María Ángeles Álvarez

Musgo sobre granito

María Ángeles Álvarez


Rabindranath Tagore. Gitánjali

24/10/2021

Después del parón académico impuesto por la pandemia, retomamos las actividades poéticas en La Casa de la Poesía Juan De la Cruz de la Universidad de la Mística de Ávila. Y lo hacemos dando a conocer uno de los poemarios mas valorados y leídos en todo el mundo,  Gitánjali ( Ofrenda lírica) del gran Rabindranath Tagore, en su traducción directa del bengalí por Manuel Díaz Gárriz. Un poemario por el que Tagore ganó en Premio Nobel de Literatura en 1913. Tagore era un hombre profundamente humanista, poeta, dramaturgo, novelista, pintor, músico, pedagogo y místico.
Algunos libros y autores se encuentran durante muchos años, algunos toda la vida, bajo el influjo del tiempo vital en que los hemos leído. Como lectores no somos hoy en día los mismos que cuando éramos jóvenes y niños, lo que podíamos disfrutar y entender es al menos diferente sino completamente alternativo. Esta es la deuda que siento con Tagore, haber dejado mi admiración y lectura aparcada por decenios en las lecturas de mi juventud. Para los jóvenes de los ochenta, Tagore era una referencia, leíamos sus poemas y sobre todo extraíamos bellas frases que nos conmovían por su belleza y las colocábamos en las carpetas del instituto y colgábamos posters con imágenes de naturaleza con sus frases para que decoraran nuestro cuarto.
Este verano debajo de los árboles del parque he comenzado a  releer a Tagore y me ha dado un vuelco el interior. He sentido una enorme gratitud hacia él por mostrarme tantas cosas de la vida y sobre todo del mundo interior tan llenos de belleza y naturaleza, que lejos de estar fuera de nosotros, en su lectura siento que nos abre las puertas de lo hondo. Silencio, gratitud, belleza, música y vida en la simplicidad. Y no he parado de encontrar en muchos matices e imágenes a nuestro Santo Juan de la Cruz.  Y muchas veces he dicho por dentro: si es así Rabindranath, Juan también nos cuenta esto mismo… 
Siempre había leído su obra poética en un bello libro azul de la biblioteca de mi  madre, de la editorial Aguilar, en la depurada y poética traducción de Zenobia Camprubí y revisada y enriquecida por Juan Ramón Jimenez, con un prólogo muy documentado de Ortega y Gasset. En él siempre he releído con admiración la parte relativa a la escuela experimental de Tagore, Santiniketan en Bengala occidental, entrando en su filosofía de base , con los alumnos viviendo con su maestro en una comunidad educativa autosuficiente. 
Rabindranath fue el menor de los catorce hijos de Debendranath y Sarada, y vivió en una casa que era un centro cultural, donde los hijos se dedicaban a la música, el teatro o la poesía. Así sus hermanos fueron novelistas, músicos, dramaturgos. Era además un lugar imbuido de una honda espiritualidad, ya que su padre era la figura clave de la religión Brahmputra o Sociedad de Dios. Siguiendo al fundador, Roy Rammohun creían que los conocimientos de occidente no podían ser ignorados. Admiraban las tradiciones filosóficas liberales y criticaban de manera rotunda la religión existente en India con sus prácticas y sobre todo por su rígido sistema de castas.
El interés por occidente determinó a los padres a enviar a sus hijos a estudiar a occidente, en concreto Rabindranath estuvo en Brigthon y en el universitario collage de Londres. Pero estuvo sólo un año y volvió a la India sin terminar sus estudios. Entiendo perfectamente que su delicado y meditativo espíritu no pudiera vivir en medio de las rígidas normas inglesas.
Fue cuando después de casarse muy joven, aterrizó como administrador de las propiedades familiares en Shilaihaha ( Banglades) y empezó a sentirse como un poeta, viviendo en una casa barco. La vista que se perdía en la superficie del agua, las ramas en su movimiento aéreo, el suave tintineo de los cascabeles que las jóvenes se colocaban en los pies.
 La poesía siempre nace de la contemplación y de estadios de silencio, pudiendo captar los aspectos de la vida que están visibles pero que parecen no ser apreciados en un mundo de prisas y de superficialidad. 
Si la traducción de Zenobia es un trabajo muy poético y bello, la reciente traducción directamente del bengalí del padre jesuita Manuel Díaz Gárriz está llena de verdad, experiencia y hondura. Recordemos que fue el propio Rabindranath el que tradujo del bengalí, su lengua materna, al inglés su poema Gitánjali y él no dominaba a fondo la lengua inglesa. Y de esta versión, Zenobia tradujo al castellano en poema. Según cuentan los estudiosos, la traducción de esta obra fue para Zenobia y Juan Ramón como un encuentro poético entre ellos, ya que disfrutaron amorosamente de estar juntos traduciendo las bellas palabras de Tagore. Hasta la llegada de Gitánjali a Europa en 1912, Europa ignoraba culturalmente a Asia.
El padre Díaz Gárriz misionero en la India es el traductor de este poema desde el bengalí. La India tiene 450 idiomas muchos de ellos de minorías y posee además veintidós idiomas oficiales, con mas de 230 millones de hablantes. Es una traducción que me conmueve profundamente porque al ir directamente a la raíz de cada palabra y al dejarla limpia, la devuelve a la verdad que llena de belleza insondable cada verso. La palabra poética es tan bella y potente que sólo en la desnudez de complementos disfrutamos de su esencia y verdad. Esta austeridad bella y rotunda es la que contemplo al leer el Gitánjali en esta traducción. Siento además que el poemario vuelve a ser lo que quería el poeta, una ofrenda a la vida, al amor y al desconocido amante que vive en las sombras de cada planta y cada raíz.
Releer a Tagore es una nueva aventura llena de sentido, mística y verdad.
Tú me has hecho inmortal. Así ha sido de tu agrado./Este vaso mío lo vacías y lo llenas/con vida siempre nueva