Dicen los científicos, geólogos y estudiosos del pasado más remoto que ya hemos tenido en la Tierra 5 eventos de extinciones masivas. Como dato objetivo fueron debidas a sucesos de gran impacto tanto geológicos como cósmicos. Una de las más documentadas y brutales fue la ocurrida en el Triásico hace casi 250 millones de años, que acabó con casi todas las especies marinas y la mayoría de los vertebrados terrestres; y otra de las más conocidas la de los dinosaurios hace más de 60 millones de años en la que desaparecieron tres cuartas partes de las especies de plantas y animales existentes.
La estupidez humana, la contaminación de los suelos, de las aguas, de la atmósfera, la transformación de los pocos lugares inalterados que aún nos quedan, el cambio climático, la destrucción de bosques y la esquilmación de especies, colocan al ser humano como el agente provocador de una sexta extinción sobre la que numerosos científicos comienzan a preocuparse seriamente.
Aunque algunos niegan tal proceso, según los datos catalogados por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), la regresión de especies tanto animales como vegetales se ha acelerado peligrosamente durante la última década y el futuro para ellos es poco halagüeño. Se estima que en el último siglo han dejado de existir más de 600 especies de vertebrados, pero si extrapolamos la información a los invertebrados la tasa se multiplica de forma exponencial.
Un simple ejemplo, el de las abejas, cuya disminución en algunos lugares es aterradora debido a la influencia de algunos pesticidas y diversas enfermedades como la varroa que debilitan su sistema inmunológico, puede darnos una idea de la importancia que tienen estos pequeños insectos. Si desaparecen, las cosechas lo harán también. Muchas plantas necesitan la polinización cruzada para dar frutos y las abejas son las grandes especialistas, unidas a otros diminutos seres voladores. Si las abejas desaparecen la mitad de los productos vegetales que consumimos podrían desvanecerse del planeta. Además en nuestro país la invasora vespa velutina va avanzando poco a poco y viene a dificultar mas aún su subsistencia.
En gran medida los intereses políticos, empresariales o monetarios niegan la crisis o la aceptan tibiamente y no hacen nada para remediarla pensando que "a ellos no les tocará".
El derretimiento del permafrost, que nos puede parecer que está muy lejos, ha alcanzado su punto crítico y podría emitir grandes cantidades de carbono y metano acumulado desde la Edad de Hielo, procedentes de material en descomposición; además puede liberar también virus y bacterias patógenas que han permanecido dormidas durante milenios en él, como quedó demostrado en 2016 cuando un brote de ántrax en Siberia demostró que no es una teoría eso de "los invisibles peligros congelados".
Y otra muestra de la estupidez humana es la nueva escalada bélica que parece amenazar de nuevo a todo el planeta, ocasionando una de las crisis más peligrosas desde la guerra fría que nos hace desviar la vista momentáneamente de la Covid19 y sus múltiples e inacabables variantes.
Da miedo la poca cordura de algunos gobernantes mundiales empeñados en tensar la cuerda hasta que se rompa, y de otros de uno y otro lado que se empecinan en enviar a las tropas al campo de batalla; eso sí, ellos sentaditos en su despacho y a cubierto en algún bunker por si acaso.
Es tal el armamento nuclear existente hoy día, con misiles hipersónicos indetectables prácticamente sin límite de alcance, que una confrontación masiva podría acabar completamente con nuestra existencia en tan sólo 100 segundos en el caso de que a alguno de estos locos se les ocurra "presionar el botón rojo". Es triste y lamentable que hoy día tengamos que hablar de nuevo de la amenaza nuclear. Otra extinción masiva que el hombre puede ocasionar y pende sobre nosotros cual espada de Damocles.