No nació en Ávila y se siente muy madrileña. Pero las raíces de Rosana Rabadán (Madrid, 1982) se hunden en esta tierra, en Padiernos, y a ellas regresó hace ya unos cuantos años para dar forma a su proyecto de vida.
Aquí ha formado una familia y aquí ha encauzado su carrera como dietista, una profesión que, confiesa, no fue vocacional, pero que sí tiene mucho que ver con aquella niña que soñaba con ser investigadora y que aunque confiesa que no fue buena estudiante en un principio, terminó encontrando en los estudios relacionados con la alimentación su pasión.
«La verdad es que fue un vecino el que me habló del grado de Nutrición y Dietética de Formación Profesional», comienza Rosana su relato, que tras esos estudios realizó prácticas en el Instituto de Agroalimentación y trabajó en un centro dietético.
Pero aquellos fueron sólo los comienzos de una carrera que, ya en Ávila, se encaminó hacia una faceta mucho más personal y que no ha parado en ningún momento.
¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza sobre Ávila?
Familia.
¿Qué es lo que más le gusta de Ávila?
Su luz. Esos días fríos que tienen una luz especial.
¿Y lo que menos?
Los adoquines y sus cuestas.
Un lugar para perderse…
El parque del Rastro.
Un recuerdo de la infancia…
El pueblo con mis abuelos, mis primos y mis amigos.
Un personaje abulense que le haya marcado.
Nuestra Señora de Sonsoles.
El mayor cambio que necesita Ávila ...
Que haya industria y trabajo estable y de calidad para la gente de aquí.
Y Ávila tiene que mantener…
Turismo y cultura.
¿Qué le parece la ciudad hoy día?
Se está quedando muy atrás y necesita activación.
¿Cómo ve Ávila en el futuro?
Si no cambia lo que comentaba en la pregunta anterior, veo muy difícil el futuro aquí para la gente que tiene que hacer su vida.
¿Qué puede aportar a la provincia de Ávila?
Muchas ganas de trabajar y sacar adelante proyectos que están preparados para que los abulenses se interesen y participen en un estilo de vida saludable.
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