"Cualquier cultivo está más evolucionado que las legumbres"

SPC
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El director técnico de Legumbres de Calidad asegura que el sector está desarrollando variedades que "dan una vuelta de tuerca y más calidad que hasta ahora" aunque se requiere de mayor apuesta "por parte de todos"

“Cualquier cultivo está más evolucionado que las legumbres" - Foto: JESÁšS FORMIGO/ICAL

En un año atípico por la incidencia del COVID-19, las legumbres de la Comunidad han aguantado el tipo y han cerrado 2020 con buenas cifras y un buen ritmo de producción. Armenteros pone en valor la calidad de esta marca, que engloba a la lenteja de Armuña, el garbanzo de Fuentesaúco, la judía de El Barco de Ávila y el garbanzo de Pedrosillo, pero también de otras figuras como la lenteja de Tierra de Campos, la alubia de La Bañeza y el judión de La Granja. Sin embargo, el sector pide a las administraciones una mayor inversión porque se trata de cultivos “con potencial” que no solo tienen salida como alimento tradicional sino que cada vez se adentra más en las cocinas más vanguardistas porque “es absurdo ser excluyentes”. Además, ponen la mirada en el consumo como clave para para “avanzar” y poder mejorar las producciones y la “secuencia” que hay desde la semilla al consumidor y así mejorar la rentabilidad que es, también para las legumbres, uno de los mayores lastres y que frena la falta de relevo generacional.

¿En qué momento se encuentran las legumbres de calidad de Castilla y León?

Un año tan atípico y excepcional ha sido bueno en cifras. Las IGP que gestionamos desde aquí (Lenteja de la Armuña, Garbanzo de Fuentesaúco, Judía de El Barco de Ávila y Garbanzo de Pedrosillo) han mejorado sus cifras de comercialización, estamos en buena tendencia. Podíamos pensar que el hecho de que la gente hiciera acopio al inicio del confinamiento podría pasar factura en el resto del año pero el ritmo ha seguido bastante bien y cerramos 2020 con un balance muy positivo de todas ellas, porque se han comportado bien y estamos satisfechos de esta situación en la parte comercial.

¿Cómo se han visto afectadas por el COVID?

Al contrario de lo que le puede haber ocurrido a otros sectores, tuvimos con el confinamiento un momento álgido de una comercialización inesperada y muy llamativa que nos hacía crecer en esos dos primeros meses entre un 200 y 300 por ciento respecto a años anteriores en esas fechas. En aquel momento se trataba de una situación tan inesperada que hubo psicosis y la gente hizo acopio de alimentos como las legumbres y otros productos no perecederos por lo que pudiera pasar. Hubo semanas de mucha alteración y las empresas no servían las legumbres al ritmo que se demandaba porque fue un cambio drástico, pero luego el ritmo ha sido bueno.

Esta apuesta que se ha manifestado por las legumbres, ¿esperan que suponga un punto de inflexión?

Desde el Centro de la Legumbre nos gustaría que fuera así. Llevamos desde 2016, cuando se celebró el Año Internacional de las Legumbres, incrementando el consumo por persona y año. Nos gustaría que el consumidor valorara estos productos tan excelentes que tenemos, sobre todo en el sector de las legumbres con siete figuras de calidad en Castilla y León (además de las que engloba Legumbres de Calidad, las marcas lenteja de Tierra de Campos, alubia de La Bañeza y judión de La Granja). Me gustaría que este año que ha tocado hacer reflexiones más profundas de las habituales, se tuvieran más en cuenta las legumbres y sobre todo las que producimos en Castilla y León, que son de las mejores a nivel nacional e incluso mundial. Producimos calidad, por desgracia no podemos hablar de cantidad porque son variedades autóctonas aunque tiene virtudes como el sabor, la finura, la mantecosidad o la integridad de los granos una vez cocidas. Si eso se toma como una reflexión, debería ser un punto de inflexión y notar mayor voluntad de compra de las legumbres de calidad de la Comunidad.

¿Se puede decir que las legumbres son las grandes desconocidas o, como ocurre con otros productos, es que valoramos más lo de fuera que lo de dentro?

