Luis Miguel de Dios

TRIGO LIMPIO

Luis Miguel de Dios

Escritor y periodista


Despidos

18/05/2021

Ahora que ya no hay estado de alarma y va viento en popa la campaña de vacunación, comienzan a ocupar lugares destacados de la actualidad otros problemas graves que parecían relegados por la pandemia. Uno de ellos es el plan de numerosas empresas de aligerar sus plantillas a base de despidos, ERES, bajas voluntarias incentivadas, prejubilaciones y demás. Quizás el más llamativo sea el de dos de los principales bancos españoles: Caixabank y BBVA. Aunque obtienen beneficios, pretenden echar a miles y miles de trabajadores y cerrar cientos de oficinas. O sea, que, como siempre, pagarán los mismos: los empleados más desprotegidos y esos lugares donde habita poca gente y no se considera rentable mantener una sucursal, aunque los clientes queden desatendidos y dejados de la mano de dios. Las noticias de la reducción de plantilla (eufemismo que enmascara lo de despidos) han venido a coincidir con la decisión oficial de triplicar el sueldo del nuevo presidente de Caixabank, José Ignacio Goirigolzarri, que, si no he oído mal, pasará cobrar 1,3 millones de euros, cantidad casi ridícula si se compara con los 2,2 millones que percibe el consejero-delegado de la entidad, Gonzalo Gortázar. La medida será todo lo legal que se quiera, si bien el Gobierno, que tiene un 19% de las acciones, se ha opuesto, pero suena a inmoral, a muy injusta, especialmente para los 7.791 trabajadores que se van a ir a la calle. Y aun dice Goirigolzarri que su sueldo es poco, que en Europa se cobra mucho más. En fin… Los directivos del BBVA tampoco están mal pagados, no necesitan hacer cola en Cáritas para llevar algo a casa. Tal vez lo necesiten los 3.448 empleados (103 en Castilla y León) afectados por el plan de despidos. Las dos entidades citadas prevén cerrar unas cuantas oficinas, lo que dejará sin un servicio más a numerosos pueblos, sobre todo de Ávila y Segovia donde Bankia se quedó con las sucursales de sus difuntas cajas de ahorro provinciales. No es la mejor forma, no, de luchar contra la despoblación ni de ayudar a los pequeños municipios en su pelea por sobrevivir. Todo sea porque el señor Goirigolzarri no pase hambre.