una jornada cargada de ilusiones y tensión por todas las actuaciones de la ciudad

Magia y tensión como protagonistas del día - Foto: Belén González

Un abarrotado salón de actos del Lienzo Norte acogió en la noche del sábado la séptima ‘Gala Internacional de Magia’. Presentada por el mago Raúl Alegría, el espectáculo reunió a tres magos llegados de distintas partes del mundo: los franceses Kenris Murat y Sky Drone, la china Violeta Zheng y el madrileño Fernando Santa Olalla.

Alegría fue el encargado de abrir boca a llos espectadores con un truco en el que metía a su colaboradora en una caja, la cerraba y metía espadas dentro, para después mostrar que nadie había en el cubículo. La noche siguió con el espectáculo Sky Drone que, con una temática y una música futuristas, llevaba a cabo atrucos con drones que aparecían en la pantalla y el mago los sacaba de ella. 

Zheng realizó un truco de escapismo en el que dos voluntarios la ataban varias veces con una cuerda y ella se zafaba, en cuestión de segundos, tras el amparo de una cortina.

TENSA ALEGRÍA La tensión que sobrevuela la Plaza de Santa Teresa es tan palpable como si fuese un objeto concreto. Una estructura de inspiración medieval preside el foro, con la Santa de fondo y un corro de público, callado como un muerto, rodeándola. En ella, Raúl Alegría, el mago protagonista de la velada, se encuentra engrilletado. Tiene, aproximadamente un minuto y medio para zafarse de sus ataduras. Si no lo consigue, una cruz de hierro con pinchos en su superficie y llamas lamiéndolos caerá sobre Alegría, espachurrándolo como una cucaracha.

Ya lo advirtió Alegría al inicio del espectáculo: «esto no es un truco de ilusionismo, esto es escapismo, son horas de trabajo». El show de ‘Magia Extrema’ comenzó el viernes en El Grande poco después de las 23:00 horas. Antes de pasar a realizar la actuación, Alegría explicó al público congregado a su alrededor en qué iba a consistir el espectáculo.

La estructura que presidía la plaza es de creación propia del mago y está inspirada «en la Inquisición española del siglo XV». Se trata de un amasijo de hierros con forma de cruz y grilletes. Todo ello pesa 350 kilos, y una parte de la cruz, con pinchos sobre ella, está levantada, siendo sujeta por una frágil cuerda que evita que todo ello se cierre. Alegría contó a los espectadores la mecánica del espectáculo: él se iba a tumbar sobre la estructura, entre la mole y la cruz. Un espectador elegido al azar ser encargaría de amarrarle a ella mediante unos grilletes que se encontraban en los brazos y pies de los hierros. Una vez atado y comprobado por parte del espectador que los grilletes y los candados con que estos iban cerrados eran reales y seguros, una azafata prendería los pinchos de la cruz –que, evidentemente, están de cara al mago– y la cuerda que sujetaba la parte levantada de la estructura. «Tenemos calculado, según los ensayos, que en un minuto y venticinco segundos la cruz se caerá», explicó Alegría. Por tanto, el mago tenía ese tiempo para zafarse de los grilletes valiéndose de una ganzúa.

Una vez escogido el espectador, todo ocurrió muy rápido. Alegría se tumbó, el espectador lo aprisionó y la azafata prendió fuego a la estructura. El mago empleó más de la mitad del tiempo en zafarse del candado de su puño izquierdo. A medida que el tiempo corría, el público iba conteniendo la respiración. Faltan treinta segundos y se acaba de zafar del grillete de su mano derecha. Comienza a forzar el candado que aprisiona sus pies y empieza a sonar la cuenta atrás. Los segundos pasan y el mago cada vez fuerza más nervioso el candado. Con un grito de congoja entre el público, el mago salta de la estructura un segundo antes de que esta caiga. Alegría, salta de suelo y hace una reverencia: la cruz se ha cerrado como la boca de un cocodrilo, y él se ha escapado por un segundo.