Simplemente, es cierta dejadez a la hora de preocuparnos por la procedencia de los productos. El consumidor lee cada vez más y no le agrada saber que está consumiendo lentejas de Canadá o garbanzos de Méjico. Hay gente que mira las etiquetas y buscan seguridad. Se puede dar la situación de que la gente quiere lo nuestro y no lo encuentra. Hasta ahora no se ha tenido mucho en consideración pero a partir de ahora sí que quieren tomar más en cuenta la procedencia de los productos porque la calidad hay que tenerla muy presente.

Si algo destaca el sector agrícola y ganadero de la pandemia es que se han valorado más los productos de cercanía. ¿Se percibe también en el caso de las legumbres?

Esto sí que lo hemos notado a raíz del inicio de la pandemia cuando se han incrementado exponencialmente las llamadas preguntando por productos, a poder ser, locales, y de calidad. Les hemos remitido a que, a través de la contraetiqueta de los consejos reguladores. Las figuras de calidad que tenemos en Castilla y León, al tener ese distintivo de calidad llevan una contraetiqueta numerada y ese es el mayor documento de garantía de que de verdad están consumiendo un producto nacional que no ha tenido que recorrer miles de kilómetros para llegar hasta aquí porque lo producimos aquí mismo.

Habitualmente, las legumbres se identifican con la cocina más tradicional. ¿Supone esto un lastre con la cocina más moderna y qué cabida tienen en ella?

Hay un sector de cocineros a quienes les gusta innovar y hacer nuevas combinaciones de sabores y texturas, y sí que están apostando. También están los más tradicionales. No debería ser un lastre, porque cada persona es un mundo y somos miles de personas. Abrir el abanico de posibilidades no tiene por qué cerrar otras. Demos la posibilidad de que incluyamos las legumbres, para aquellos que no les gusta o no pueden comer ese cocido, que puedan tomar otro tipo de platos o recetas que les satisfagan y les permitan tomar legumbres, que son necesarias para la salud, que lo hagan. No seamos excluyentes porque es absurdo.

Desde el Centro de la Legumbre se trabaja también en materia de investigación, ¿en qué líneas?

El problema es la limitación en cuanto a personal. Hemos trabajado un poco en la parte productora, no tanto en la de la transformación. Estamos haciendo variedades que son muy singulares, no se apartan de las cualidades típicas porque no buscábamos superproducciones, pero esto es un producto que su valor lo tiene por la calidad. Estamos haciendo variedades que dan una vuelta de tuerca y dan más calidad que las que teníamos hasta ahora. Algo se está haciendo, pero la idea es que se dedicase mayor presupuesto porque creemos que hay potencial, aunque lo tienen que creer también las administraciones, los investigadores y los científicos… para mejorar la calidad, la producción, las nuevas posibilidades de las legumbres en la mesa o como generación de gamas nuevas de elaboración.

En materia de semillas, ¿qué evolución está habiendo?

Ahí hay muchísimo trabajo. Con mi triste aportación, que no es mi día a día, he conseguido mejorar las producciones con alguna de las variedades que estoy tratando de sacar adelante. Eso me ha autoconvencido de que en este sector estamos tan en pañales y se ha trabajado tan poco, a nivel de administraciones y de empresa privada, porque no ha merecido la pena, que no se ha visto interés para rentabilizar esos trabajos. Tengo muy claro que con muy poco que se invierta los resultados tienen que ser muy llamativos. A mí me ha sucedido, que sin quererlo, he encontrado mejoras y las capacidades son mínimas para hacer un trabajo del que otros están mucho más preparados porque lo hacen con cultivos industriales, cereales, oleaginosas… porque yo creo que las legumbres son de lo más atrasado. Cualquier otro cultivo tradicional que podamos buscar en Castilla y León está mucho más evolucionado que las legumbres, que seguimos con las autóctonas sin apenas buscar resistencias. Hay mucho por hacer.

¿Y por qué no resultan atractivas las legumbres cuando es un producto muy vinculado a Castilla y León y a una alimentación saludable?

