Un país de héroes

Maricruz Sánchez (SPC)
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La pandemia ha puesto en valor la España más resiliente, en la que la suma de pequeños y grandes esfuerzos permite mirar al futuro con confianza

Un país de héroes

Todos los gestos cuentan, y mucho más si de lo que se trata es de superar uno de los momentos más complejos de la Historia reciente del país. Han sido innumerables los granitos de arena que millones de españoles han ido aportando a lo largo de este año de pandemia. Infinitos guiños que han demostrado que España es un lugar de luchadores, una tierra de resilientes.

Coincidiendo con el inicio de la crisis sanitaria y la declaración del estado de alarma, hace ahora 12 meses, el presidente del Gobierno y muchos de sus ministros popularizaron el uso de esta expresión en una sociedad que, por sus antecedentes, sabía muy bien su significado, aunque ni siquiera fuera consciente de ello en ese momento. No es la primera vez que se pone a prueba a los españoles, y mucho menos la única en los últimos tiempos, en una época marcada por las recesiones económicas y la convulsión política y territorial. Pero, si puede que sea la más dura, por la magnitud y el alcance de la enfermedad que la motiva.

Durante meses, millones de personas han contribuido a seguir adelante con la nueva vida que a golpe de restricción sanitaria se iba imponiendo, para que el inmenso y complejo engranaje que conforma la nación no se detuviera bajo ningún concepto. Y es que, ni siquiera en los peores momentos de la primera y segunda ola, cuando el país contenía la respiración confinado, el corazón de la sociedad dejó de latir.

Son los héroes anónimos, los verdaderos protagonistas de la crisis sanitaria contra la que aún se combate. Los aclamados por todos, los sanitarios, en primera línea y desde el principio en la lucha por doblegar a la COVID-19. Doblando turnos, arriesgándose, haciendo horas extras. Los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, en todos sus ámbitos y competencias, para impedir que la situación alterara aún más el orden establecido. Los comerciantes de barrio, los cajeros de supermercado, los reponedores, para que no faltara de nada en las casas. Los transportistas, en una labor necesaria y complementaria de los anteriores, en el abastecimiento de todo tipo de productos en los que, hasta entonces, no se valoraba el recorrido realizado para llegar a las manos del usuario.

Junto a ellos, todos y cada uno de los empleados de empresas de mantenimiento de suministros básicos. Los camareros, cocineros y personal de restaurantes y locales de comida para llevar. Los que hacen trabajos de limpieza y desinfección en sitios públicos y privados, y también los que se encargan de recoger y gestionar los residuos. Las plantillas de las residencias de ancianos, de los centros de cuidados para personas con necesidades especiales, que tuvieron en sus manos una enorme responsabilidad. Tan grande como la de los profesores, obligados a reinventarse sobre la marcha para que sus alumnos no perdieran el curso. 

Con nombre y apellidos

También son héroes las personas, todas las que no entran en estas categorías profesionales, pero que han respirado y sentido el coronavirus de la misma manera. En sus vidas cotidianas y en unas rutinas que cambiaron de repente. Los mayores, vulnerables y a la vez fuertes como los que más, aislados durante meses para evitar el contagio; privados, muchas veces, de un cariño familiar que tan importante es como las atenciones físicas. Al igual que los niños y adolescentes, inicialmente estigmatizados y encerrados al creerse focos de infección, sin poder ejercer su derecho fundamental a jugar y a relacionarse en una edad en la que no hacerlo adecuadamente puede influir en su desarrollo. 

Héroes anónimos y normales, como los ciudadanos que han respetado las indicaciones sanitarias haciendo de ellas un nuevo hábito en sus rutinas. Los que han usado correctamente las mascarillas; los que se han desinfectado las manos; los que han guardado las distancias; los que no se han saltado los toques de queda, los cierres perimetrales y las restriccioners de aforo: los que se han alejado de sus seres queridos para evitar infectarlos.

Todos y cada uno de ellos son los protagonistas de un año muy duro, pero que ha demostrado la resistencia de la sociedad de un país que aspira a salir reforzado de la crisis sanitaria. Que ha evidenciado su plena capacidad para seguir peleando por un futuro que ahora tiene unos nuevos héroes: los investigadores y fabricantes de las vacunas que terminarán por dar el espaldarazo definitivo a la pandemia. Una amenaza global que ha reescrito la Historia con cada una de sus pequeñas historias. Las del día a día de una vida que sigue abriéndose paso.