Reivindicación de la artista Leonor Veredas

D.C
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Es una de las protagonistas de la exposición que acoge el Archivo Histórico Provincial, junto a otras cuatro 'abulenses' de adopción

Reivindicación de la artista Leonor Veredas

Leonor Veredas (Ávila, 1921-Ávila, 1966), hija del gran dibujante y pintor Antonio Veredas que tan excelente huella dejó en nuestra capital y que tanto hizo por esta ciudad en lo referido al arte plástico en particular y a la cultura en general, es una de las protagonistas de la exposición que puede visitarse hasta el día 12 de diciembre, una muestra de retratos realizados por Concha Mayordomo titulada ‘Las artistas muertas. Un siglo despreciado por la historia’, a través de la cual reivindica el valor de numerosas creadoras a las que la sociedad negó el justo derecho de ser reconocidas en su grandeza.

De Leonor Veredas, injustamente olvidada o ignorada incluso en la ciudad que la vio nacer, crear con maestría y también morir, y de la cual se guardan varias obras en el Archivo Histórico Provincial, se recuerda en esta exposición, que forma parte del proyecto ‘Mujeres en el arte’ en el que Concha Mayordomo lleva una década trabajando, se recuerda que fue la tercera de los nueve hijos de Antonio Veredas y María Susana Ugarte, y la primera de todos ellos que mostró claras inclinaciones artísticas. 

Tras recibir durante años formación artística de su padre en el domicilio familiar, cursó estudios en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Ávila, de la que a la sazón también era director Antonio Veredas, y obtuvo en 1939 y 1940 los premios de la Escuela en la asignatura de Dibujo Artístico, y en 1945 y 1946 en la de Vaciado y Modelado. Asimismo, en 1951 obtuvo el título de profesora de Corte y Confección, una materia también relacionada desde otra perspectiva con el mundo de la creación.

Reivindicación de la artista Leonor VeredasReivindicación de la artista Leonor VeredasEl interés artístico de Leonor, se recuerda en la exposición, «es diverso, ya que trabaja la escultura y el óleo, pero sobre todo la acuarela, técnica que le atrae por su dificultad singular, que para ella supone un reto muy atractivo para su carácter luchador. En modelado, crea figuras de tipos abulenses, la Santa y cabezas de niños». 

en madrid. A mediados de los años 50 se traslada a Madrid, donde completa sus estudios de arte con profesores particulares y también en el Instituto Central de Restauración, situado en el Casón del Buen Retiro. Posteriormente pasa a trabajar como restauradora en el Museo del Prado, mientras sigue trabajando en paralelo la acuarela frente a la Casa de Campo, el Retiro y otros parajes emblemáticos de la capital. Trabaja tenazmente y se levanta muy temprano para poder plasmar la luz naciente en sus cuadros. En la capital de España vive junto a sus hermanos Gonzalo, Josefina y Eduardo, no lejos del puente de Segovia, con los cuales vivirá también su madre María desde 1962, a la muerte de su esposo Antonio.

Leonor, por la mucha calidad de su trabajo, consigue exponer su obra en Ávila, Salamanca y Madrid, y además recibe durante dos años consecutivos el 2º (1965) y el 3º (1964) premio de la Asociación de Asociación Española de Pintores y Escultores.

En conjunto, se resume en la muestra para resaltar un poco más el valor de su obra –puesto que tuvo que realizarla sin las facilidades que seguramente hubiese encontrado unos años después–, «Leonor no tuvo una vida fácil. No tenía hermanas de su edad y vivió una época en que no se entendía que el papel de una mujer pudiera ser cabalmente otro que el de madre de familia. En el arte encontró su vía de expresión y su ámbito de libertad y contó siempre con el decidido apoyo de su padre Antonio, que escribió de su obra que era ‘magnífica, de un consumado artista, verdaderamente genial y absolutamente temperamental. Artista que puede considerarse llegado a la altura envidiable de los logrados con nuevos y personalísimos valores’».