Las legumbres tienen un índice de multiplicación muy bajo, y de un kilo de semillas de media podemos sacar siete o, como mucho diez kilos de legumbres, lo que no permite que la semilla certificada se pueda vender a un precio muy alto. Además, las legumbres tienen muy fácil el pirateo, porque una vez que consigues unos kilos, la degeneración, al ser una especie que se autofecunda, si se mantiene sin grandes locuras ni muchas mezclas, puedes comprar un kilo de semilla y multiplicar esa semilla diez años sin una gran degeneración, lo que no ocurre en los cereales. Hay motivos, sobre todo económicos, por los que no interesa invertir dinero en el desarrollo de variedades de este tipo, salvo los canadienses, que han trabajado mucho en el desarrollo de variedades de lentejas y en 25 años han pasado de no cultivarlas a tener cuatro millones de hectáreas y ser los abastecedores número uno del planeta. En este caso, por cada dólar que invertía el productor, el Estado aportaba otro y así tienen anualmente 40 millones de dólares entre unos y otros para evolucionar las investigaciones de las variedades y de producciones de lenteja.

¿Se confía en poder avanzar hacia esa mayor unidad en el sector?

El sector de las legumbres no es tan sencillo porque es un cultivo que entra en rotación con otros, normalmente los cereales. Las parcelas para legumbres no representan un porcentaje excesivamente alto de los ingresos, con lo que no tiene ese peso en el volumen global de la explotación, lo que es un hándicap para que se trabaje más. Además hay viejos hábitos de vender directamente por parte de algunos productores, y eso para hacer bloque no es lo más indicado. Cuando se genera un volumen importante de hectáreas en torno a un cultivo es mucho más fácil que tener muchos microproductores que tienen unos intereses que no son los mismos que los grandes productores. 

Hablamos sobre todo de la venta a granel. 

Pedimos a los consumidores que reclamen esa contraetiqueta porque es la forma de que, si ellos son exigentes y piden el producto con todas las garantías, los eslabones intermedios tengan que proporcionar producto de esa calidad. Además es la forma de que no les engañen y les vendan productos a granel que dicen que son de una zona de tradición y realmente es un fiasco. Si avanzamos va a ser porque tire de nosotros el consumo y la gente quiera consumir productos de proximidad. Ellos son los que más pueden tirar para que se hagan las cosas que permitan mejorar las producciones y la secuencia que hay desde la semilla al consumidor. 

En el caso de las legumbres, ¿hay relevo generacional?

Hay problemas de relevo generacional por falta de rentabilidad. Es materialmente imposible, ni duplicando las superficies que trabajaba en su día mi padre, vivir de una explotación agrícola como se vivía hace 30 o 40 años. Cuando hay dificultades la gente se olvida un poco más de las legumbres porque son más delicadas y si no tienen ese plus de rentabilidad un poco mayor que el cereal, la gente lo rechaza, pero al contrario de lo que sucede con la lenteja, ocurre con el garbanzo que está creciendo, porque el mercado demanda cada vez más garbanzo de Fuentesaúco y Pedrosillo y eso nos ha permitido casi duplicar la superficie en los últimos años. 

Con la PAC casi definida, ¿qué cabida tienen las leguminosas en ese nuevo documento?

Tienen vital importancia porque si de algo se ha hablado con la reforma de la PAC es de verde, verde y verde. Ahora se da un paso mucho más allá y desde la UE, a través de la PAC, nos están diciendo que tenemos que incrementar el volumen de legumbres y leguminosas, de productos proteicos de proteína vegetal. Si producimos calidad, y eso tiene una diferencia de coste, creo que el presupuesto para fomentar políticas de reverdecimiento, de mejora de las rotaciones de las alternativas de cultivo en las explotaciones, tenemos que inyectar un poco más de dinero a estos cultivos que, si no nos ayudan un poco, tenemos todavía la gran presión que ejercen las importaciones en otras zonas que cultivan con herbicidas no autorizados y que son las que nos están haciendo la pascua y sacándonos del mercado haciendo que no seamos competitivos y que solo consumamos un 30 por ciento de legumbres nacionales. Políticas pero no palabras, que están muy bien, para que eso sea viable. Teníamos una subvención de la revisión de la PAC anterior que supuso un incentivo importante en Castilla y León y casi se duplicaron las hectáreas. Seguiría en esa línea pero dotar presupuestariamente acorde a la realidad porque a la vez que ha estimulado, ha hecho que cuando hemos llegado a una cifra donde las subvenciones se han quedado en el entorno de 50 o 60 euros (frente a los 100 iniciales), la gente ya no da el paso porque sabe que si siembra más no tiene ese apoyo y ese apoyo en determinadas IGP ha sido muy importante.