"No hemos avanzado nada en humanismo"

Inmaculada Tapia (EFE)
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El veterano actor y director catalán José María Pou regresa a los escenarios con 'Viejo amigo Cicerón', una obra clásica repleta de oratoria, filosofía y sentido común

El intérprete catalán sigue enamorado de los escenarios después de más de 50 años de éxitos sobre las tablas. - Foto: Alfredo Aldai

Escuchar al veterano actor José María Pou (Mollet del Vallés, Barcelona, 1944) es adentrarse en el mundo erudito y filosófico de la Roma clásica y alejarse, por un momento, del siglo XXI y su pandemia.

«Echo en falta no solo cultura en los políticos, también educación», afirma el también director de teatro a punto de estrenar Viejo amigo Cicerón en el escenario La Latina este próximo jueves, una interpretación por la que consiguió el Premio Ercilla 2019.

Pou tiene una voz que lo inunda todo, llena cada resquicio del teatro hasta hacerse presente, el eco de sus palabras persiste aunque él se haya ido, dejando tras de sí esa presencia física potente, pero serena, difícil de olvidar para el espectador.

El actor protagoniza este texto «contemporáneo», firmado por el dramaturgo Ernesto Caballero, bajo la dirección de Mario Gas, con un reparto que completan Alejandro Bordanove y María Cirici.

Asegura, en una conversación llena de referencias a las palabras de Cicerón, que aunque en las ciencias hemos avanzado una «barbaridad», «en la sustancia del ser humano esta claro que no hemos cambiado nada, y menos como ente individual».

El intérprete bucea en los textos de Cicerón, un político que «destrozaba» a sus oponentes con su oratoria, con la que defendía el valor de la cultura, de los libros y la lectura.

«Estamos más o menos igual que entonces, tropezando una y otra vez en la misma piedra», una razón por la que considera tan válido esta representación para el espectador de hoy, porque muchas de las situaciones que sucedían en esa época «siguen pasando».

A Cicerón le cortaron la cabeza por defender la integridad de la República hasta el límite, ahora las hemerotecas ponen de manifiesto las contradicciones de los políticos y no pasa nada, se queja el actor.

«Ese es uno de los graves males del momento. Nos han acolchado, dudamos de todo y no le damos importancia a nada y eso provoca una crispación e incertidumbre general», advierte, y señala que hay algunas sesiones del Congreso que dan «vergüenza ajena», no hay un lenguaje de estadistas, un apartado en el que Cicerón se empeñó especialmente.

Pou sostiene que «echa de menos en los políticos no solo cultura» si no cierto nivel de «educación, de respeto a los demás, y no me refiero solo a su oponente si no a los ciudadanos. Hay palabras que rozan la mala educación», sentencia.

Recuerda que el gran maestro de la retórica y la elocuencia resaltaba el valor de las palabras y el respeto a los otros y considera que fue un adelantado a su tiempo al decir que el buen orador «debe comprometerse con la verdad».

Es «ajeno» a la tribuna en la que se ha convertido Twitter, no la ha visitado nunca. «Me estoy convirtiendo en una especie de eremita». Y hace referencia a la era Trump y a su utilización de la red para comunicar, una etapa «brutal» en ese aspecto, donde alimentó las dobles verdades que, sin embargo, ha servido para que la gente empiece a «no creerse del todo lo que se escribe en ella».

Referente de la escena

Con más de 50 años de profesión, reconoce que le «emociona» y le hace sentirse «responsable» que las nuevas generaciones le vean como un punto de apoyo, aunque no se siente capaz de «enseñar» su oficio, a pesar de que desde hace años comparte escenario, de manera deliberada, con actores jóvenes.

«La única manera de enseñar a aquellos que me tienen como referente es viéndome trabajar. No tengo sentido de trascendencia, el arte del actor es una cosa efímera», añade con cierto pudor.

Sin embargo, a pesar de ese paso fugaz, sabe que una interpretación o un personaje puede quedar para siempre en el recuerdo de muchos espectadores, «hasta el punto de ser capaz de haberle cambiado un poco la vida».

Se considera un privilegiado en su profesión, aunque la pandemia del coronavirus le ha descubierto «cierto gusto» a no tener obligaciones profesionales.