El fantasma de Bush

Agencias-SPC
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La amenaza de Trump de llevar el resultado electoral ante el Supremo hace revivir el ajustado triunfo del año 2000 del candidato republicano, que se impuso por apenas 537 votos en Florida

El demócrata Al Gore (detrás) fue proclamado inicialmente vencedor por las televisiones, pero el que ganó fue Bush. - Foto: Gary Hershorn

Dos décadas después, la incertidumbre que se vive en Estados Unidos se repite. El fantasma del litigio que proclamó presidente al republicano George W. Bush persigue ahora a unos ciudadanos que aún no saben quién ocupará la Casa Blanca y están pendientes del recuento en un puñado de estados que avanza lento debido, en gran parte, a la inédita cantidad de votos por correo.

En el año 2000, la disputa se centró en Florida, donde Bush acabó imponiéndose a su rival, el demócrata Al Gore, por solo 537 papeletas después de que el Tribunal Supremo ordenara detener el recuento. Esta vez, el foco está puesto en Nevada, Míchigan, Georgia y Pensilvania, que al cierre de esta edición aún no habían declarado un ganador y que tienen un gran peso en el Colegio Electoral, el órgano que elige al presidente y, por ello, podrían resultar decisivos.

Con Trump denunciando un «fraude» electoral y amenazando con recurrir al Tribunal Supremo para frenar el recuento de las elecciones -la misma petición que formuló Bush con éxito-, Biden ya ha asegurado que está preparado para un litigio, al tiempo que acusó a su oponente de estar intentando «invalidar» la voluntad de los estadounidenses en las urnas.

Lo cierto es que ambos candidatos llevan meses preparándose para el déjà vu de las elecciones del año 2000: ambos han contratado a ejércitos de abogados que están listos para pelear por cada voto, ya que estos comicios podrían decidirse por solo un puñado de papeletas, tal y como ocurrió hace 20 años.

Trump ha sembrado durante la campaña desconfianza en el voto por correo -a pesar de que no hay pruebas de que se pueda llevar a un fraude generalizado-, y el pasado domingo adelantó que planeaba iniciar un litigio en Pensilvania si el resultado era ajustado.

Aparte de la batalla legal, lo que se libra a partir de ahora es una batalla por el mensaje mediático.

Hace dos décadas, el equipo de Bush consiguió retratar a Al Gore como un «mal perdedor» que no aceptaba su derrota en Florida e hizo resonar este discurso durante los 36 días que se prolongó la agonía, hasta que el Supremo dio su veredicto.

El problema de entonces fue que las televisiones dieron la victoria al demócrata, luego proclamaron ganador al republicano y finalmente admitieron que la carrera estaba demasiado ajustada para dar un resultado definitivo. Esta vez, los medios y la agencia de noticias Associated Press (AP) se han mostrado más cautelosos y no han declarado a un ganador en ninguno de los estados donde aún se cuentan los votos. La prudencia siempre es buena.