Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


No, Sánchez no tiene que dimitir: tiene que cambiar

02/07/2021

'Referéndum' es la palabra hoy de moda en los cenáculos y mentideros políticos. Los cronistas buscan afanosamente en la Constitución --lo mismo hacen en La Moncloa y en el Ministerio de Justicia, claro-- los posibles recovecos que eviten la prohibición taxativa de celebrar una consulta 'independencia sí - independencia no'. Esos recovecos, que serían remedos que ambas partes negociadoras, el Gobierno central y el Govern catalán, habrían de aceptar, existen. Y si hay que retorcer la letra y el espíritu de la ley, se retuercen y en paz. Otra cosa es que las instituciones, la opinión pública y la publicada lo acepten: ahí estará la clave de la supervivencia de Pedro Sánchez en La Moncloa.

Me pareció, en todo caso, un poco precipitada la frase de Pablo Casado en el mini-debate parlamentario sobre el (mal) estado de la nación del pasado miércoles: "dimita", le dijo el líder de la oposición al presidente del Ejecutivo, "disuelva el Parlamento y convoque elecciones; solo así podría quizá indultarlo la Historia". Un poco excesivo, quizá, aunque se entienden la indignación y las prisas del presidente del Partido Popular por echar al inquilino de La Moncloa. Pero, por supuesto, ni Sánchez tiene la menor intención de dimitir ni quizá, en estos momentos, debería hacerlo, cuando toda Europa mira qué grado de fortaleza tiene la democracia española. Que puede que pronto se lleve un varapalo en el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, tumbando la sentencia del Supremo contra los líderes del 'procés'. Ese será, de producirse, un momento terrible para la credibilidad del conjunto del país.

No, no conviene dar la sensación de que aquí todo se tambalea, empezando nada menos que por el Tribunal Supremo y por el propio Ejecutivo, cuando andamos esperando la llegada del maná de ciento cuarenta mil millones de euros procedentes de las arcas europeas. Así que habrá que ir 'conllevando' la pésima situación de la política española, que ni ha sido capaz de renovar el gobierno de los jueces, ni el Tribunal Constitucional ni, por supuesto, renovará a tiempo --el próximo 23 de julio-- el Tribunal de Cuentas, que esa es otra patata caliente: ¿cómo hacer para que los independentistas demandados por sus débitos económicos, más de cinco millones para empezar a hablar, se libren de pagar en aras de buen entendimiento entre el Estado y el independentismo catalán? También se buscan puentes, por muy frágiles que sean, sobre esas aguas turbulentas.

No, Sánchez no va, desde luego, a dimitir. Tampoco estoy seguro de que vaya a cambiar, cosa que sería muy saludable. Así que, antes de vender la piel del oso Sánchez, más valdría que le siguiésemos de cerca a ver por dónde sale. Porque sin duda tiene una hoja de ruta elaborada con la inestimable ayuda de un ministro de Justicia que sabe lo que se hace para llegar a los fines deseables. Aunque a él tampoco le importen demasiado la transparencia, el estricto seguimiento de la literalidad legal y todas esas cosas que contradicen la cínica afirmación --no puedo asegurar a quién pertenece la paternidad-- que dice que "un buen jurista es aquel que sabe saltarse la ley en beneficio de su cliente sin que ni siquiera la ley lo note".

Aplíquese eso a, por ejemplo, las exigencias de referéndum y amnistía que proceden de la plaza de Sant Jaume y veremos el resultado. José Antonio Zarzalejos, uno de los más sagaces analistas políticos con los que contamos aquí y ahora, piensa que Pedro Sánchez busca una "equivalencia de resultados" tanto en lo del referéndum como en la amnistía, sin llegar a vulnerar la Constitución, pero contentando, en lo posible, a sus próximos interlocutores de Esquerra y hasta de Junts per Cat. O sea, nada definitivo, pero ganando tiempo, lo que tampoco les viene mal a Pere Aragonés ni a Junqueras. Se trata de mantener una mesa negociadora al menos un par de años, lo que dure la Legislatura. Después...

No sé si la 'conllevanza' orteguiana, a la que tanto se alude en estos días, es precisamente eso: buscar salidas por la puerta de atrás manteniendo impecablemente limpio el frontispicio de la Constitución y demás leyes. No haya escándalo en ello, porque va a dar lo mismo. No es bueno mofarse de la por otro lado patente escasa credibilidad de Pedro Sánchez: él sabe que, cuando una puerta se cierra, siempre se abre una ventana. Aunque se corra el peligro de que sea para arrojarse por ella.