Visitas teatralizadas para revivir la Ley Perpetua de Ávila

J.M.M.
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El Ayuntamiento tenía previsto desarrollar actividades conmemorativas de esta efeméride el pasado 23 de abril y en el mes de julio, que está pendiente de que se "reprogramen" en función de la evolución de los acontecimientos

Visitas teatralizadas para revivir la Ley Perpetua de Ávila

Los acontecimientos que ocurrieron hace 500 años en Ávila, concretamente en la sacristía de la Catedral de Ávila, donde se fraguó uno de los documentos más revolucionarios en el pensamiento político de la época, la conocida como la Ley Perpetua de Ávila, iban a ser el hilo conductor de distintas actividades programadas por el Ayuntamiento de Ávila tanto para conmemorar el Día de Villalar, festividad de la Comunidad de Castilla y León, como posteriormente, en el mes de julio, el quinto centenario de los debates que protagonizó en la ciudad amurallada la Santa Junta, el máximo órgano dirigente de la revuelta comunera. Estas actividades, según se ha informado desde el Ayuntamiento de Ávila, están pendientes de que se “reprogramen” y para ello habrá que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos en la “desescalada” que ya ha dado comienzo.

Según precisaron fuentes municipales, para conmemorar esos acontecimientos, el Ayuntamiento de Ávila tenía programadas actividades ya para el 23 de abril, las cuales iban a consistir en visitas teatralizadas con escenificación de los hechos en distintos emplazamientos de la ciudad. Esta actividad se pensaba desarrollar también durante el mes de julio, alrededor de la misma fecha de la constitución de la Santa Junta Comunera en la sacristía de la Catedral de Ávila, que estaba pendiente de fijar.

De igual modo, esta temática también iba a ser uno de los hilos conductores de las visitas teatralizadas a la Muralla, actividad que, como es lógico, también está pendiente de que pueda desarrollarse en función de la evolución de los acontecimientos.
La Ley Perpetua nació en el verano de 1520 de los debates en Ávila de la Santa Junta, que fue el máximo órgano dirigente de la revuelta comunera. Después de que los procuradores enviados a Santiago y La Coruña por las ciudades castellanas se doblegasen a las presiones de Carlos V para sufragar sus ambiciones imperiales en contra del mandato de sus paisanos, en los meses de mayo y junio se suceden las revueltas en diferentes lugares, que fueron confrontadas por las tropas del Monarca. En junio de ese año comienza a esbozarse ya la formación de un órgano político que pudiese liderar a los rebeldes e imponer al futuro emperador sus reformas. Toledo invitó al resto de ciudades a reunirse en Segovia para plantear sus reivindicaciones, pero finalmente es en Ávila donde acuden representantes de Toledo, Segovia, Salamanca, Toro, Zamora y los propios abulenses, si bien los zamoranos lo abandonaron pronto y los anfitriones vieron revocado su mandato, aunque ellos continuaron los trabajos por voluntad propia. Las sesiones se celebraron en la sacristía de la Catedral.
No parecían muchos, pero un mayúsculo error del cardenal Adriano de Utrech, ordenando incendiar en agosto Medina del Campo, decantó hacia los comuneros a ciudades que en un primer momento se mostraron tibias, entre ellas León y Valladolid. En agosto, la Santa Junta emprendió camino a Tordesillas. Se reunieron varios días en la iglesia de San Martín de Medina del Campo y finalmente arribaron a la ciudad del Duero con ánimo de acabar sus trabajos y presentárselos a la firma a la reina propietaria, doña Juana I. Allí se concentraron representantes de 13 de las 18 ciudades con derecho a voto en las Cortes (Ávila, Burgos, Toledo, Salamanca, León, Toro, Zamora, Valladolid, Soria, Cuenca, Guadalajara, Madrid y un mes después Murcia), por lo que adoptaron el nombre de Junta y Cortes Generales del Reino y asumieron las competencias del Consejo Real. Una vez finalizados los trabajos, los procuradores presentaron el documento a doña Juana que se negó a firmarlo junto con otras disposiciones. El resto, es la historia de una derrota, un 23 de abril de 1521 en Villalar, que dio alas al proyecto imperial de Carlos y fortaleció un orden político cesarista en la que el Rey volvía a mandar sobre el Reino y éste pagaba, callaba y obedecía.