Editorial

Una sexta ola con sus peculiaridades y retos

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La actual situación de la covid-19 se parece cada vez más a una sexta ola, en Ávila particularmente, con una escalada que razonablemente permite augurar unas próximas semanas complicadas. Esta ola es tan peculiar como la primera. Si aquella fue una catástrofe en términos de morbilidad y mortalidad, esta es la primera con una alta vacunación y, afortunadamente, con muy baja mortalidad en el contexto de una pandemia que ya va camino de durar dos años. Hemos pasado de la euforia del verano a la depresión del otoño, y es que el coronavirus seguirá entre nosotros mucho tiempo y se seguirá comportando con virulencia estacional, como ocurre, por ejemplo, con la gripe. Por tanto, lo que nos está sucediendo estas semanas puede perfectamente ocurrir en el mismo periodo de 2022, del 2023, etcétera. Hay que aprender de esta nueva etapa y sacar alguna conclusión rápida. La primera es que no pueden descuidarse las restricciones en la movilidad de personas en centros de especial sensibilidad, como son las residencias, los centros de salud y los hospitales. El régimen de visitas de allegados de los pacientes y las entradas de personal externo deben acotarse al máximo de ahora en adelante, esté la incidencia como esté. Se ayudaría de esta forma a evitar situaciones como el preocupante brote en el Hospital de Nuestra Señora de Sonsoles, que pone en jaque la solidez de una plantilla que tiene que estar en estos momentos al cien por cien por lo que pueda venir. En segundo lugar, y tras conocerse la excelente noticia de que la Agencia Europea del Medicamento ha autorizado la vacunación de los niños de entre 5 y 12 años, debe planificarse una campaña tan eficaz como la que se realizó con los adolescentes (su respuesta, por cierto, como la de los adultos, fue espectacular). Por ello, como apuntaba la consejera de Educación recientemente, los 100.000 alumnos menores de 12 años deben ser inmunizados en vacunódromos, ante la gran dispersión de centros en Castilla y León, haciendo una vez más fácil lo que parecía tan complicado en su día con el resto de la población. 

Así mismo, y aunque sólo un 6% de la población 'diana' no está vacunada, el pasaporte covid será una buena medida una vez se extienda la inmunización a los más pequeños, pues no es muy descabellado pensar que quizás haya, por parte de los adultos a su cargo, mayores reticencias a la vacunación. Por último, hay que acelerar la inyección de las dosis de refuerzo. Estamos, de nuevo, ante otra prueba más, otro reto que el virus nos lanza, ahora a las puertas de la Navidad, con decisiones complicadas en cuanto a la modulación de las restricciones y el riesgo, siempre presente, de matar moscas a cañonazos. Ávila, España, no es la actual Austria, ni la Alemania, ni la actual Bélgica (y esperemos que tampoco Sudáfrica), tomemos medidas inteligentes y mesuradas, aunque, en ocasiones, la legislación no nos lo ponga fácil, como está ocurriendo con el pasaporte covid o puede suceder con la incomprensible inaplicación futura de la figura del estado de alarma.