No solo de Berlín viven los muros

M.R.Y. (SPC)
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Más de 70 barreras fronterizas se han levantado en todo el planeta durante los últimos 30 años, principalmente entre los países europeos

No solo de Berlín viven los muros - Foto: Jose Luis Gonzalez

No solo de Berlín viven los muros


Hace 30 años, el mundo contemplaba con estupor y esperanza la caída del Muro de Berlín, un hecho con el que se acababa uno de los últimos resquicios de la Segunda Guerra Mundial y se reunificaba a un país, Alemania, y cambiaba el panorama geopolítico internacional. Fueron casi tres décadas de división física que, a día de hoy, indigna a un planeta que, sin embargo, está plagado de barreras de hormigón, vallas de acero y prejuicios para separar países, culturas y sentimientos.

Cuando el 9 de noviembre de 1989 miles de alemanes echaban abajo los kilos de hormigón que separó a compatriotas enfrentados por el único motivo de vivir a un lado o al otro de una pared, ya existían otras 15 murallas entre territorios. Una de ellas, idéntica a la de Berlín: en Nicosia, capital de Chipre, un muro parte la ciudad. En una parte, los grecochipriotas. En la otra, los turcochipriotas. Dos pueblos separados desde 1974 y que, a día de hoy, siguen divididos por una frontera. También Río de Janeiro o Lima cuentan con estas paredes, aunque en su caso son para separar -y proteger- a las clases ricas de las más pobres.

A pesar de que el mundo celebra ahora las tres décadas de la destrucción del Muro de Berlín, ha sido, precisamente, durante este tiempo cuando han proliferado construcciones similares. A las ya vigentes se han sumado más de 70 nuevas.

Tal vez la más conocida sea la que quiere terminar el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el sur de su país, para frenar la entrada de inmigrantes desde México. Una pared que ya tiene levantados cerca de 1.000 kilómetros y que Trump quiere prolongar en su totalidad -son 3.169 kilómetros de longitud-.

 

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Vergüenza en Asia

Pero, evidentemente, no es la única. Solo Oceanía se libra de estas edificaciones y en el continente americano hay menos de una docena. EEUU, con tres fronteras físicas -Canadá, México y Cuba-, tiene muros en las dos últimas -en la isla caribeña mantiene una valla en la base militar de Guantánamo-.

África apenas supera la decena y la mayoría se encuentran en Marruecos. El país alauita está prácticamente cercado, con muros en sus límites territoriales con Argelia, el Sáhara Occidental y España -con dos puntos diferentes, Ceuta y Melilla-.

En Asia es donde más proliferan estas construcciones y Oriente Próximo es la región con más edificaciones. Israel cuenta sus fronteras por paredes -Palestina, Jordania, Siria, Egipto y el Líbano- y en su territorio se encuentra el conocido como Muro de la Vergüenza, que empezó a levantarse en 2002 para separar el territorio hebreo de Cisjordania. Está formado por vallas y alambradas en el 90 por ciento de sus casi 800 kilómetros de extensión. El 10 por ciento restante lo componen unos muros prefabricados de cemento que llegan a alcanzar los siete metros de altura. Fue declarado ilegal en una sentencia no vinculante de la Corte Internacional de Justicia en 2004, que instó a su desmantelamiento, pero Tel Aviv hizo caso omiso.

La ‘desunión’ de la UE

En los últimos años, ha sido Europa la que ha decidido encerrarse. A pesar de abanderar una Unión, sus miembros optaron por ahondar en la división de fronteras cuando se masificaron las llegadas de migrantes al continente, en 2015.

España cuenta con sus barreras con África desde hace décadas -en Ceuta y Melilla- para evitar las entradas irregulares. Pero desde hace cuatro años, con motivo del alarmante incremento de desembarco de sin papeles por el Mediterráneo -Grecia e Italia fueron los principales escenarios- que intentaban acceder a Centroeuropa, las vallas se fueron levantando entre países del Viejo Continente para obstaculizar la Ruta de los Balcanes. Así, Hungría decidió encerrarse de cara a sus vecinos, como Croacia o Austria. Los países limítrofes con la nación helena optaron por blindarse también para que los migrantes no avanzasen.

Han pasado tres décadas desde la caída del muro más icónico de la Historia, pero su desaparición no ha logrado que la división siga siendo una realidad sin frontera física, no solo en Alemania, sino en todo el planeta.