Un libro reivindica la memoria del jardín Güell

D.C
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Sonsoles Nieto cuenta, en un trabajo editado por la Diputación Provincial, la historia de un espacio verde y poco conocido situado en la esquina noroeste del interior de la Muralla

Un libro reivindica la memoria del jardín Güell - Foto: Ana I. Ramirez

Ávila, ciudad universalmente reconocida por su riquísimo y singular patrimonio arquitectónico, guarda en la esquina noroeste de su recinto intramuros un espacio poco conocido pero también singular y de no poca belleza, un jardín lleno de resonancias históricas que hunde sus raíces en el pasado y que hicieron posible dos personajes tan importantes del pasado siglo como Winthuysen y Eduardo Güell, un espacio muy cuidado al que la historiadora y profesora de la Universidad de Sevilla Sonsoles Nieto ha dedicado un interesante libro que ha publicado la Institución Gran Duque de Alba, dependiente de la Diputación Provincial.

El libro, titulado Winthuysen y Güell en Ávila. El jardín de San Segundo, fue presentado por su autora, a quien acompañaron el diputado responsable del área de Cultura, Eduardo Duque, y el director de la Institución Gran Duque de Alba, Maximiliano Fernández.

Tras recordar Duque la ubicación del jardín y que su ejecución se llevó a cabo entre los años 1922 y 1924, explicó Maximiliano Fernández que ese espacio verde es un «rincón poco conocido que perteneció al convento del carmelo descalzo» y que fue llevado a cabo «por dos importantes personalidades»; el libro, número 107 de la Colección General de la IGDA y 14 de la Colección de Monografías, no sólo habla del jardín «sino que también hace una interesante contextualización histórica».

Sonsoles Nieto agradeció a la Diputación la oportunidad que le había dado para publicar ese libro, un trabajo de investigación nacido de su conocimiento de la existencia en Ávila de un jardín «realizado por un jardinero sevillano y encargado por un empresario catalán» que en principio iba a ser «solamente un artículo» pero que al final, tras analizar la mucha información existente «y el fuerte engranaje de vínculos de muchas personalidades con la ciudad», tomó la forma de un libro.

Recordó la historiadora que el espacio que ocupa este jardín fue un huerto que pertenecía al convento del carmelo descalzo construido junto al arco del Carmen y que era alquilado. Tras pasar por varios dueños, ese espacio –« una tierra codiciada que tenía una alberca»– fue adquirido en 1920 por Eusebio Güell, hijo del célebre constructor catalán y persona tan relevante que fue una de las pocas que visitó la tumba de Tutankamón cuando la descubrió Howard Carter.

Buscó de inmediato Güell a Winthuysen para que se encargara de realizar allí un espacio verde, y éste, en su madurez creativa, dispuso de recursos abundantes para diseñar uno de sus mejores, más complejos y sutiles jardines. Trazó sus planos «aprovechando elementos preexistentes, con la alberca como elemento clave, para componer un jardín armónico pero no unitario, repartido en pequeños recintos cada uno de los cuales tenía una fuentecita comunicada con la alberca por canales a ras de suelo, siguiendo la costumbre musulmana», además de «con un parterre con caminos en aspa y con una rosaleda».

El jardín ya estaba rematado en 1924 con una importante canalización para el riego, y con la parte alta respetada con respecto a su pasado que dejó de una forma más agreste y con pinos piñoneros. Cuando Güell dejó de venir a Ávila, allá por el año 1928, el jardín comenzó a deteriorarse.