CUENTA José Luis Pajares (Ávila, 1956) que le atraen poderosamente las miradas. Y es la suya la que en realidad te atrapa en cuestión de segundos, con sus inmensos iris azules, del mismo color que su camisa, y con una pupila pequeña, perfectamente definida y centrada a través de la que se cuelan las imágenes que después (previo paso por su cerebro) plasmará magistralmente en sus creaciones.

Hablar con José Luis es hablar de belleza y de arte. Pero también de docencia y de Ávila, la ciudad en la que nació, a la que adora y a la que vuelve siempre que tiene ocasión, aunque ahora la vida le haya llevado a residir en Madrid.

Conoce bien la ciudad y sus alrededores y confiesa que disfruta paseando por sus calles cada vez que tiene ocasión. Unas calles que, cuenta, comenzaron a transformarse precisamente el año de su nacimiento, 1956, con el rodaje de ‘Orgullo y pasión’.

¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza sobre Ávila?

La pertenencia que tengo a ella.

¿Qué es lo que más le gusta de Ávila?

Que siempre descubro cosas nuevas a través de su pasado. Y tengo muy buenos amigos aquí y gente que me apoya, a los que siempre estaré agradecido.

¿Y lo que menos?

Me gustaría que la ciudad se llenase de cosas. Que necesitase cosas que todavía no echa de menos.

Un lugar de la ciudad para perderse.

Los entornos. Son maravillosos.

Un recuerdo de su infancia.

Mi madre.

Un personaje abulense que le haya marcado.

Es que hay muchos... Te podría hablar de San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Benjamín Palencia... Mira, el viernes fui a la Biblioteca Nacional  para consultar Diario de Ávila. Buscaba un artículo de Antonio Veredas, de 1948, en el que escribe una carta para salvar la iglesia románica de Santo Domingo. Estoy investigando su figura. Cada vez que descubro más cosas más me parece un grandísimo hombre. Tenemos que sumar cosas. Yo tengo la suerte de que he contado con personas e instituciones que han colaborado conmigo y con el arte. Pero este hombre no tuvo esa suerte cuando escribió esa carta intentando salvar esa iglesia que finalmente se derribó para construir la Escuela de Intendencia. Si hubiera habido más apoyos en la ciudad esa iglesia se habría salvado. Pero él tuvo que escribir una carta para rectificar y pedir perdón. No es que me haya marcado, pero me admira. Por la ciudad ha pasado mucha gente pero no tenemos ese sentimiento de permanencia.

El mayor cambio que necesita Ávila es…

Gente que sepa evolucionar de formas muy diferentes, incluso opuestas.

Y tiene que mantener …

No tiene que perder lo que es. Lo que es está bien. El problema de Ávila es que tiene muchas cosas del pasado, que está muy bien, pero tenemos que preguntarnos que vamos a aportar a las próximas generaciones. Y eso necesita de muchas voluntades, de gente que apueste por esa trasversalidad.

¿Qué le parece la ciudad hoy día?

Me da cierta tristeza. El centro se ha quedado deshabitado. La evolución que ha tenido no es para tirar cohetes.Se está quedando sin jóvenes. Porque la quiero mucho todo esto me produce cierta tristeza. No creo que haya que cambiar cosas. Pero sí que hay que darse cuenta de que estamos perdiendo cosas de una manera sangrante porque no echamos de menos cosas que los jóvenes sí que las están echando.

¿Cómo ve la ciudad en el futuro?

Necesitaría que apareciera toda la gente de la que hablo. Si no somos capaces de atraer culturalmente no vamos a mejorar. Habría que renovar, cambiar y evolucionar hacia cosas muy generosas, muy transversales. Tenemos que unirnos, es lo que nos falta aquí en Ávila.

¿Qué puede aportar a la ciudad?

Enseño parte del pasado para que la gente descubra cosas nuevas. Hago cosas por Ávila porque siempre me ha devuelto cosas estupendas. Yo voy a seguir unido aquí.